«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Una cierta sensación de ‘déjà vu’

8 de mayo de 2024

Las elecciones autonómicas catalanas mueven algún titular, alguna entrevista a los candidatos y los encorsetados debates que a nadie convencen más de lo que ya lo estén. Todo es lo de siempre, los mítines a los que van los de cada tribu, los opinadores de guardia del régimen que están movilizados porque les va el pan en ello, la abrumadora, plúmbea, sempiterna sensación de que todo es lo mismo y las hojas del calendario parecen negarse a caer.

Cataluña es un ecosistema político donde nunca pasa nada que el separatismo, en alianza con la izquierda menos favorable al trabajador del mundo, no quiera que pase. El mérito de quienes nos quisieran fuera de España es intentar ganarnos la partida por cansancio, por aburrimiento, por hartazón. Todo lo que oímos en boca de los candidatos oficiales del sistema lo llevamos escuchando hace décadas y no hay nada ni nuevo ni puede haberlo, porque el nacionalismo no aspira a generar ideas sino bajas pasiones. De ahí que la discusión basada en razones y hechos sea imposible con quien profesa esa pulsión fundamentada, básicamente, en la superioridad de unos frente a la inferioridad, maldad y perversión del resto.

No existe más odio hacia lo español en Puigdemont, Aragonés, las CUP o toda esa masa cada vez más dispersa pero unida justamente por ese sentimiento, que el que existía hace cuarenta años con aquel Pujol tan modosito al que ABC otorgaba el premio Español del año, con el que Felipe se trataba como si fuesen amigos de la infancia o con quien Aznar pactaba en el Hotel Majestic suprimir los gobernadores civiles, el servicio militar, el defenestramiento de Alejo Vidal Cuadras y una porción de cosas más. La persistencia del odio a España, a quienes nos sentimos españoles, es tan horrible como entonces, como ha sido siempre, como continuará después de este domingo. Y no hay forma de revertirlo, ni con pedagogía ni con argumentos.

Son cuarenta años de verter ponzoña entre la gente de la calle, especialmente en las escuelas o a través de los medios de comunicación, y eso no puede hacerse en mucho, mucho tiempo. Eso, contando con que existiera un gobierno español dispuesto a emprender semejante labor. Algo hemos aprendido, sin embargo. De nada sirve contemporizar con esta gente. Nunca los tendremos satisfechos porque —he aquí su sibilina perversión— desean ser independientes de España, pero dentro de España, es decir, hacer lo que les venga en gana gozando de todos los privilegios sin tener la menor de las obligaciones.

Se lo decía, lo mismo que Pujol o Artur Mas. Cierto es que ahora existen opciones que plantan cara desinhibidamente al separatismo y que cada vez ganan más votos y simpatías. Pero reconozcamos que están todavía muy lejos de ser mayoritarias en mi tierra. Su labor es elogiable, es la única esperanza que tenemos, pero el triunfo sobre la irracionalidad estelada queda muy, muy lejos. De ahí esa sensación de más de lo mismo, que no de desánimo. ¡Eso nunca!

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