«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Alfonso Ussía Muñoz-Seca. Madrid 1948 Escritor. Premios. Mariano de Cavia, González-Ruano, Jaime de Foxá y Baltasar Iban. Especial Ejército, Fundación Guardia Civil y FÍES de periodismo. 53 libros. Distinciones. Gran Cruz del Mérito Naval. Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. Medalla de Oro de Madrid. Cruz de Plata de la Guardia Civil. Entre ABC, Tiempo, Época, y La Razón, más de 20.000 artículos. Pluma de Plata y Pluma de Oro.
Alfonso Ussía Muñoz-Seca. Madrid 1948 Escritor. Premios. Mariano de Cavia, González-Ruano, Jaime de Foxá y Baltasar Iban. Especial Ejército, Fundación Guardia Civil y FÍES de periodismo. 53 libros. Distinciones. Gran Cruz del Mérito Naval. Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. Medalla de Oro de Madrid. Cruz de Plata de la Guardia Civil. Entre ABC, Tiempo, Época, y La Razón, más de 20.000 artículos. Pluma de Plata y Pluma de Oro.

Algarbe-Singapur

2 de enero de 2022

Se trata de una nueva línea de tren. Me ha recordado al cuento del sanluqueño que planea un viaje a Tokio. Allá él. El sanluqueño visita una agencia de viajes en Sanlúcar de Barrameda. – Por favor. Quiero sacar un billete Sanlúcar-Tokio-; -vamos por partes-, le dice el empleado de la agencia. –Yo le puedo facilitar un cercanías a Sevilla. De Sevilla a Madrid le saco un billete de AVE. Y ahora, desde la estación de Atocha, puede conectar con el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. Allí, en Barajas, podrá volar a Tokio, vía Frankfurt o haciendo escala en Moscú. ¿Le expido todos los billetes?-. El sanluqueño acepta. Y llega a Tokio, y como es una persona normal y con buen gusto, Tokio le agobia. Así que decide adelantar la vuelta y acude a una agencia de viajes japonesa. En ella, encuentra a un japonés en cuya mesa se lee, «Spanish». Se acerca, el agente le indica amablemente que tome asiento, y el sanluqueño solicita el billete de retorno. –Por favor, quiero un billete Tokio-Sanlúcar-. – No hay ploblema-, le adelanta el nipón; -solo una plegunta. ¿La Mayol o la de Balameda?-. Eficacia amarilla.

El gran problema de este mundo es que muchos de los que deciden sus destinos no se lo toman en serio. Yo, modestamente, con el Palencia-Santander tengo suficiente

El Transiberiano y el «Orient Express», adornado el último por el asesinato descrito por Agatha Christie y resuelto por el inspector Poirot, son mitos de la historia de los ferrocarriles. Serán superados a partir de ahora con un tren, que por 1.200 euros por billete completo, cubrirá en 21 días una distancia de 18.755 kilómetros. Saldrá del Algarbe portugués, subirá a Coimbra, la cuna de los fados, y de ahí atravesará España, alcanzará Hendaya, ascenderá hasta París, seguirá a Colonia, Varsovia y Moscú, y de la capital rusa hará un directo a Pekín. De Pekín a Hanoi, en Vietnam, de Hanoi a la antigua Saigón rebautizada Ho-Chi-Minh City – en memoria de aquel gran cabrón-, de ahí a Bangkok, y finalmente a Kuala Lumpur y Singapur. Un viaje delicioso, y sobre todo, rápido. Este servidor de ustedes, cumplió en varias ocasiones un trayecto extraño para llegar a Londres. A mi padre le gustaba pasar por París para comer. Y nos invitaba una vez cada año a sus diez hijos. Llegar a Londres era complicado. Embarcábamos en el Coche-Cama del tren Puerta del Sol, que partía de la estación del Príncipe Pío hasta París. En París acudíamos a la cita gastronómica. «Le Grand Befour», la «Tourre D´Argent», «Maxim,s» o «Lukas», en la plaza de la «Madeleine». Con las delicias en plena digestión, unos taxis nos dejaban en “La Gare du Nord” y nos sentábamos en «La Fleche d’Or», que nos transportaba hasta “Calais-Maritime”. Ahí embarcábamos en el Ferry que navegaba desde Calais a Dover. Y en Dover tomábamos el «Golden Arrow» que nos dejaba, al fin, en Londres. Llegábamos a Londres como Lawrence de Arabia a Áqaba. Pero el tren tiene mucho de romántico. Eso lo conocen mejor que nadie los extremeños que viajan a Madrid. Saben cuándo parte el tren, pero ignoran si llegarán algún día a su destino. Y en dirección contraria, lo mismo. Y también lo conocemos los que vivimos en Cantabria. De Madrid a Palencia, un paseo. De Palencia a Santander, un atractivo viaje de principios del siglo XX, cuando los maquinistas que guiaban el tren impulsado por carbón eran el Duque de Zaragoza o el Conde de Alcubierre, dos Grandes de España que eligieron la profesión de maquinistas y renunciaron a licenciarse en la Facultad de Derecho acumulando «cincos» en casi todas las asignaturas.

Por un problema judicial concerniente a un campo en litigio, se citaron en la cafetería de la estación de Talavera de la Reina, el gran penalista José María Stampa Braun y un rico hacendado de la zona. Llegó el tren que devolvería a Stampa a Madrid, y el cliente seguía discutiendo la estrategia. – Ya hablaremos –dijo Stampa-, que este tren va a salir inmediatamente-; – no se preocupe, Stampa, que este tren saldrá hacia Madrid cuando a mí me salga de los cotubillos-. Y el tren le esperó. 

Pero el trayecto Algarbe-Singapur se me antoja excesivo. Y muy barato. La única garantía que ofrecen esos viajes es que el billete salga por un ojo de la cara. En largos trayectos hay que desconfiar de los precios asequibles. Claro, que no paro de preguntarme. ¿Cuántos portugueses del Algarbe necesitan viajar a Singapur, y cuántos singapurienses – o como se diga-, al Algarbe? El gran problema de este mundo es que muchos de los que deciden sus destinos no se lo toman en serio. Yo, modestamente, con el Palencia-Santander tengo suficiente.

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