Con el ataque terrorista de Hamás contra Israel, lanzado desde la Franja de Gaza el pasado fin de semana, ha surgido un debate sobre la vinculación entre la Autoridad Palestina y el movimiento terrorista Hamás. Sin embargo, Palestina y Hamás no son estrictamente lo mismo. Este movimiento terrorista es un grupo de fanáticos religiosos de tendencia salafista —de la escuela sunita— que busca la expansión religiosa del Islam. Su lucha, por tanto, es un asunto de fe.
Por el otro lado, dentro del pueblo palestino hay división de opiniones sobre el radicalismo de este movimiento terrorista. Muchos apoyan la autoridad de Hamás, mientras que otros claman por la paz y la convivencia en una región propensa a la violencia. El caldo de cultivo del Islam está presente en la región desde hace siglos, y las Naciones Unidas lo alimentaron tras la Segunda Guerra Mundial.
El 15 de diciembre de 1988 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 43/177 y desde entonces Palestina es una región independiente. A finales de aquel año más de 80 países ya habían reconocido internacionalmente esta declaración de independencia. El conflicto estalló entonces en Oriente Medio, con una dura oposición de Israel. Pero poco a poco se han ido sumando países a la lista que pretende legitimar la existencia de Palestina: del territorio, pero no de los asesinos que hoy ocupan el poder.
Entre los países que apoyaron a Palestina desde la aprobación de la resolución, no resulta sorprendente encontrar a Argelia, Marruecos, Cuba, Arabia Saudí, Egipto, Turquía, China, India, Corea del Norte o Pakistán. En general, los miembros de la Liga Árabe cerraron filas con el nuevo estado islamista. Tras varias décadas el apoyo a Palestina ha cruzado el charco hasta llegar a los estados Iberoamericanos como Venezuela, Argentina, Brasil o Bolivia.
Desde el principio también han existido, sin embargo, numerosos países que se han negado a reconocer la legitimidad de Palestina. Es el caso de Israel, a pesar de que durante años algunas autoridades contemplaran la opción de crear dos estados independientes como solución al conflicto territorial, político y religioso de la región. Pero sin coexistencia nunca llegará la convivencia.
Estados Unidos, mayor aliado internacional de Israel, tampoco reconoce a Palestina, y a esta lista se suman Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Japón, Canadá, México o Suiza. Esta negativa, sin embargo, no implica la no existencia de un estado palestino, sino el rechazo a la actual forma de Autoridad Palestina, usurpada por los terroristas de Hamás en Gaza y los islamistas radicales de Al Fatah en Cisjordania.
Desde la llegada de la democracia, España se ha mantenido al margen del conflicto. Los gobiernos de alternancia entre PSOE y PP nunca han manifestado grandes declaraciones, más allá de reclamar permanentemente una solución diplomática para las tensiones entre Israel y Palestina. Mientras que las relaciones con las autoridades israelíes han gozado siempre de plena normalidad, España también ha sabido cuidar el cauce de comunicación con la Autoridad Palestina. Unas relaciones que, según el Ministerio de Exteriores, «se pueden calificar como excelentes».
Este bilateralismo audaz e individualizado quedó de manifiesto en 2012. Tras una votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Gobierno de España manifestó «que la creación de un Estado palestino independiente, soberano, democrático y viable es un elemento clave en la solución del conflicto y tendrá efectos beneficiosos para la seguridad y el bienestar de Israel». En otro comunicado, difundido por el Ministerio de Exteriores en 2017, España recordó que «la mejor forma de garantizar las aspiraciones de las dos partes es la solución de los dos estados, Israel y Palestina, viviendo juntos en paz y seguridad».