«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Baile de máscaras

6 de mayo de 2016

Tendríamos que preguntarnos para qué sirven los diagnósticos y  las conclusiones que se deriven de los mismos, sobre cualquier realidad que se relacione con la subjetividad  humana, cuando en la mayoría de los casos, esas mismas deducciones y resultados, vienen condicionados por la actitud, simpatía, o preferencia del analista que los formula, o cuando el mismo, aun de forma inconsciente, está influido por la tendencia ideológica imperante, que probablemente, haya sido ya manipulada con anterioridad por la parafernalia de las fuentes de opinión promocionados por los intereses predominantes, o simplemente por la moda moral o ideológica en ese momento.

En una palabra, traslademos a la política,  sociología o psicología de masas, áreas además infinitamente  menos rigurosas, el concepto de la teoría de la indeterminación, en que se afirma la imposibilidad de conocer una realidad material, ya que su simple observación requiere una determinada aportación de energía y eso puede modificar la propia naturaleza de la realidad observada.

Sin embargo es difícil resistirse a formular conjeturas  sobre cuestiones que nos afectan directamente en nuestro vivir cotidiano, aunque solo sea en base a una ley de probabilidades, estos análisis, por certeros que pudieran ser, no sirvan demasiado para resolver los problemas que nos afectan, o que afectan a la sociedad en su conjunto, pues esa realidad que nos rodea se mueve de acuerdo a unas reglas inconexas y rígidas, en su mayor parte no confesadas,  que  se derivan directamente del profundo comportamiento psicológico y cultural del ser humano, que es el sujeto último de toda la política.

Se ha puesto de moda el afirmar que la causa de la decadencia del PP o del PSOE es la corrupción, este principio, hoy en día,  casi axiomático, no resiste el más mínimo análisis riguroso a la hora de explicar el motivo de esa desafección de votantes, ya que la llamada “corrupción”, en otros países se le reconoce entidad y se denominan “lobbies”, ha formado, y forma parte consustancial de todo  sistema en que se ha ejercido el poder, en el pasado y en todo el mundo, en mayor o menor medida, y  financia la actuación política.

Lo intolerable es que individuos concretos se lucren a sus expensas, dentro de la estructura de los partidos, para ello se deben establecer los mecanismos de control que lo impidan, y los mecanismos represores que la castiguen, hasta ahí todo normal, ahora bien es que ¿en España no ha habido corrupción en el pasado? ¿Es que esta solo afecta al PP? Cualquiera con un poco de memoria recuerda la etapa de los “despachos de tráfico de influencias” de la post transición o la debacle socialista de Felipe Gonzalez, por no mencionar  episodios menos distantes. ¿Es que han dejado los ayuntamientos – la mayor fuente de corrupción “transversal de todo el sistema – de reclasificar  terrenos durante las etapas posteriores, en los gobiernos de Aznar o Zapatero… ¿Es que en Andalucía, la mayor infractora de Europa probablemente, han dejado de ganar en las urnas los mismos que  llevaron a cabo el expolio? ¿En Cataluña, han dejado los independentistas  de recibir un solo voto, bajo aparentemente distintas siglas,  por el tema de los Pujol y compañía? Casos públicos y evidentes.

Los españoles tenemos muchas virtudes y defectos, y uno de nuestros defectos más destacados es la tolerancia al engaño ingenioso, toda la picaresca, y hacia la mentira, que no está prácticamente socialmente penalizada, o el beneficiarse de las circunstancias, siempre que esta conducta provenga de alguien afín a nuestra forma de entender la vida. Este escandalizarse de pronto, al menos en los medios de comunicación, selectivamente,  con la deshonestidad de algunos de nuestros gobernantes, obedece a un intento de desplazar a las fuerzas tradicionales de la democracia española. La corrupción nunca ha sido motivo de grandes penalizaciones electorales, tendrían, quienes tal cosa afirman, que demostrarlo estadística e históricamente.

Por otra parte, al igual que el que es partidario de un equipo de futbol, por ejemplo Madrid o Barcelona, Atlético de Bilbao o Betis, siempre apoyará a su equipo y justificará cualquier error o desaguisado, en política los hispanos tienden a alienarse conforme a unas preferencias y simpatías viscerales, ideológicas o simplemente por tradición, con aquellos que identifican como “los suyos”, sin demasiada consideración a los hechos objetivos.

Esta no es una condena ni una defensa, es simplemente la constatación de un hecho, que sirve para explicar un poco este desconcierto político que estamos viviendo en este momento, y que es lo que no se explican desde la UE: el que no pueda haber un gobierno de coalición entre socialistas, siempre que sean social demócratas y conservadores.  Pero ahí está el “quid” de la cuestión: el socialismo español no es socialdemócrata, sino que ha vuelto a sus fueros preguerra: “Los conservadores en España no tienen ni derecho ni legitimidad para gobernar…aunque sean la mitad del país…” “El sistema parlamentario me vale siempre y cuando gobiernen las izquierdas…” (Sobran ejemplos en el pasado de semejante actitud) Eso es lo que nos diferencia del socialismo europeo moderno, por eso, a la larga, Rivera podría gobernar con el PP porque es socialdemócrata, y no Sanchez, al menos de momento, que está jugando la baza del temible frente popular. Esta actitud es la que exacerba los personalismos y fomenta las animadversiones y odios sarracenos que nos han acompañado a lo largo de la presente historia.

Podemos es consecuencia de una situación, en la que una gran parte de la sociedad española, está viendo que el futuro que le espera no es prometedor, mientras que en la anterior generación había esperanza, aunque hubiera menos recursos, esto en una época de ingente peso  de las comunicaciones, genera un enorme resentimiento, rechazo que puede traducirse en violencia, por eso es importante marcar con claridad un camino ilusionante. El PSOE se ha ido desprestigiando, por la indefinición y falta de seriedad de sus actuales líderes, que nada tienen que ver con los de hace 20 años y el PP, no tiene porque andar dándole vueltas a porque ha perdido tantos votos: es obvio, salvo para quienes no quieren verlo, el PP era un partido conservador y liberal con gran respaldo del sector confesional, defensor a ultranza de la unidad de España, y muchos de esos atributos los ha ido dejando por el camino.

 

Por eso cuando se nos agita delante de los ojos el trapo rojo de la corrupción como la razón de este desastre político, moralmente queda muy bien, aunque no creo que estemos centrando el verdadero problema, y mientras esto no se solucione no habrá remedio: en España, (al igual que en la humanidad) mal que le pese a quien le pese,  hay dos mitades emocionalmente involucradas  que son una conservadora y una socialista, que necesita definirse de una vez como social demócrata, para que puede funcionar dentro de un sistema democrático parlamentario y acepte alternarse civilizadamente.

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