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María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

Argentina maleducada

26 de agosto de 2023

Cuando en estas páginas describíamos el derrotero de decadencia que lleva la Argentina desde hace décadas y se alertaba a los españoles sobre peligrosas similitudes, no era exagerado. Todo indica que España, luego de asomarse al abismo, parece decidida a rectificar el rumbo.

Siempre es penoso volver de la destrucción pero resulta inevitable. El mundo avanza con demasiada velocidad y desacoplarse del progreso implica un costo altísimo y una grieta entre los que siguieron adelante y los que se quedaron que solo perjudica al ciudadano común en su calidad de vida.

Hoy vemos con satisfacción que España empieza a encontrar el camino y esa es una buena noticia. Es importante destacar el aporte, no siempre reconocido, de VOX en este proceso. Sus ideas claras, su perseverancia y convicción en la defensa de valores y principios significativos para los españoles fueron una influencia decisiva para contener al resto de las fuerzas políticas en su deriva hacia la izquierda y la cultura woke.

Esa tercera fuerza, poderosamente ideológica y fundamento de su solidez, ha sido clave en el proceso español, inmerso, como el mundo entero, en una convulsión donde las izquierdas han avanzado envueltas en consignas «buenistas» pero que esconden su intención de subvertir los valores de occidente y reemplazarlos por una nueva civilización impulsada desde Bruselas a través de la Agenda 2030.

El diferencial de VOX fue entender y explicar que los cimientos morales de la sociedad global son el eje del ser humano y que la economía es sólo una parte del progreso. En ese contexto, varios países han visto surgir líderes que comparten ese mismo diagnóstico de los tiempos que se atraviesan y que están dispuestos a frenar aquella avanzada destructiva con el mismo ahínco.

En la América hispana estamos bastante más atrás. Los apremios económicos monopolizan el debate y relegan los demás temas. Argentina en particular, sumida en la mayor crisis de su historia, acumula índices alarmantes de pobreza, indigencia y hambre; la salud pública no funciona y la porción de población que accede a pagar por recibir atención médica privada se reduce con cada punto de inflación y con cada suba del dólar. En medio de un clima de creciente tensión, donde cada día es una batalla en sí misma de la que ciudadano intenta sobrevivir, el largo plazo es una gestión imposible. En ese contexto, la clase dirigente no parece advertir que, paralelamente a la solución de las penurias económicas, es imperioso atacar la incultura.

El Observatorio de Argentinos x la Educación ha proporcionado recientemente datos alarmantes: sólo 13 de cada 100 alumnos termina la escolaridad media en tiempo. 13 de cada 100 ¿Se entiende lo que ese magro número significa? Luego de varios años de obtener pésimos resultados en las pruebas PISA (el programa para la evaluación internacional de estudiantes) en 2015 la Argentina directamente fue excluida del ranking porque había serios cuestionamientos técnicos sobre la metodología empleada para la obtención de los resultados. En otras palabras, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner alteró la muestra porque omitió escuelas que históricamente habían participado de la evaluación, en el intento de mejorar los resultados. Salvajadas a las que nos tiene acostumbrados el peronismo.

Los expertos hoy alertan sobre el poco compromiso político con las metas educativas y reclaman que los candidatos exhiban a la población sus planes. El líder de La Libertad Avanza, Javier Milei, ha hecho público su proyecto de aplicar el sistema de voucher o cheque escolar, una iniciativa cuyo origen se remonta a la escuela económica de Chicago en la que Milton Friedman planteó por primera vez esta metodología. Sintéticamente, la clave del mecanismo es subsidiar la demanda y no la oferta, esto es, poner dinero en manos de padres y alumnos en lugar de repartirlo entre instituciones y escuelas. Más allá de la herramienta económica que plantea este proyecto, no se escucharon sus propuestas pedagógicas de corto, mediano y largo plazo que apunten a elevar la diezmada calidad de aprendizaje de los niños argentinos.

En cuanto al candidato oficialista Sergio Massa, podrá declamar muchos proyectos fantásticos pero, a la vista del desastre que significó siempre el peronismo en todos los órdenes, nadie puede dar crédito a sus promesas. Y tampoco Patricia Bullrich, la candidata de Juntos por el Cambio, ha desplegado demasiados detalles de cómo y con quién piensa revertir el estado de la educación argentina.

Hace algunas décadas, la brecha entre la educación pública y la privada era tan grande que se empezaron a gestar generaciones de jóvenes inadaptados a la sociedad en la que les tocaría vivir. De una escuela pública sin recursos ni tecnología y con maestros con altísimo grado de ausentismo (lo que significa alumnos con muchos menos días de clase), salieron miles y miles de adolescentes sin la preparación básica para afrontar la modernidad. Inadaptados, con un título que, en la práctica, no cubría requisitos mínimos. Pero la decrepitud social volvió inadaptados para la sociedad también a los más calificados de la escuela privada, porque venían formateados con un mensaje de excelencia y rigurosidad que no encontraban en la calle. En síntesis, la Argentina hace décadas que produce juventudes sin salida. Antes no tenían futuro; ahora no tienen ni siquiera presente. Y la política no se inmuta. La escuela pública hoy se ha transformado en un lugar donde los niños pobres van a comer y, si no media un paro docente, aprenden algunas asignaturas.

Mientras tanto, el debate nacional gira exclusivamente en torno de inflación, gasto público, dólares, impuestos o balanza comercial y el país sigue exportando cerebros, drenaje que, lejos de detenerse, aumenta cada año. España, lo sabe de primera mano, generosamente le ha abierto los brazos a miles y miles de jóvenes expulsados por la falta de expectativas porque la política insiste en negarse a considerar que el conocimiento es la llave del progreso.

Más allá de los discursos de campaña, si para los políticos argentinos la educación no es una prioridad y por ahora sigue sin serlo, perpetuar la decadencia será un futuro inevitable.

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