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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El dinamitero

15 de junio de 2017

Un 15 de junio de 1977, el camino democrático de la Historia de España iniciaba un viaje sin vuelta atrás. Hace 40 años que los españoles eran llamados a las urnas para configurar unas Cortes constituyentes que llevaran a cabo la reforma democrática con la que se culminaría el proceso de Transición que nos llevaría a tener una Constitución aprobada con masivo respaldo de todos los españoles sólo un año y medio después.

Atrás quedaban unos meses no exentos de tensiones, en los que la reforma democrática sufrió muchos problemas y en los que los españoles decidieron que por encima de intereses partidistas o ideológicos, lo que de verdad importaba era hacer un gesto patriótico a favor de la Democracia basándose en el consenso, el diálogo, la reconciliación y el acuerdo por España.

Muchos de los actuales líderes de la izquierda radical contemporánea estaban jugando en el chiquipark o directamente no habían nacido, cuando los españoles de todas las ideologías culminaban este gran acuerdo de concordia nacional, que nos ha llevado a los 40 años más fructíferos de libertades y derechos civiles de la Historia de España. Por eso sorprende que esos mismos líderes de la izquierda radical, con Iglesias Turrión a la cabeza, se hayan convertido en los mayores dinamiteros de lo que ellos llaman desafortunada y despectivamente “Régimen del 78”. Ese mismo ‘régimen’ del que ellos ya forman parte, porque ya están dentro de las instituciones, y cuya demolición persiguen apoyados por los independentistas radicales, que quieren romper España y destruir la soberanía nacional; o los filoetarras de Bildu, que aún no han condenado públicamente los asesinatos de ETA.

Conviene recordar esto en una semana en la que Iglesias Turrión y los suyos nos han sometido a la moción pestiño, que nació abocada al fracaso y con un claro fin partidista: rellenar la programación televisiva durante dos días a mayor gloria de la propaganda podemita. Un numerito circense que insistía una vez más en romper el espíritu dialogante de la Transición con el afán de seguir construyendo una postverdad basada en una España negra donde todo es miseria, ruina, hambre y desastre provocado por los herederos de quienes pilotaron aquel proceso de advenimiento de la Democracia. Porque ya sabemos que cuanto peor le va a España, mejor le va a Podemos, porque necesitan de esos brochazos de irrealidad para construir su palabrería propagandística. Aunque para su desgracia, a España cada vez le va mejor.

Decía Harry Callahan, el personaje que interpretaba Clint Eastwood en “Harry el Fuerte”, que “todo hombre debe conocer sus limitaciones”. La enorme vanidad que destila Iglesias le lleva a no percatarse de sus propias limitaciones, y a no darse cuenta de que cuanto más odio y sectarismo inyecta en sus largas peroratas -más de 3 horas en la moción de tortura, al más puro estilo Fidel Castro-, más votos pierde.

Porque mientras nos habla de pobreza, su partido tilda de “limosnas de ricos” el hecho de que la fundación de Amancio Ortega entregue a la sanidad pública maquinaria de última tecnología para el tratamiento del cáncer por valor de 320 millones de euros. Mientras nos habla de pobreza infantil, el Gobierno de Carmena se inventa las cifras de supuestos niños con deficiencias alimenticias, para ver si cuela el discurso. Mientras Iglesias nos habla de la lucha feminista, su programa de televisión ha recibido financiación de un régimen teocrático que lapida mujeres. Y así pasa luego, que cuando la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, le saca los colores recordando las actitudes machistas de Iglesias con otras mujeres, cientos de trolls de Podemos le acribillan las redes sociales a la diputada canaria. Mientras Iglesias nos habla de que el Estado debe ser el omnímodo velador de todos sus ciudadanos, nos esconden su intención de subir impuestos.

Lo que ha quedado demostrado una vez más esta semana es que de tanto intentar asaltar los cielos, Iglesias y los suyos acabarán donde merecen: en el infierno del olvido. Porque no se puede dividir tanto tiempo a los españoles sin que reaccionen. Su discurso es el de la trinchera entre derecha e izquierda. Y es tan caduco como la ideología comunista que trata de imponer, y que ya sabemos cómo ha funcionado en los países donde se ha implantado. Menos dinamita para los españoles, y más moderación, diálogo y consenso. Palabras que en el caso del señor Iglesias, no figuran en su vocabulario habitual.

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