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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las Edades del Hombre en Aranda de Duero

Ayer estuve visitando la que creo es la veinticinco edición de Las Edades del Hombre, acierto pleno de la Iglesia castellano-leonesa, secundada por instituciones civiles. En esta ocasión se está celebrando en Aranda de Duero.

No voy a insistir en lo del desafortunado cartel pues ya me referí a ello en otra ocasión. Ahora es momento de felicitarnos por una muestra más de Dios, eclesialidad y belleza. No estamos en días fáciles y las últimas exposiciones distan mucho de la apabullante inmersión estética y religiosa que supusieron varias de las primeras. Ahora mucho más recogidas y con muchas menos obras de arte, siguen sin embargo siendo muy merecedoras de la visita que nunca defrauda. 

Y eso que alguien se esfuerza en incluir en la exposición cositas que incluso sobraban en el museo local. Con ello no quiero prohibir la entrada al arte contemporáneo. Bienvenido sea si es arte y tiene algo que ver con la muestra. Nada que objetar a la Ültima Cena de Víctor Ochoa o a la custodia o el políptico de Granda. Pero unas cuantas cosas estaban de más y alguna era casi un insulto al visitante. 

Algunas piezas magníficas y bastantes muy dignas de verse. Quien como yo ha estado en casi todas las ediciones posiblemente tenga nostalgias del pasado. Los que se hayan incorporado recientemente al no tener elementos de comparación, saldrá encantados.

Animar a la Iglesia castellana que prosiga con esta magnífica labor de catequesis y a esperar a la próxima que todavía no sé donde será. Para la localidad que la albergue un premio gordo de la lotería.

Además de la religión y el arte hay en Aranda otro motivo que recomienda el vieje. El lechazo, el ribera, la morcilla, la ensalada, el pan… estaban de diez. Y por lo que vi con mucha oferta. La persona que me recomendó el sitio al que fuimos, El Pastor, acertó plenamente. 

Pese a ser un miércoles, bastante gente en las dos sedes de la muestra, Santa María y San Juan, en los locales de hostelería y en las calles. La gente muy amable, la ciudad limpia y hasta la temperatura buena, sin excesos. Bastantes curas y monjas a visitarla. Naturalmente lo digo porque iban identificados. Exteriormente. Como deben ir los curas y las monjas.

Concluyo animando a quien pueda a hacer una visita a Aranda. Vale la pena. Aunque no os esperéis algo extraordinarísimo.  

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