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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¡Alcántara es un grito!

20 de julio de 2016

Por Juan María Silvela Miláns del Bosch

A principios de 2013, el músico Miguel Ángel Cantera Escribano terminaba de componer un bellísimo himno-canción en homenaje al Regimiento de Caballería Alcántara que tituló: Centauros de Alcántara. A esta Unidad se le acababa de conceder, después de 91 años (1/VI/2012), la Laureada Colectiva por su actuación heroica durante las jornadas del 22 de julio al 9 de agosto de 1921 en la zona oriental del Protectorado de Marruecos. Su protección de la retirada del Ejército de la Comandancia General de Melilla de Annual a Dar Drius y de este campamento al acuartelamiento de Monte Arruit fue un servicio prestado en circunstancias tan adversas que, como dijo el poeta, brotó  la flor de lo imposible (verso final de la primera estrofa de la oda: El escuadrón de la locura de Blanco Belmonte dedicada también al regimiento).

Cantera, director de la Banda Municipal de Palencia, para su inspiradísima obra Centauros de Alcántara, de estructura transversal y con intercalación de notas del Himno de Caballería, utilizó como letra frases y versos de la citada oda, cuyas dos últimos estrofas exclaman:

¡Al paso …!  Los corceles no pueden ir al trote.

¡Al paso …!  La jornada su horror sublime alarga.

¡Al paso …!  Como nietos del loco Don Quijote …

¡Así van los de Alcántara! – Su gloria eterna flote.

¡Al paso!  ¡Lo imposible! ¡Tal fue la última carga!

Busquemos las lecciones grabadas en la Historia

con lauro inmarcesible.

Y arriba, muy arriba, cual soberana gloria,

escúlpase de Alcántara la trágica victoria

diciendo: “Con su arrojo lograron lo imposible”.

Como licencia poética, tales versos son bellísimos y perfectamente asimilables, pero como relato histórico no se pueden aseverar tales cosas. ¿Cómo se puede cargar al paso? Cantera no utilizó estas estrofas, porque en realidad no hacía falta. Al leer el decreto de concesión de la Laureada, queda claro que la actuación del regimiento no se limitó a una acción excepcional de heroísmo máximo y puntual, que también, sino a numerosos servicios en diversos días (que varían según donde se encontraban las unidades subordinadas del regimiento) con continuos servicios y combates a favor de las fuerzas que se retiraban. El comportamiento de todos los oficiales, excepto uno, de los suboficiales, excepto otro, y de la casi totalidad de la tropa fue constantemente heroico.

Según lo destaca el coronel Bellido en su libro La laureada debida, el regimiento llevó a cabo con total entrega y efectividad lo que mandaba el reglamento de la época: “cuando el enemigo es victorioso, corresponde á la caballería la honrosa misión de la abnegación y del sacrificio. A toda costa se mantiene en contacto con el enemigo sin reparar en su número, y aprovecha todas las ocasiones para detener, si es posible, ó, por lo menos, retardar la persecución, firmemente convencida de que toda su sangre será poca comparada con el honor de salvar al ejército, y, á veces, á la Patria, de un inmenso desastre» [sic]. Su exacto cumplimento de lo exigido por el reglamento se comprobará con el simple y sintético relato de los hechos que haré en estos dos artículos y no hará falta emplear ese ensalzamiento desmedido de las cargas realizadas por Alcántara que a veces se hace y que inevitablemente aleja a tales vicisitudes del rigor histórico. Para no cansar al lector, en la única nota al pie (1), especifico las fuentes fundamentales utilizadas. En los diferentes relatos de autores que han escrito sobre el “Desastre de Annual” existen numerosas divergencias que no voy a comparar y analizar; sólo recojo la acción o el detalle que me parezca más próximo a la realidad.

Pero vayamos ya a los hechos. Desde el día 17 de julio de 1921, la posición de Igueriben estaba  cercada. Después de haber intentado cuatro maniobras de socorro, fue asaltada y destruida el día 21. El último intento fue dirigido por el propio Comandante General (general Silvestre), que había conseguido llegar a Annual protegido por el Alcántara. Para este servicio, el regimiento tuvo que salir al amanecer desde Dar Drius, donde previamente había sido reunido. Alcántara llegó a desplegar en Annual, pero el único escuadrón que intervino fue el de ametralladoras, apoyado por el 2º, para proteger la retirada de la columna del sur, que, con otras dos, pretendía socorrer a Igueriben. En la hoya de Annual, cerca de 5.000 soldados, españoles e indígenas, habían fracasado frente a 12.000 o más harqueños de Abd el Krim (beniurriagueles, bocoyas, benituzines y tensamanies, e incluso otras cábilas (tribus) del Rif central). Esa misma tarde, el regimiento sería enviado a pernotar a Drius, excepto el 5º escuadrón que se quedó en Ben Tieb, pues era su acuartelamiento habitual, en previsión de poder contar con el apoyo de Alcántara en una posible retirada de las unidades presentes en Annual. El regimiento llegaría a Drius hacia las 19,30 horas sin sufrir nada más que una baja de la sección del alférez Maroto. Se produjo al resbalarse un soldado por un barranco; herido, sería evacuado a la citada base. 

Terminadas varias reuniones muy tensas de mandos en Annual durante la noche del día 21 y, ante la falta de víveres y municiones y la imposibilidad de ser abastecidos, se decidió la retirada para el día siguiente; se marcharía a través de Izumar, hasta Tieb y Drius. Pero, en la mañana del 22 y ante la desmoralización evidente de la tropa, Silvestre se negó a retirarse. Reuniendo unas docenas de soldados y con la escolta del general, perteneciente a Alcántara, los coroneles Manella (jefe del regimiento) y Morales quisieron defenderle, pero se negó a ello; parece ser que acabaría suicidándose. 

Manella intentaría encauzar la evacuación, pero todo fue inútil. Al morir el Comandante General, los dos coroneles, con la gente que habían reunido y algunos oficiales, se dirigieron a ocupar Izumar. Por desgracia, no lograron su propósito y encontrarían la muerte; Manella al inicio del barranco de subida a la posición “C”, junto con el sargento Ramírez de la escolta de Silvestre; Morales ya rebasado Izumar; ambos después de haber combatido en  la extrema retaguardia de la columna.  Izumar y “C” habían sido abandonadas vergonzosamente antes de ser atacadas; además, no se había ocupado al amanecer un cerro al otro lado del barranco y algo más al norte, acción que debía realizarse a diario desde la primera posición citada. El mantenimiento de la posición y su avanzadilla, hasta el paso de las unidades en retirada, hubiera sido fundamental. Los que atacaron la columna y produjeron la desbandad de buena parte de ella desde el inicio de la marcha fueron fundamentalmente las unidades de la Policía Indígena que debían haber protegido el flanco izquierdo de la columna y que desertaron en masa matando a sus oficiales. A ellos se unirían enseguida los cabileños de Beni Ulixec. 

En Annual se producirían las primeras bajas del Alcántara: los componentes de la escolta del general Silvestre y la del soldado Silverio Elvira que estaba con el coronel Manella El caso del soldado Moreno Martín fue excepcional, después de pasar por unas vicisitudes tremendas, logró llegar a Melilla desde el campamento. Según el coronel Bellido, el regimiento disponía en el campo de 685 soldados; si descontamos los 8 que estaban en la posición de Ishafen, los 19 de Segangan y los 33 de la base de Zoco el Telatza, difícilmente llegarían a 620 los jinetes del Alcántara en Drius.

En la mañana del 23 y en el “Puente el Morabo” (entre Ben Tieb e Izumar), el regimiento preparaba el terreno para proteger la retirada y cerrar el boquete de Beni Aixa con el establecimiento de una posición entre las de Yebel Udía y “B”, en un lugar elegido por el desafortunado capitán Fortea, jefe de la 13 mía de la Policía Indígena. Como apoyo directo de los trabajos fueron destacados los escuadrones 3º y el de ametralladoras e incluso el 5º. Pero, de inmediato, el resto del regimiento sería sorprendido en el propio puente por la cabeza de la columna, que huía en terrible desorden.  A pesar de los esfuerzos realizados, no se pudo contener la desbandada. Por encargo del capitán de estado mayor Sainz, el escuadrón de ametralladoras ocupó una loma para que los fugitivos vieran que ya iban a estar protegidos y un sargento, con el arma de fuego dispuesta y realizando disparos, se plantó en medio del puente, pero todo fue inútil. 

El teniente coronel Primo de Rivera acababa de recibir, a través del sargento del Alcántara, Jimeno Marhuenda, petición del capitán de estado mayor Dolz  para que ocupara Izumar; mandaba el regimiento (al estar su jefe, el coronel Manella, a cargo de la jefatura rotatoria de la Circunscripción de Annual). Pero la posición estaba ya incendiada y el teniente coronel se decidió a proteger la desbandada, flanqueándola por ambos lados y replegándose por escalones. Así consiguió evitar más bajas, tanto de los huidos como de un resto de las tropas de Annual, que marchaban ordenadas y dirigidas por sus jefes. A veces, tuvieron que detenerse para disparar y realizar limitadas cargas para ahuyentar a los grupos de desertores de la Policía Indígena que se acercaban demasiado.

Tan segura fue la actuación de los escuadrones de Alcántara y tanto impresionó a los cabileños de Beni Ulixec y a los policías indígenas sublevados, que el teniente coronel de Infantería Pérez Ortiz llegó a declarar que ocupaban las lomas “en orden cerrado”; además, como manifestó un testigo presencial: “llevando cada soldado de Caballería, en la grupa de su caballo, uno o dos soldados recogidos en el campo”. Su labor fue muy efectiva, pues a partir de ese momento se cortó la “cacería” indígena y sólo fueron tiroteados a larga distancia desde los flancos. Así, la columna pudo llegar a Tieb y  Drius. 

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En Tieb se quedó el 5º escuadrón de voluntarios de Alcántara, mandado por el capitán Chicote. Allí, por orden de su capitán, la sección del teniente Pua, con el sargento Jimeno Marhuenda, tuvo que realizar una salida para reconocer la posición de Dar Mizzian. Antes de llegar, se encontraron con el herrador, el intérprete y dos o tres policías que les aseguraron que la posición estaba en manos de los sublevados. De todas formas, se aproximó pero fue recibido a tiros por lo que regresó para informar. Inmediatamente hubo de salir otra vez para despejar las proximidades de la base de un grupo de desertores de la policía que intentaba tomar posiciones para tirotear la base. En combate a pie les hizo retirarse, pero, al volver a las cercanías de Tieb para hostilizar de nuevo el acuartelamiento, se decidió a cargar al arma blanca, lo que les hizo huir. Tieb sería abandonada al atardecer, después de ser incendiada. Sin embargo, el teniente coronel había enviado al teniente Arcos Cuadra, al mando del 4º escuadrón, para reforzarla, pero llegó tarde, pues la columna ya estaba en marcha hacia Drius. La guarnición de Tieb, debidamente protegida por ambos escuadrones, que tuvieron que realizar varias cargas, llegó a Drius sin novedad y sin sufrir bajas. 

El general Navarro, segundo jefe de la Comandancia Militar, a quien Silvestre había ordenado que volviera a Melilla el día 20, como medida de precaución, se incorporó a Drius en  la tarde del 22, hacia las 17,00 horas. También se incorporarían en el vehículo ligero de Alcántara, durante la mañana del día 23, los comandantes Berrocoso y Gómez Zaragozá, el capitán Castillo, el capellán Campoy y el teniente Carrasco, todos del regimiento. El capitán ni siquiera estaba ya destinado en Alcántara y el teniente, conductor por falta del “mecánico”, y el capellán no tenían puesto en el campo. 

El general decidió inmediatamente enviar a Melilla todo el material que no fuera útil; especialmente el parque móvil, piezas no reparables, heridos…Para protección de la columna se escogieron los 25 jinetes más agotados o heridos o con menos instrucción de cada escuadrón. Los mandos se nombraron por sorteo, que se hubo de repetir, pues todos los oficiales querían quedarse con el regimiento. Les correspondió al teniente Del Campo y al alférez Maroto. La columna iba al mando del capitán de Artillería Galbis. En vanguardia se situó Maroto con el sargento Díaz Antona y 27 jinetes y a retaguardia Del Campo con el sargento Jimeno y otros 30 jinetes. Mientras, una sección de cada escuadrón saldría a patrullar por los alrededores de la base con el fin de evitar que se escaparan hacia Melilla soldados europeos.

En la madrugada del día 23, es el 5º escuadrón quien realiza la descubierta alrededor de la base desde las 6 de la mañana, mientras una sección del 1º, al mando del teniente Troncoso, protege la aguada en el rio Kert (a las 9 horas sería relevado por la sección del teniente Bravo del mismo escuadrón). Una hora después, Navarro decidió recuperar las guarniciones de las posiciones situadas hacia el oeste de Drius (“A”, Zayudait, Tafersit, Hamuda, Buhafora, Azru, Azib de Midar, Izen Lassen, Cheif, Ain Kert y Carra Midar). En un principio, había considerado conveniente que, reunidas las más alejadas en Cheif, se retirasen hacia el Zoco el T´latza, pero cambió de idea al comprobar que ya estaba sublevado todo el territorio. 

Alcántara, con el fin de proteger el repliegue de estas posiciones, realizaría, al menos, cuatro salidas desde Drius. De la primera, a las 7, se encargaría el 5º escuadrón y una sección del 4º; mediante una oportuna “carga” protegieron la retirada de los componentes de la posición de Ain Kert. La segunda la dirigió el propio teniente coronel, hacia las 9, con el 2º escuadrón, una sección del 1º, dos secciones del 4º y el escuadrón de ametralladoras. Estas dos últimas unidades en combate pie a tierra apoyaron la carga de las dos primeras unidades contra los harqueños, que a punto estuvieron de arrollar a las cinco compañías del regimiento de Infantería África de la posición de Cheif  y a la que se había unido algunos componentes de la posición de Hamuda; con tal acción libraron del exterminio a la columna más importante. Una tercera la efectuó todo el regimiento hacia las 11 horas para cubrir la retirada de la guarnición de Carra Midar. Por último, una hora más tarde, hubo que apoyar otra vez la retirada de los defensores de Tafersit y Azib el Midar. Durante la segunda salida, la carga, fue vista desde Drius, lo que elevó la moral de los soldados de forma extraordinaria, pues recibieron al regimiento a su vuelta al campamento con aplausos y gritos de júbilo. A Primo de Rivera se le concedería a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando por esta acción. Las bajas de Alcántara se aproximan a los 25 jinetes, que sumados a los 125 del escuadrón provisional, que protegió a la c
lumna con el material de desecho de artillería, dejaron al regimiento con unos 475 hombres disponibles.

Dos horas después del mediodía, el regimiento volvería a salir; pero esto lo contaremos en el siguiente artículo.

Nota 1: aparte de la documentación (Resumen del Informe Picasso, Juicio Contradictorio, declaraciones ante la Comisión del Senado…) y bibliografía propia, este artículo lo he realizado fundamentalmente con:

•Bellido, Antonio: Alcántara en el Desastre de Annual. La Laureada debida. Edita MINISDEF (colección Adalid). Madrid, 2012. 

•Francisco, Luis Miguel: Morir en África. Edita Crítica. Barcelona, 2014.

•Pando, Juan: Historia secreta de Annual. Edita Temas de Hoy. Madrid 1999; y apéndice inédito sobre la actuación del regimiento Alcántara.

•Repollés, Julio y Casas del Vega, Rafael: Primo de Rivera: la última carga al paso. De España en sus héroes (Fascículo 26). Edita ORNIGRAF. Madrid 1969

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Alcántara es un grito (II)

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