El 28 de septiembre de 2016, coincidiendo con el Día Mundial del Aborto Seguro, el Consejo emitió una nota en la que demandaba la legalización del aborto en todos los países del mundo
Tal y como ya ha relatado La Gaceta, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha retirado a su país del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Los motivos son claros y, realmente, pueden reducirse a dos: por un lado, el afrentoso trato que dispensa la institución al Estado de Israel – único régimen democrático de Oriente Medio – y, por otro lado, su incapacidad para defender con tino los derechos humanos por todo el orbe.
A modo de contextualización, cabe señalar que el Consejo de Derechos Humanos se define – y esta definición almibara una amarga realidad – como un organismo intergubernamental ‘encargado de fortalecer la promoción y protección de los derechos humanos en todo el mundo y para hacer frente a situaciones de violaciones de los derechos humanos y formular recomendaciones sobre ellos’.
Sin embargo, la descripción dista mucho de ser verdadera. No en vano, la institución supranacional no protege los derechos humanos en abstracto, sino que tiene como objetivo imponer un proyecto ideológico concreto. Sólo así se explica, por ejemplo, su infatigable promoción del aborto y de la ideología género en todos los países del mundo.
El 28 de septiembre de 2016, coincidiendo con el Día Mundial del Aborto Seguro, el Consejo emitió una nota en la que demandaba la legalización del aborto en todos los países del mundo: ‘La penalización del aborto y la denegación de proporcionar un acceso adecuado a servicios para la interrupción de un embarazo no deseado son formas de discriminación basadas en el sexo’. Esto es especialmente importante, pues Estados Unidos ha criticado en repetidas ocasiones la costumbre de la ONU de presentar el aborto como un simple medio de planificación familiar.
La composición del Consejo
El exiguo compromiso del organismo subsidiario de la ONU con los derechos humanos es demostrado por su misma composición actual (47 Estados). De esta manera, forman parte de él ingentes países tiránicos tales como Arabia Saudí (donde la libertad religiosa es inexistente y la libertad política, una entelequia), China (donde el Estado está en manos de un único partido político), Venezuela (donde un tirano oprime a una sociedad civil que muere de hambre) o la República Democrática del Congo (donde los derechos humanos son pisoteados a diario).
En los albores de este año 2018, Estados Unidos ya manifestó su descontento con la presencia de Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos. Lo hizo a través de su embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley: ‘Los países miembros del Consejo deberían tener unos estándares de derechos humanos al más alto nivel’, señaló entonces.
¿Qué supone la salida de Estados Unidos?
A priori, la salida de Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos no tendrá repercusión alguna. Su mandato expira en el año 2019 y, al fin y al cabo, es un país más que hasta ahora no se ha dedicado sino a criticar las acciones del organismo. Sin embargo, lo cierto es que la ausencia del país norteamericano reduce su legitimidad.
Por otra parte, la decisión de Trump revela – si se toman en consideración las acciones previas del Gobierno – un cambio en la política exterior norteamericana: el republicano desea abandonar el multilateralismo imperante en el mundo hodierno y regresar al antañón bilateralismo, basado en la soberanía nacional y más beneficioso para la consecución de los intereses nacionales.