«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
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Teorías de la confirmación y un rato molto longo

9 de mayo de 2024

El director de LA GACETA, Antonio O’Mullony, llama a las teorías de la conspiración, «teorías de la confirmación». La expresión no necesita ningún tipo de desarrollo. Esta semana AstraZeneca anunciaba que deja de vender su ‘vacuna’ del covid… ¡porque provoca efectos secundarios! Coágulos, en concreto. No se podía saber. Pero no quiero yo aburrir a nadie hablando de algo que ya ha explicado magníficamente aquí José Javier Esparza.

Quiero hablar de otro tipo de confirmaciones. De los momentos que me confirman que, en tiempos oscuros, aún sé muy bien lo que es la alegría de vivir. Que me recuerdan cuánto tengo que agradecerle a Dios. Porque sin haber hecho ningún mérito soy, casi de nacimiento, creyente, antisocialista y del Real Madrid. Y además madre. Si es verdad que tiene favoritos, yo no soy, desde luego, de los que le caen peor. Es verdad que en los últimos tiempos ya sólo nos dan alegrías en público (a los que no vivimos psoeizados) Carletto y su plantilla. No quiero ni imaginarme los años que estarán pasando los antisanchistas del Barça, si eso existe, sin sus dos grandes figuras: Messi y Negreira.

El resto tampoco tenemos muchas cosas que celebrar en el día a día de un país corrompido y corrupto en lo político hasta el punto de Cristina Fernández de Kirchner parece una simpática señora un poco excéntrica al compararla con María Jesús Montero o Yolanda Díaz. Pero entonces un Madrid-Bayern milagroso y extraño nos recuerda a muchos la maravillosa sensación de ver alcanzar la victoria al que nunca se rinde. Y yo me voy a la cama optimista y sintiéndome una mezcla de la niña que se acostó una noche de 1998 emocionada por un gol de Mijatovic y todavía oyendo los gritos de celebración de sus padres, y la madre que soy y seré, que verá de nuevo un partido histórico con sus hijos el próximo fin de semana para saborearlo como merece. Y en medio de tanta euforia, me pregunto antes de dormir si no merecemos seguir soñando con victorias vitales además de deportivas. Si no he sido una débil tantas veces al pensar que ya me conformo con la supervivencia de España en vez de con su unidad.

Pensando en Wembley en junio, pero también en Gerona, Barcelona, Tarragona o Lérida este domingo. Donde igual que anoche Bellingham me hacía sonreír al verlo vivir lo que es el Real Madrid, catalanes con un sentimiento ya casi extinto de devoción a España pueden dibujarnos en la cara un gesto feliz a millones de compatriotas el próximo domingo. Si con su voto consigan arrebatarle escaños importantes al nacionalismo. Si nos hacen creer de nuevo que la libertad avanza, lenta, pero irremediablemente. Que todavía queda tiempo, en el minuto 87 o en 2024 tras 40 años de traiciones de socialistas y populares en una tierra que es tan mía como del forajido Puigdemont.

¿Y si es la hora de creer incluso que hay redención? Si Rüdiger le marcó en Champions al Madrid y luego nos dio, ya en el lado correcto de la historia, nuestro gol número 6.000, ¿no puede Cataluña volver a ser símbolo de España si alcanzamos el contexto político propicio para ello? ¿Llegará el momento de librarse de una vez de Pedro Sánchez como ayer lo era de obviar a un entrenador quejándose de un árbitro que le regaló media prórroga? ¿Y si VOX tiene, como sospecho, una importante cantidad de voto oculto? ¿Y si estamos comenzando una nueva etapa que implica volver al sentido común? ¿Y si queda, todavía, en este rato molto longo y aún más tétrico que es el despiece de nuestro país por siete votos, historia por hacer?

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