«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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8M, este año tampoco vamos

4 de marzo de 2023

No soy de manifestaciones, es cuestión de forma de ser. Ni siquiera de aquellas con cuya causa simpatizo. Aborrezco las multitudes de tal manera que odio la playa en verano, la Puerta del Sol en Navidad y Sevilla en Semana Santa. Soy asocial. Den por descontado que no sería la del megáfono diciendo: «No somos machos, pero somos muchas», ni cualquier otra cosa. No me pega. En realidad, en este aspecto me parezco mucho a Lilith Vestrynge con su nannana publicana, pero sin publicana, por supuesto. Lilith y yo no hemos nacido para gritar consignas.

Comprenderá pues el lector que el último lugar donde me verá nadie será en un 8M. Las manifas de «nos va la vida en ello», «sola y borracha quiero llegar a casa» –glorioso e inolvidable leitmotiv que todas queremos para nuestras hijas–, están en mis antípodas ideológicas, psicológicas y educacionales, y ahora que se les ha añadido esa cosa de la batucada me producen incluso migraña preventiva.

El lema elegido este año por nuestras femiloquesean nos devuelve a la casilla de salida como si fuera el Juego de la Oca fechado el uno de enero de mil novecientos y en la que se lee: «Barriendo el patriarcado». En el cartel aparecen varias manos de mujeres con fregonas y escobas. Llámenme malpensada, pero ¿a ver si es que este feminismo del siglo XXI odia a la mujer? Apuesto lo que sea a que soy la primera a la que se le ocurre esta loca posibilidad. Denle una vuelta, pero yo no le encuentro otra explicación a sus comportamientos ni a sus leyes.

A los hechos me repito, que diría aquel. Legislan para proteger a las mujeres con un resultado, a estas horas, de más de 700 agresores sexuales con las penas rebajadas y casi 100 en la calle antes de tiempo. Y la Banda de la Tarta opina que es una ley estupenda porque ellas, que no son de natural rencorosas, no le dan importancia al carácter punitivo de la ley. De eso se reía Pam a carcajadas en su aquelarre: «oye, si ya ha violado, qué más dará que esté más meses en la cárcel o no». Por supuesto, un tipo viola una vez en la vida y se le pasan las ganas de por vida. Es todo muy gracioso.

Si seguimos con Pam, fuente inagotable de estulticia, esta semana mostraba su inmensa preocupación porque a la mayoría de las mujeres nos guste más disfrutar de la sexualidad acompañadas de varón con todos sus complementos –los del varón– y no la solosexualidad que tanto le gusta a ella. ¡Y se alarma! ¡Y se enfada! Perdona, Pam, nuestras rarezas. Sí, nos gustan los hombres, porque además del placer momentáneo, que no debes despreciar tan a la ligera, existe algo maravilloso que es la intimidad, la complicidad, el amor, el antes y el después, la vida en común. Porque en algo tienen que tener razón los franceses, querida, ¡vive la différence!

Así pues, numeritos aparte, es evidente que todas estas ideas estrafalarias que ellas tienen por exóticas y muy modernas –ninguna lo es– ya no engañan a casi nadie. Todos sabemos que es el modo de hacer dinero lo más rápido posible porque no se van a ver en otra. De ahí la diarrea legislativa sin importar las vidas que estas amorales se lleven por delante, todo permitido por el infame Sánchez mientras necesite sus votos.

No, este año tampoco vamos.

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