El número de ejecuciones a nivel global alcanzó el año pasado su punto más elevado desde 2015, con un total de 1.518 personas ejecutadas en 15 naciones, según revela el informe anual de Amnistía Internacional.
Este incremento, que supera las 1.634 ejecuciones registradas hace nueve años, estuvo liderado principalmente por tres países de Oriente Medio: Irán, Arabia Saudí e Irak, que en conjunto sumaron 1.380 casos, representando una abrumadora mayoría del total conocido.
Irán, con al menos 972 ejecuciones, se mantuvo como uno de los principales ejecutores, incrementando en 119 el número respecto al año anterior. Arabia Saudí, por su parte, duplicó sus cifras al pasar de 172 a 345, mientras que Irak mostró un aumento aún más drástico, al casi cuadruplicar sus ejecuciones de 16 a 63.
Estas estadísticas no incluyen a China, que se estima sigue siendo el líder mundial en aplicación de la pena capital, ni a Corea del Norte y Vietnam, donde también se presume un uso extensivo de esta práctica, aunque los datos oficiales permanecen opacos.
El informe destaca que, a pesar del alza en las cifras, 2024 marcó el segundo año consecutivo con el menor número de países ejecutores desde que se tiene registro, lo que sugiere una concentración de esta práctica en un grupo reducido de naciones.
En la misma línea, en países como Irán y Arabia Saudí, la pena capital se ha convertido en un arma para acallar a defensores de derechos humanos, opositores políticos, manifestantes y minorías étnicas.