«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Aliados previsibles

17 de agosto de 2014

En la idolatrada democracia nuestra el chantaje nacionalista es un deja vú permanente, y quizá por eso, por repetido, las estructuras políticas y sociales se han resignado al fatalismo, y ya apenas se escandalizan o reaccionan, como si se tratase del tributo que Atenas pagaba a Creta, una factura histórica que hay que asumir en silenciosa penitencia. Pero a diferencia de los cretenses, los nacionalistas de acá no se contentan con un impuesto fijo que perpetúe su situación de privilegio. De hecho nunca han aspirado a un acuerdo territorial que proporcione estabilidad y progreso, sólo se preocupan de su quimérica “construcción nacional”, que se traduce en debilitar todo lo posible al Estado mientras ellos fabrican mitologías fantásticas. Y esto hasta el extremo de que comparado con su leyendas el Minotauro de Creta -que es el que se comía el tributo humano que pagaban los atenienses- parece neorrealismo. Igual que junto a su latrocinio el asalto al tren de Glasgow se queda a la altura de la sisa que hacíamos en casa con las vueltas de la compra. Así que esta democracia idolatrada, pero viciada y viciosa, resulta esclava de una minoría, que va de Arzallus a Artur Mas, pasando por Otegui, que es el futuro eusko-mandela. Por supuesto, la sumisión al separatismo parasitario sólo ha sido posible con la complicidad de la izquierda española, desde la radical hasta la moderada, es decir, hasta el PP pop y acomplejado.

Precisamente una de las peculiaridades más extravagantes -y dañinas- de nuestro país es esta férrea alianza entre nacionalistas con la amalgama de la izquierda, ya sea de carácter socialdemócrata y nacional o la más extremista, la que ha justificado o amparado cincuenta años de terrorismo. Pujol y Bolinaga, Arzallus y Carod, Ibarretxe y el camarada Arenas, todos son duetos repetidos, unidos por la enfermedad de su hispanofobia.

Estas extrañas parejas -probablemente imposibles en cualquier otra parte del mundo- se renuevan ahora en su última versión con las caricias públicas que se dedican Bildu y Podemos, capaces de una unidad de acción tan eficaz como lo fueron sus mayores en ETA y GRAPO. Esta era una alianza muy previsible, porque en el universo progre todo ha sucedido antes, y eso que venden como nuevo es mercancía averiada -y ensangrentada- de otro siglo.

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