«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Dos nuevos Santos

Día grande en la Iglesia. Dos nuevos Santos en los altares. Dos Papas contempráneos. De personalidad notable ambos. A uno prácticamente lo conocieron todos los católicos pues hace sólo 9 años que falleció. Del otro fallecido hace 51 años sólo los que ya han rebasado la sesentena tendrán conciencia vivida de él. Y se notaba en Roma. Nos han querido vender que Juan XXIII fue el comodín para canonizar a Juan Pablo II. Creo que más bien ocurrió todo lo contrario. La multitud de peregrinos acudió sobre todo por el Papa Magno y no por el Papa Bueno. Sólo los nostálgicos de un Concilio que no fue han mantenido un culto que es mucho más a unas ilusiones frustradas que a San Juan XXIII. Entiéndaseme lo que quiero decir. No que el Vaticano II no fue un Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica. No abrigo la menor duda sobre que lo fue. Lo que que digo es que no fue el Concilio por el que suspiraban los demoledores de la Iglesia. Y eso es lo que algunos demoledores, cada vez menos porque muchísimos de ellos ya han dejado este mundo, nos siguen queriendo vender.

Una multitud, no voy a entrar en cifras, abarrotaba la Plaza de San Pedro, la Via della Conciliazone y supongo que las calles aledañas. Nunca vi un lleno así. Y cuatro Papas presentes, los dos canonizados, el Papa actual y el emérito. Benedicto XVI muy viejecito pero bien aparentemente. Francisco le saludó al llegar y al partir. Me alegró mucho verle. Pâra mí es el gran Papa de mi ya no corta vida. Y he conocido a siete. Con conocimiento pleno de todos. Quiero decir que no tenía tres años, sino dieciocho, cuando falleció Pío XII. Benedicto XVI fue sin duda el más intelectual de todos. Y el menos mediático. Tal vez por tímido no estaba en su medio entre multitudes, Cosa que dominaban los dos canonizados hoy y domina  el canonizante. Y es que el Papa sabio es también el Papa humilde. Lo fue en su ejercicio del ministerio petrino y lo es ahora como emérito. Viejecito, encogidito, con esa sonrisa tierna y cautivadora con la que parece querer hacerse perdonar su presencia.

A Francisco le vi físicamente algo mejor que las últimas veces.Tampoco quiero decir que en ocasiones anteriores le viera mal, simplemente renqueante, con alguna dificultad respiratoria, necesitado de ayuda para subir y bajar las gradas del altar. Hoy me pareció que eso se le notaba algo menos. Si fuera así me alegraría mucho.

Su homilía fue discreta. Se las oí mucho mejores. Por ejemplo la de la misa crismal de este año que fue excelente. La de hoy no es como para releerla y saborearla. Estuvo simplemente bien. Nada más. Algún canto pareció seguirlo con los labios. No es habitual en él. El palio, muy mejorable. Arrugado, como de tela de mala calidad. Ya sabemos que al Papa no le gustan las ostentaciones, los bordados, los encajes… pero estamos hablando de un gasto adicional en la tela de diez o veinte euros. Le recuerdo, no hace mucho, con una estola morada que ni el párroco más pobre de una iglesia rural. Ya sé que son nimiedades pero a un hijo, y como tal me siento, no le gusta ver a un padre desastrado. La misa, como siempre, la celebró con notable recogimiento. No hay la menor duda de que cree en lo que hace.

La retransmisión con los defectos de siempre. Mil anécdotas, casi todas contadas ya innumerables veces y que dan la impresión de que los locutores pretenden mucho más darse importancia ellos que acercarnos el acto. Me hubiera gustado oír el canto del Evangelio en griego, aunque no entendiera nada, que nos dijeran quienes eran las personalidades que iban llegando al acto, los nombres de los cardenales que salían en la pantalla… y no que el Papa estornudó tres veces cuando viajaba en avión a no sé que sitio, si una vez en una excursión en la montaña se bebió una cerveza que le ofreció un montañero que por allí pasaba o si unos jóvenes que le aclamaban con un ¡torero ¡torero! el Papa entendió que quienes gritaban eran de Toledo.

Las cámaras recogieron con frecuencia escenas del público en actitud no pocas veces de notable piedad. El dificilísimo latín era contestado o cantado mayoritariamente. Supongo que no serían españoles. Y ya lo de cantar el Veni Creator inimaginable en nuestros compatriotas. No creo que lo conozca ni la mayoría de nuestro clero. Pues había gente, entre la multitud, que lo cantaba. La comunión muy mayoritariamente en la boca. Los cocelebrantes principales fueron los cardenales Sodano y Re. El primero está espléndido a sus 86 años, Re, seis años más joven, también parece encontrarse bien. Para un acto de tanta trascendencia eclesial parece que Francisco quiso que le acompañaran los dos cardenales que oficialmente preceden a los demás por el orden. Entre Sodano y Re estaría Etchegaray pero hace tiempo que está desaparecido. No me moesta nada su desaparición, más bien me molesta verle.

Nuestros reyes tuvieron escasísima presencia mediática. Cuando el Papa saludó, al fin de la ceremonia, a las representaciones oficiales, los Reyes de España comparecieron en segundo lugar. Tras el presidente de la República Italiana, Napolitano, y su mujer. El presidente de Italia, a su llegada, se acercó a saludar a Benedicto XVI con quien tuvo unas palabras al parecer muy cordiales.

La Reina de España, de blanco, prerrogativa de las Reinas católicas, con peineta y mantilla del mismo color estaba verdaderamente elegante. Dobló la rodilla para saludar al Papa. También me pareció ver de blanco a Paola de Bélgica y a la Gran Duquesa de Luxemburgo. Pocos doblaron la rodilla ante el Papa, más mujeres que hombres y más negros que blancos. Algunos más le besaron la mano, también más negros que blancos. Y algunos hasta se hicieron una fotografía con el Papa con sus teléfonos. Creo que eso se llama selfie pero no estoy muy seguro. La personalidad que chupó más cámara fue sin duda el presidente del Ecuador, Correa. Tal vez por haber sido ese país el que regaló las flores que adornaban el altar. Y me quedé impresionado de como el ecuatoreño seguía la misa. De modo ejemplar. Después de la comunión era el único que estaba arrodillado. No vi, no quiero decir que no estaba, sólo que no le vi, al copríncipe. Que en actos de este tipo prefiere estar entre las autoridades y no entre los obispos.

Por último quiero referirme a algo que me parece verdaderamente penoso y que se da con frecuencia en los comentarios del Blog. El prurito de algunos de arrogarse el papel del Papa en las canonizaciones. Sólo es santo quien a mí me parece que lo es. Y si el canonizado no me cae bien pues eso no es una canonización sino una chapuza y hasta es posible que un engañabobos sacrílego. A esos extremos llegan quienes se creen más católicos que nadie, por supuesto más que el mismo Papa, y que deben pretender que antes de canonizar a nadie el Papa les pida el placet para declarar la santidad de cualquiera.

Hay millones y millones de santos en el cielo. Recordamos a todos el 1 de noviembre. Otros, muchísimos menos, la Iglesia los elevó a los altares y nos los propone para que sean venerados, intercesores ante Dios y ejemplos a seguir. De la mayoría de ellos los católicos ni recordamos sus nombres y mucho menos sus vidas. Nadie tiene obligación de encomendarse a San Tal o San Cual. Pero de ahí a odiarles, que es odio el que algunos manifiestan media un abismo que ningún católico debería intentar franquear. Y si alguno me dice que lo suyo no es odio, tampoco el desprecio que muestran es católico. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Reina de todos los Santos le decimos a la Virgen. Santos y Santas de Dios, rogad por nosotros rezamos en las letanías. Que no rece el que quiera a San Juan XXIII, a San Juan Pablo II, a San José María Escrivá… No hay obligación de ello. Se puede ser muy buen católico e incluso santo sin jamás encomendarnos a ellos. Como a San Francisco de Asís o a San Ignacio de Loyola. Pero negarles la santidad que la Iglesia les reconoce me parece un caso más de soberbia y de libre examen. Sólo son santos quienes yo diga. Y tan panchos que se quedan. Dando además lecciones.

San Juan XXIII, San Juan Pablo II, rogad por nosotros, rogad por la Iglesia.  

 

  

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