En su más de año y medio de mandato, Trump ha dejado en ridículo muchas de las acusaciones que lanzaron contra él. La de antisemitismo queda reducida al polvo con este audaz movimiento. ¿Quizá en exceso?
Como ya es costumbre en él, Donald Trump anunció el gran evento en Twitter, especificando qué cadena lo iba a cubrir en riguroso directo: «La apertura de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén la cubrirá en vivo @FoxNews & @FoxBusiness. Los preparativos del evento a las 9:00 A.M. (este) ya han comenzado. ¡Un gran día para Israel!».
Para Israel están siendo, de hecho, buenos todos estos últimos días, empezando por la denuncia por Estados Unidos del tratado nuclear con Irán -inmediatamente seguida por una ofensiva israelí contra Siria-, siguiendo por la victoria de la representante de Israel en el Festival de Eurovisión y culminando con el viejo sueño de ver la embajada de su viejo aliado y valedor abriendo en lo que consideran su ‘capital eterna’. ¡Y en el septuagésimo Día de la Independencia!
Pero el resto del mundo no lo ha visto con tanto optimismo, empezando por los palestinos, que también tienen a Jerusalén por capital de su ‘autoridad autónoma’. De hecho, los fastos han coincidido con la esperable protesta en Gaza, que se ha saldado, por el momento, con 58 muertos a manos de las fuerzas israelíes y 1.700 heridos.
El presidente norteamericano, mientras, ha grabado un mensaje de vídeo para anunciar tan magno acontecimiento (la apertura de la embajada, no la masacre):
«Estados Unidos se convirtió durante la Presidencia de Harry Truman en la primera nación en reconocer el Estado de Israel. Hoy abrimos oficialmente la embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Ha sido un largo tiempo de espera.
Casi inmediatamente después de declarar su condición de Estado en 1948, Israel designó la ciudad de Jerusalén como su capital. La capital del pueblo judío establecida en tiempos antiguos. Tan importante.
Hoy, Jerusalén es sede del Gobierno de Israel. Es sede del parlamento israelí y del tribunal supremo israelí y del primer ministro y el presidente israelíes. Israel es una nación soberana con el derecho, como cualquier otra nación soberana, de determinar su propia capital.
Y, sin embargo, durante muchos años hemos sido incapaces de reconocer lo obvio: la evidente realidad de que la capital de Israel es Jerusalén. El 6 de diciembre de 2017, siguiendo mis instrucciones, Estados Unidos por fin reconoció oficialmente Jerusalén como la verdadera capital de Israel. Hoy culminamos este reconocimiento abriendo nuestra embajada en la tierra histórica y sagrada de Jerusalén. Y la inauguramos muchos, muchos años antes de lo previsto.
Como dije en diciembre, nuestra mayor esperanza es la paz. Estados Unidos sigue plenamente comprometido con la facilitación de un acuerdo de paz duradero, y seguimos apoyando el statu quo de los santos lugares de Jerusalén, incluyendo el Monte del Templo, también conocido como Haram al-Sharif.
Esta ciudad y la nación entera es un testimonio del espíritu inquebrantable del pueblo judío. Estados Unidos siempre será un gran amigo de Israel y socio suyo en la causa de la libertad y la paz. Deseamos buena suerte al embajador Friedman en su toma de posesión de esta hermosa embajada en Jerusalén, y extendemos una mano en amistad con Israel, los palestinos y todos sus vecinos. Que haya paz. Que Dios bendiga esta embajada. Que Dios bendiga a quienes trabajan en ella. Y que Dios bendiga América. Gracias».
En su más de año y medio de mandato, Trump ha dejado en ridículo muchas de las acusaciones que los medios y sus oponentes lanzaron contra él a un ritmo implacable. La acusación de rusofilia, pese a esa ‘trama rusa’ que se mantiene en una absurda respiración asistida, quedó destrozada al aumentar las sanciones contra Rusia, expulsar decenas de diplomáticos rusos y bombardear al mayor aliado de Moscú en el Mediterráneo, Siria. La acusación de aislacionismo quedó destruida en ese mismo momento. Pero quizá la más absurda de todas, la de antisemitismo -pese a tener nietos judíos-, si resistió la formación de uno de los gabinetes más poblados de judíos de las últimas administraciones, queda reducida al polvo con este audaz movimiento. Quizá, incluso, en opinión de no pocos observadores, en exceso.