¿Donde se ha “deslocalizado” la política exterior norteamericana? Durante la campaña electoral, el ahora presidente renunció a las numerosas y desastrosas guerras de intervención en las que las administraciones Bush y Obama metieron a los EEUU. Ahora su renuncia de la política anti-intervencionista constituye una novedad.
Ya no dice que la OTAN es una organización obsoleta sino que lleva tropas a los Estados bálticos, en su frontera con Rusia. Incluso su Secretario de Defensa Rex Tillerson, otrora “amigo” de Rusia, amenaza con no levantar las sanciones a Rusia hasta que no deje de amenazar a Ucrania. Por otro lado, la demonización de Putin continúa.
Entre los logros de Trump están los 59 misiles lanzados -y aplaudidos por la prensa- a una base Siria, supuestamente a causa del uso de armas químicas por parte del ejército de El-Assad, y la superbomba MOAB, arrojada en Afganistán. Por supuesto, la “amenaza” de Irán está sobre la mesa: Tillerson dice que “desestabiliza” toda la región y Trump se queja de que no cumple el acuerdo de 2015. Y eso que Irán, aliado de un régimen sirio reconocido por la ONU, combate al ejército de Al-Qaeda y el ISIS. Esto es exactamente lo contrario de lo que hacen los EEUU, Arabia Saudí y Turquía, que han estado apoyando y armando de los rebeldes desde el principio, como contribución al caos general de la región. En el Yemen, esa desastrosa güerra de la que nadie habla, las hostilidades continúan con el apoyo de la U.S. Navy.
¿Se ha convertido Trump al “Partido de la Guerra”? Quizás sus decisiones puedan apreciarse a más largo plazo y el balance sea finalmente positivo. Quizás también este librando una guerra soterrada contra ciertos “lobbies” y eso que ahora los pedantes han denominado el “deep state”. Pero de momento, la Agenda de los EEUU parece ser que el peligro en Oriente Próximo no es Al-Qaeda y el ISIS, sino Al-Assad y sus aliados Rusia e Irán, a los que hay que aplastar para “democratizar” la región. Es difícil imaginar una política exterior más insensata que, por si fuera poco, se complementa con un peligroso juego en Corea del Norte y un cortejo de China en detrimento del aliado tradicional taiwanés. . Esto no es, desde luego, lo que votaron los norteamericanos, hartos de guerras absurdas e innecesarias.
En cambio el Partido de la Guerra va viento en popa: Bibi Netanyahu, los neoconservadores, los saudíes y las otras satrapías del Golfo, generales cuyo patriotismo es directamente proporcional a su ignorancia y estupidez políticas (a petición del mando iraquí se avecina otro nuevo “surge” allí) y senadores tan necios como John McCain o Lindsey Graham. Toda esta gente no ha reflexionado un ápice sobre el hecho de que son los EEUU, no Irán o Rusia, los que se han empantanado en Iraq -uno de los errores estratégicos más importantes de los tiempos actuales- y los que han gestado y organizado el desastre en Libia lo mismo que el conflicto en Ucrania. Nada les vale. Ninguna guerra es suficiente si al final llega la “democracia”. Pero, ¿ganarán al final para desgracia del mundo?
Esperemos que la cosa cambie porque no creo, sinceramente, que pueda traicionarse impunemente lo que votaron los estadounidenses, convirtiéndose en un republicano convencional. De momento, aparece cada vez más claro que una nueva guerra consumirá la presidencia de Trump antes de que pase su mandato.