«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Brigada 2506, gracias

17 de abril de 2022

Lo he expresado otras veces, siempre he sentido una enorme e inagotable curiosidad por el pasado. No solamente por el pasado de Cuba, sino con toda lógica por cualquier pasado de cualquier parte del mundo; es decir, por la historia. Aunque también he afirmado que no me interesa para nada la historia con el afán de apropiarme de fechas, datos precisos, y demás; me fascina –en tanto que novelista- el lado caracterial, la parte emocional mediante las ideas, de la historia, o sea, el costado psicológico de la historia, el verdadero tejido espiritual del pasado.

En un distante y desafortunado concierto organizado por la dictadura en el Malecón habanero, el cantante que no protesta contra lo que sucede en su país, Silvio Rodríguez, leyó un atribulado discurso donde habló de la “nada baldía”, que añoraba —según él— conducirnos al pasado, lo que es clara y físicamente imposible. Qué pena que no expresó lo que sí es una realidad comprobada científicamente, que lo único que nos ha hundido en el abismo de la ignorancia es la “nada baldía” en la que nos hundió la dictadura castrista apartándonos de nuestra verdad histórica, borrando un esplendoroso pasado cubano, escamoteándonos pasajes extraordinarios de nuestra memoria, y tergiversándonos la columna vertebral y ancestral de nuestra nación, ha sido la tiranía misma; debe ser que lo olvidó porque él ha contribuido directamente a mentir sobre ese pasado.

No siento nostalgia por la Cuba que dejé, esa Cuba no me interesa en lo absoluto, lo que resulta muy duro, muy doloroso; porque es especialmente complejo no poder contar a nuestros hijos que no conservamos recuerdos de nuestra infancia desprovistos de tensiones y miedos. Recuerdos dignos de ser extrañados. Mucho menos memorias sin complejos de la juventud. Por otra parte, el exilio no constituye una experiencia —cuando se trata de un exilio forzado— que debamos asumir como precisamente agradable.

Por suerte, tuve madre y abuela, ambas se encargaron de contarme lo que en realidad había sucedido, lo que ellas habían vivido, lo que había acontecido verdaderamente

Sin embargo, profeso una enorme curiosidad por el pasado anterior a 1959 de Cuba, ese pasado me proyecta hacia una nostalgia de lo que no viví. Las novelas de Guillermo Cabrera Infante, la literatura de Lydia Cabrera, y de otros escritores de talla mayor, que vivieron esa época republicana, me conducen a una vida convulsa, extremadamente rica en experiencias, de una belleza incalculable, sobre todo porque existían los sueños, la gente se trazaba objetivos de vida; se anhelaba conquistar aún más de lo alcanzado. Es obvio que nada de eso pudimos conocerlo los que nacimos después de 1959, o los que eran aún pequeños cuando el error y el horror, en una misma palabra, se apoderaron de la isla.

No viví los acontecimientos de Bahía de Cochinos de manera directa, aún cuando ya yo existía, porque apenas contaba 1 año y meses. La historia que nos hicieron, a “los hijos de la revolución”, fue que el imperialismo y sus mercenarios habían querido apoderarse de la isla, que Fidel Castro nos había defendido de semejante monstruosidad… Puro teque. O sea, el discurso totalitario y paralizante: “nada baldía” a pulso.

Por suerte, tuve madre y abuela, ambas se encargaron de contarme lo que en realidad había sucedido, lo que ellas habían vivido, lo que había acontecido verdaderamente. Cubanos exiliados se habían preparado para liberar a Cuba del “fidelismo” y del comunismo —era como ellas le llamaron cuando yo tuve uso de razón para entenderlo. Recuerdo nítidamente el miedo que se apoderó de mí cuando mi madre me aseguró que en la escuela mentían, que así no era la verdadera historia, que ella y mi abuela decían la verdad, pero que yo no debía repetirla en ninguna otra parte; que sólo podíamos conversar de esos temas con ella y con mi abuela, con nadie más. ¿Y con tía? Pregunté. A abuela, como a cualquier madre, se le daba mal hablar mal de su otra hija, aunque en realidad no hablaba mal de ella, sino de su esposo: “No —interrumpió mi abuela—, con tu tía nada de nada… No por ella, por su marido, que anda con gente que no me gusta nada, con esos fidelistas”.

Sólo puedo agradecer lo que ellos, la Brigada 2506, hicieron por la libertad de nuestro país, y por nosotros, los niños infelices del castrato-comunismo

Muchísimos años más tarde, en Miami, en Los Ángeles, mientras conversaba con varios de aquellos hombres valientes —hoy ya mayores, algunos fallecidos— que participaron y sobrevivieron a la invasión traicionada y abortada por Estados Unidos, absolutamente todos coincidieron —después de narrarme sus amargas experiencias, de ver morir a amigos, de saberlos fusilados, de haber estado en la “rastra de la muerte” y haber tenido que soportar el vil asesinato de sus compañeros—, todos, sin excepción me reafirmaron que no se arrepentían de haber hecho lo que hicieron, mucho menos de haber ansiado liberar a su país del castro-comunismo.

Con frecuencia oigo la voz en un vídeo de aquel valiente cubano, Carlos Onetti, expedicionario de Bahía de Cochinos, al que interrogaban en los juicios castristas, y que declaró firmemente, que ellos no fueron engañados por nadie, que ellos estaban allí para recobrar la libertad, para defender a Cuba, y para que Cuba volviera a ser lo que era, un país con todas las ventajas de la democracia. Cito de memoria, termina: “porque la razón estaba de nuestra parte”.

Hoy, a pocas horas de otro 17 de abril, a menos de un mes de cumplir 63 años y sin haber visto nunca a mi patria en libertad, le digo a aquel valiente expedicionario, que murió en Miami: Que la razón sigue estando de su parte, de parte de los valientes, de aquellos que quisieron salvarnos de la “nada baldía” que nos impusieron. 

Era una niña muy pequeña, hoy sólo puedo agradecer lo que ellos, la Brigada 2506, hicieron por la libertad de nuestro país, y por nosotros, los niños infelices del castrato-comunismo. ¡Cubanos de la gloriosa Brigada 2506, gracias!

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