«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.
Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.

Biologically, de Soria

6 de enero de 2023

Si a la lectura del título de esta columna no se le viene a la cabeza uno de los comensales de esa tesis [entre doctoral y esperpéntica] de la condición humana que es el programa First Dates, entonces necesita una previa. Así que vamos con ella, que no es fácil.

Existe un programa al que van hombres y mujeres ávidos de una experiencia amorosa, romántica, erótico-sexual… cada uno sabrá. El caso es que quieren, o eso dicen, encontrar el amor y apuestan por hacerlo con cámaras y micrófonos, a ojos de muchos millones de españoles a juzgar por el éxito. Y, con tan fausto motivo, los buenos de Cuatro [cadena en la que se emite] han encontrado la pasarela ideal para eso que la progresía llama ‘diversidad social’. Por las mesas de First Dates desfilan jóvenes y ancianos; separados, solteros y viudos; recatados y descarados; heteros y homos; amantes de lo tradicional y de las relaciones llamadas abiertas… y, el otro día, Benni, 26 años.

Si uno (…) siente que ese pequeño detalle llamado realidad se le queda pequeño, Igualdad le dice que no pasa nada

Benni es, a los asépticos ojos del espectador, un joven varón blanco con los labios pintados de rojo. Pero Benni es mucho más. Es el exponente de esa diversidad ‘social, sexual y racial’ (tres en uno) que figurará en menos que canta un gallo en los libros de texto como mandan las leyes de ‘igualdad y diversidad’. Y es que Benni es muchas personas en una. Lo cuenta él mismo, en conversación con su comensal:

Comensal: Me encanta tu brazalete… ¿es mi imaginación, o es cómo catalán?
Benni: Es catalán, así, porque yo… no sé si sabes [PERO ¿QUÉ VA A SABER, BENNI, QUÉ VA A SABER?], yo soy una persona que no se asocia a ningún género. Soy un ser humane no binarie… [Y NO, NO ES ASTURIANE] Yo soy gender fluid (género fluido) y hay veces que fluyo más a catalán-varón-negro[BENNI ES BLANCO]-independentista y hay días que me puedo sentir más como mujer-oriental, y otros días fluyo también como a varón-negro-catalán, como es este caso.
Comensal: ¿De dónde eres tú? O sea, como para empezar.
Benni: Pero, ¿a qué te refieres? [PUES, ¿A QUÉ SE VA A REFERIR, BENNI, A QUÉ?]
Comensal: ¿Dónde naciste?
Benni: Biologically (biológicamente) puedo decir, soy de Soria.

Y así, en 30 segundos que ya han dado la vuelta a Twitter, Benni -nacido en la riberita del Duero- nos ha enseñado lo que, como dirían los jóvenes, ‘se viene’. Porque, lejos de ser un momentazo televisivo; lejos de ser carne de tertulia amiguera; lejos de ser una excentricidad de juventud, el testimonio de Benni es, exactamente, el que defienden desde los pasillos del Ministerio de Igualdad quienes están, por desgracia, en el Gobierno de España.

Si uno no se reconoce como hombre ni como mujer; si siente que ese pequeño detalle llamado realidad se le queda pequeño, Igualdad le dice que no pasa nada, que se añade una casilla al formulario para que, además de mujer u hombre, masculino o femenino, se refleje también ese concepto de ‘género no binario’. Y esa casillita inocente -cuatro líneas que forman un cuadradito- abre las puertas al delirio. Un día varón, negro e independentista; al otro mujer oriental (no sabemos si más española que la jota) y al día siguiente, lo que Benni (o quien sea) haya decidido.

Es necesario que, por encima de los deseos personales, (…) exista, como ha existido siempre, una estructura que sostenga los pilares de una sociedad

Y no estamos aquí para juzgar [no juzguéis y no seréis juzgados] ni a Benni ni a Perico. No estamos aquí para decirle a Benni lo que debe pensar o sentir. Pero sí es necesario que, por encima de los deseos personales, de la mayor o menor anarquía individual en la que cada uno quiera instalarse, exista, como ha existido siempre, una estructura que sostenga los pilares de una sociedad. Que le diga al conductor que no puede circular a 200 y bebido, porque pone en peligro a los demás. Que le diga al psicópata que no puede matar y, si lo hace, lo encierre en la cárcel. Que entienda que los niños deben escolarizarse para procurarse un futuro. Que obligue al ciudadano a aportar parte de lo que tiene para cuidar a los que nada tienen. Y que le diga a los bennis de cada tiempo que piensen lo que quieran; que vistan como quieran y que se sientan cada mañana como les dé la gana. Pero que no pretendan que los demás comulguemos con sus ruedas de molino. Que no pretendan que les riamos, sin hacernos gracia, el chiste. Y, sobre todo, que ni se les ocurra siquiera pensar que, para que ellos se sientan muy ‘negros-varones-independentistas’, se pueden contaminar las inocentes e impresionables mentes de los más pequeños.

Ese límite, el que el Ministerio de Igualdad ha cruzado ya con sus delirantes leyes, es el que debería hacer despertar a muchos. Que de una vez por todas se diga a la colección de frívolEs que pasea por Igualdad que hasta aquí la broma. Que sus leyes son una basura que corrompe las mentes y enturbia la vida. Y, por cierto, que mientras se dedican a poner casillas en formularios para ser todos muy inclusivEs, las cifras de mujeres maltratadas bajo SU gestión no hacen sino crecer y los agresores sexuales no hacen sino frotarse las manos. Vamos, para que se vayan a su casa ya. Esté donde biologically demonios esté.

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