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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Multitudinario funeral en Madrid por Blas Piñar

En la iglesia de los Jerónimos

Naturalmente no doy cuenta de los funerales a los que asisto pues no rebasan el círculo de mi familia y amistades sin interés mediático. Sí voy a hacerlo del que se celebró ayer, a las 8 de la tarde en los Jerónimos por el alma de Blas Piñar. Por dos motivos, uno informativo de una misa importante por la multitud que congregó y otro malévolo por mi parte. Darle enlos morros a algunos cretinos que comparecen en el Blog.

Con las ideas políticas de Blas Piñar se podrá estar de acuerdo o no. Eso es cosa de cada uno y allá cada cual con lo que opine. Mi Blog no es político y no entra en eso. Pero cuando anuncié la muerte de Piñar, como católico cabal a lo largo de toda su vida, hubo imbéciles y resentidosque pretendieron negarle esa condición. De los que le odiaban desde el ateísmo, por sus posiciones políticas, no voy a hablar. Que esos den lecciones de catolicismo, desde su oposición y no pocas veces desde su ignorancia, no tiene el menor valor aunque no tenga el menor sentido. Lo que digo va por los trolls que se dicen católicos y se empeñan en demostrar en cuanta ocasión se les presenta su cretinismo. A Piñar se le podrán criticar sus ideas políticas por quienes no las compartan pero poner en duda su catolicismo, al que se entregó desde sus años juveniles sin la menor quiebra hasta su muerte, es algo así como negar que fue uno de los notarios más ilustres de España o tal vez el mejor orador que nuestra patria tuvo en la segunda mitad del siglo XX.

Y como católico de nota la Iglesia madrileña ofreció para su funeral uno de sus templos emblemáticos. Los Jerónimos. Mi mujer y yo llegamos a la iglesia con diez minutos de antelación. Un muro humano, de cientos de personas, impedía no ya el acceso al templo sino incluso acercarse a la puerta del mismo. Alguien me dijo que desde las siete y cuarto ya era imposible la entrada en la iglesia. La tarde había sido buena pero ya anochecido el frío era intenso. Cuatro grados marcaba el termómetro del coche. Probamos la puerta de acceso por el ábside, que pensé era más desconocida, y pudimos al menos ponernos a cubierto en la pequeña entrada. Como sardinas en lata. Como por allí tenían que pasar, camino de la sacristía, los sacerdotes que celebraron la misa, les pude contar. Treinta y ocho. Y en su inmensa mayoría sacerdotes jóvenes. Lo propio en un funeral de alguien que no era católico. Si es que la imbecilidad, cuando se desborda, no tiene límites.

La misa fue larga. Hora y media. Oída con absoluto respeto. Todos los que estaban a mi alrededor sabían lo que era una misa, en su actitud, sus respuestas, su participación en la comunión. Que fue interminable pese a estar repartida por numerosos sacerdotes.

Un funeral católico por un católico cabal. Nuestro pésame a la familia, me faltó Blas hijo, rodeado de multitudes,  pero se lo di a tu mujer, y Antonio, queridísimo amigo desde hace tanto tiempo, que me dijeron estabas con un gripazo monumental, al llegar a Carmen me emocioné. Mujer fuerte como las de las escrituras, apoyo permanente y admirado de tu marido, que seguramente fue lo que fue en buena parte por ser tú, Carmen, como fuiste. Hoy te falta aquí. Y se te notaba. Pero sabes, también se te notaba, que te espera allí. La multitud que te rodeaba me impidió darte un beso. Apenas puede ponerte la mano en la mejilla y decirte: Sabes que le quería. Y me contestaste: Y él a ti, Paco Pepe.

Funeral de un gran católico. De un católico cabal. Hermoso, sentido, compartido. Maravillosa creencia, dogma mas bien, el de la comunión de los santos. Ayer, muchos de los que estábamos, nos sentíamos así. Iglesia itinerante que tras el paso por la purgante queríamos llegar a la triunfante para gozar de Dios ya eternamente. Pedíamos a Dios que el paso por la intermedia de Blas Piñar fuera, en su misericordia, lo más breve posible.  Y si ya estás con Él, como pienso y deseo, tras tu purgatorio en la tierra, pide por nosotros, por tu familia, por tus amigos, para que un día nos encontremos allí. Y poder oír yo, una vez más de tus labios, lo que aquí tantas veces me llamaste: episcopólogo. 

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