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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Apoyo con reservas e incógnitas para el kirchnerismo

«Las elecciones legislativas “de medio término” que tuvieron lugar el 13 de agosto sirven como termómetro político de la coyuntura argentina».

En Argentina nada termina cuando parece que se acaba. Inusual como en muchos otros aspectos, el país sudamericano implementó, en el año 2009, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO): un engendro electoral que obliga a todos los ciudadanos a asistir a las urnas, para definir quiénes podrán participar como candidatos en las siguientes elecciones. En resumen, todo aquel partido (o frente de partidos) que alcance el 1,5% del padrón, podrá presentar su candidatura. El argumento de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner (quien, como candidata, optó por no votar en las PASO del domingo pasado) fue que el novedoso mecanismo impulsaría la participación política de los argentinos.

En esta ocasión, las elecciones legislativas “de medio término” que tuvieron lugar el 13 de agosto sirven como termómetro político de la coyuntura argentina. Esta sensación se refuerza al advertir que muy pocos partidos presentaron listas alternativas; en definitiva, los argentinos presenciaron un simulacro de los comicios de octubre.

Contados provisoriamente los votos (los resultados finales se conocerán, de acuerdo a la ley, de aquí a veinte días), pueden esbozarse algunas conclusiones.

El presidente Mauricio Macri obtiene oxígeno para su gestión. En una gestión complicada por el complejo legado de doce años de administraciones kirchneristas, la coalición oficialista Cambiemos presentó estas elecciones como un referéndum sobre el apoyo al gobierno.

La oferta de Macri a los argentinos se resume en que el país austral atraviesa un período de zozobra (producto de la “herencia recibida”), pero el gobierno va por la buena senda. La apuesta dio resultado. Los máximos dirigentes de la fuerza de centroderecha salieron a pelear voto a voto, incluyendo a sus máximos referentes como la histórica diputada Elisa Carrió (candidata en la Ciudad de Buenos Aires) y María Eugenia Vidal (gobernadora de la provincia de Buenos Aires), quien ni siquiera era candidata.

La exposición mediática dio sus frutos: el gobierno ganó en la Ciudad de Buenos Aires (bordeando un aplastante 50% de los votos), Córdoba (segundo distrito electoral del país), Mendoza, La Pampa, San Luis (histórico reducto del efímero presidente Adolfo Rodríguez Saá y su familia) y Santa Cruz (la provincia kirchnerista por excelencia, envuelta en graves conflictos sociales desde principios de 2017), con una caída -por poco margen- en Santa Fe. En el principal escenario político argentino, la provincia de Buenos Aires, se vislumbra un empate técnico entre el kirchnerismo y el oficialismo.

El kirchnerismo pierde fuerza, pero no desaparece. La fuerza política que gobernó la Argentina entre 2003 y 2015 y tejió alianzas con presidentes latinoamericanos como Hugo Chávez, Evo Morales, Lula da Silva o Rafael Correa vio reducido su poderío a algunos distritos de la vital provincia de Buenos Aires y exhibió una total irrelevancia en el resto del país, incluyendo su bastión histórico de Santa Cruz (donde gobierna desde 1991). Esto -que puede sonar como una caída fatal- es relativo, ya que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) mantiene su popularidad en los sectores más desfavorecidos del territorio y obtiene más de tres millones de votos en el distrito electoral más importante del país. En una situación de “empate técnico” con el ex ministro de Educación del gobierno de Mauricio Macri -Esteban Bullrich- Fernández de Kirchner denunció manipulaciones en el escrutinio oficial y ve estos resultados como un trampolín hacia una nueva candidatura presidencial, en 2019.

Sergio Massa, perdedor. Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner en el bienio 2008-2009 y diputado nacional desde 2013, Massa se diferenció del kirchnerismo al presentar su Frente Renovador, aglutinando a algunas figuras políticas de relevancia, como el ex ministro de Economía (2002-2005) Roberto Lavagna, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires (2002-2007) Felipe Solá y la diputada Margarita Stolbizer, con fama de implacable cazadora de corruptos y buena imagen pública. Luego de obtener el tercer lugar con un 21% en las elecciones presidenciales de 2015, Massa obtuvo un magro 15,53 % en las primarias del domingo pasado, viendo peligrar seriamente sus chances de convertirse en senador por la provincia de Buenos Aires, en octubre.

Evidentemente, todo puede cuando tengan lugar las elecciones definitivas, dentro de dos meses.

Argentina, siempre interesante y nunca aburrida.

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