Begoña, primera dama y patrocinadora de postín estatal. La prensa va publicando, como un folletín que atrapa por su morbo, papeles comprometidos de la señora. Y yo, al leerlos, me conmuevo con esta pareja, los Sánchez. Porque es ya difícil encontrar hoy día un ejemplo tan vivo y esplendoroso de dos medias naranjas.
¿Papeles para todos? La Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la regularización de los 500.000 inmigrantes ilegales, que va a tramitarse en el Congreso con el apoyo de PSOE y PP, ha provocado una primera reacción de los comentaristas. Pueden leerse emocionados cantos al perdido «consenso» (el sueño de la gran coalición fue sepultado por Sánchez) y argumentos sobre la siempre agradable sensación de sentirse solidario. Incluso han aparecido opiniones alegrándose de que una iniciativa popular alcance el templo de la soberanía. Es el tema de los bonitos referéndums (en Italia, donde llevan celebrados 78 desde 1946, acabaron hasta las narices), artefacto que algunos presentan cual pureza democrática. Luego está el silencio atronador: las consecuencias socioculturales del fenómeno inmigratorio, hablamos del musulmán. Invito a echar una ojeada a suburbios franceses donde la República ha prácticamente desaparecido. Y si queremos entrar en el espinoso asunto de la delincuencia, que algún periodista madrileño se venga una semana a Barcelona, alojándose, eso sí, en el Raval multicultural. El argumento de fondo y peso es el que trasladan los empresarios (no los autónomos ni los pequeños emprendedores). Hugues resume así: «Los inmigrantes ilegales son, para las élites, ejército precarizador de reserva, futuro ejército electoral para los partidos y ejército para una vuelta de tuerca al victimismo woke para su corruptísimo entramado cultural».
Nostalgia de Al-Ándalus. Enrique Santiago es diputado en Cortes, secretario general del PCE y miembro de Sumar. Fue secretario de Estado, pero la guerra civil del rebaño yolandista con Podemos hizo que la entonces ministra Belarra lo fulminara del cargo. Cosas de la nomenklatura chupi. De todos modos, como incansable militante, suelta de vez en cuando sus sentencias tuiteras. Quizás, tras ser purgado del ministerio, se deja llevar por aquella máxima de Lenin, «salvo el poder, todo es ilusión». Esta semana, movido por el rancio anticlericalismo, nos obsequia con un mensaje de tal tono melancólico: «Es evidente que la mezquita de Córdoba no la construyó la Iglesia Católica. Si está inscrita a su nombre es porque se la han apropiado indebidamente. En este país ha habido una legislación escasamente democrática y eso es lo que tenemos que corregir». Sólo recordar que la mezquita fue levantada en el lugar de una basílica cristiana, la de San Vicente Mártir.
Un dato. Al Gobierno no le interesa que haya información (proteína de la verdad, vitamina de la libertad) sobre ciertas cuestiones. Y a algunos grandes medios, tampoco. Resulta más fácil y efectivo airear las utilísimas etiquetas: racismo, xenofobia, ultraderecha, fascismo. LA GACETA trae este escalofrío demoscópico: «Casi la mitad (46%) de los musulmanes que viven en Reino Unido simpatizan con los terroristas de Hamás, mientras que sólo el 24% considera que el grupo terrorista islamista cometió asesinatos y violaciones en el ataque indiscriminado contra la población israelí el pasado 7 de octubre».
Paseo por Venecia. Con el caloret primaveral que llega renuevan las televisiones la matraca del ecologismo ideológico. Se multiplican, así, los avisos de catástrofes venideras: sequía, calentamiento de los polos, hambrunas, desaparición de islas paradisíacas, alguna ballena muerta, terremotos, tsunamis (ay). Es como si estuvieran deseando que se produjeran. La inevitable ministra de sanidad, que debe aburrirse mucho por falta de competencias, nunca defrauda. Esta semana ha estado haciendo turismo político en Venecia y nos trae la siguiente reflexión: «Estamos llevado nuestras vidas y nuestro planeta más allá de sus límites, en la búsqueda de un crecimiento infinito imposible de alcanzar. No podemos seguir midiendo nuestro progreso con el PIB». Me he entretenido en cotillear el patrimonio declarado de la señora y percibo una leve contradicción entre mensaje y trayectoria vital. En todo caso, el propósito no sería la ejemplaridad, sino llevar al país a la pobreza.
Y Ramirez cogió su Cetme. Con el despertar imperial ruso, tras más de treinta años desde la descomposición soviética, suenan tambores de guerra en Europa. Una necesidad de reestructurar su defensa para los tiempos que se anuncian. Así, el servicio militar obligatorio podría volver (hay países, como Alemania o Francia, que debaten la implantación). En España, Aznar le concedió a Pujol su abolición a cambio de apoyo parlamentario. Era esa una institución que nacionalizaba a la gente con sus destinos cruzados (turismo castrense de cantina, sargento y guardias nocturnas) y enseñaba a los muchachos disciplina ibérica. Aunque también provocaba resistencias culturales: Historias de la puta mili o el cuñado pelma que seguía contando batallitas cuarenta años después.