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TRAS LA LEYENDA NEGRA Y LOS MITOS ACUÑADOS POR LA IZQUIERDA

La verdad sobre la «resistencia indígena», un factor fundamental en la liberación de América

"Colón llega a la Española", Theodor de Bry

Cada 12 de octubre recibe tanto apoyo como rechazo, sobre todo en Hispanoamérica. Pero esto no siempre ocurrió así. Basta recordar que fue nada menos que Hugo Chávez quien inició la campaña de derribar estatuas de Cristóbal Colón, renombró el «Día de la Raza» —también conocido como «Día de la Hispanidad»— y lo transformó en el «día de la resistencia indígena».

Aunque su intención era opacar y sobre todo antagonizar la presencia española en América, contraponiéndola frente a la indígena, su desconocimiento (y maldad) abre la puerta para repensar la fecha. Pues fue gracias a otro tipo de «resistencia indígena» que la Conquista Española fue posible.

Sólo en México el 99% de los soldados que derrotaron al imperio azteca eran indígenas, apenas un 1 % era peninsular. Dicho porcentaje lo reconocen investigadores de la UNAM, que no es precisamente amigable con la causa hispanista. Y ese patrón se repitió en toda la región. Fueron pocos los españoles nacidos en Europa (eran españoles de ultramar los nacidos en América) los que participaron del proceso de conquista. «La gente piensa que España colonizó América, pero la conquista fue pactada entre indígenas y españoles: el 95% de los conquistadores eran indígenas», detalla el historiador sevillano Esteban Mira Caballos.

Agrega que los tlaxcaltecas y totonacas fueron los grandes aliados en la conquista del Imperio mexica, los cañaris, los chancas y los chimúes fueron su equivalente en la caída del Imperio inca. Por su parte, los quimbayas, un pueblo indígena de la actual Colombia, resultaron esenciales en la conquista del valle del Cauca por Sebastián de Belalcázar.

En Ecuador, dicho conquistador (de Quito) es conocido como Benalcázar (con n, no l). Además de su legado militar, el de sangre dice mucho sobre cómo fue el imperio español. Pues tuvo prole con María Tomalá, la hermana del cacique de Puná (Diego de Tomalá). Su familia evidencia cómo España no arrasó con la población indígena sino que la integró y evangelizó. El abuelo de María, cacique, mató y se comió al Fray Vicente Valverde, primer obispo de Cuzco (que bautizó a Atahualpa) y a su expedición. En lugar de rendirse, irse o, peor aún, aniquilar a dicho pueblo, los españoles de la época lograron bautizar a los hijos del cacique caníbal en la siguiente generación del mestizaje.

Por eso y más el historiador sevillano destaca cómo durante el reinado de Carlos V, nieto de Isabel la Católica, se buscó gobernar a las indias por medio de sus señoríos locales. Vale destacar que su abuela dejó plasmado en su testamento la protección de los indígenas y sus bienes.

Incluso fue reconocida su hidalguía con escudos de armas, títulos nobiliarios, rentas perpetuas. De hecho, en lo que es hoy Ecuador, hay registro de una obra de 1599 titulada «Los reyes negros de Esmeraldas». Hasta ahora es la provincia de mayor población negra del país y se encuentra tristemente empobrecida. Entretanto, en el tiempo de la corona española se puede observar a los mulatos con joyas de oro, a la usanza indígena de la época y con vestimenta de señores europeos.

No es un dato menor que la provincia que representan fue ofrecida en venta a los ingleses, como parte de pago de la deuda inglesa contraída durante la mal llamada independencia. Fue nada menos que Eloy Alfaro, el presidente que idolatra el socialismo local, quien propuso dicho canje. Es decir, con España eran señores de sus dominios. Tras la «independencia», en gran medida gracias a la deuda, se volvieron pobres.

Y es que comenzando por Simón Bolívar que era esclavista, los derechos de los negros e indígenas disminuyeron en el periodo republicano, sobre todo su riqueza. Hasta se impuso un impuesto especial contra la población indígena. Por eso no es casualidad que en el sur de Colombia fue un indígena quien lideró al ejército real en contra de los republicanos: Agustín Agualongo, un hombre de fe.

Bolívar fue tan displicente hacia los indígenas que los llamó «más ignorantes que la raza vil de los españoles«. Esto no concuerda en absoluto con la figura de Bolívar que exaltaba Chávez.

También fuera de la Iberosfera existen obras que quiebran tanto la leyenda negra como la leyenda rosa. En su obra Los 7 mitos de la Conquista Española, el autor australiano Matthew Restal dedica un capítulo entero a desmontar el mito del conquistador blanco. Pues los hubo indígenas y también negros. Los más destacados fueron Juan Garrido y Juan Valiente. Es más, Garrido construyó la primera ermita de la Nueva España, en honor a San Hipólito. También fue el primer cultivador de trigo, tras convertirse en agricultor. Valiente, en cambio, siguió hasta el sur del continente, donde participó de la conquista de lo que es hoy Chile.

Claro que no fue todo color de rosa. Ambas poblaciones fueron esclavas en su momento. Pero, a diferencia de lo sucedido en otros imperios, tenían la posibilidad de ser liberados y bautizados. Como hombres libres, emprendieron la conquista de un continente y propagaron la fe.

De manera que sí, cada 12 de octubre se celebra el «día de la resistencia indígena»: resistencia al sacrificio humano, a la esclavitud, a imperios que ahogaban con impuestos y que no comerciaban con bienes sino con seres humanos (los incas no usaban moneda sino mano de obra y tela). Y es que el «Día de la Raza» en el contexto hispano no se refiere a una etnia sino a la raza nueva que surgió por causa de las alianzas que dieron vida a la Hispanidad.

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