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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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Caiga quien caiga

2 de marzo de 2024

Sánchez ha elegido una mala semana para dejar de fumar, beber, dejar de oler pegamento… (cita para los amantes de cine de autor, «Aterriza como puedas», 1980, Jim Abrahams). Explosionado —porque contado ya estaba— el caso llamado primero Koldo, luego Ábalos, y que ahora va camino de ser la versión secular del PSOE urbi et orbi, se pensaba el chulísimo presidente que podía hacerle a Ábalos un Màxim Huerta.

En su última conversación, mientras Pedro le llevaba al huerto —literalmente—, tal y como cuenta Fernando Garea en El Español, le dijo: «Koldo no te ha hecho ningún favor». Hasta aquí el más que probable textual, a partir de ahora el más que probable apócrifo: «José Luis, deja el acta. Por cierto, ¿tú cómo crees que me recordará la historia?».

Se equivocó el presidente como la paloma. Ábalos no es Màxim ni Carmen Montón, que fue dimi-cesada por plagio en su trabajo de fin de máster. Una de las cosas que demuestran que el presidente del Gobierno tiene un macabro sentido del humor. El exministro se va al grupo mixto a dar problemas y tardes de ¿gloria?

A partir de aquí, el despiporre. Hay tanta gente implicada, tantos focos de incendio activos que lo que a principios de semana se atisbaba como solución —el sacrificio del exministro— ya no sirve para nada que no sea dar lacrimógeno espectáculo a Evaristo. No somos nadie, José Luis. Tú, que lo has sido todo…

Armengol, tercera autoridad del estado, cuya posible caída hace unos días era considerada el acabose de los acaboses, ya se da por amortizada. ¿Justicia poética? No es suficiente. Cómo ha llegado Francina a ser presidente del Congreso de los Diputados después de mirar para otro lado en el caso de las menores abusadas en Baleares, eso es lo que tendríamos que preguntarnos todos. ¿Es más grave la corrupción del dinero —con todos los agravantes de la pandemia— o dejar abandonadas a unas niñas en una situación de indefensión en un mundo oscuro que las aboca al futuro más tenebroso? Parece que lo primero. Preocupa infinitamente más en su partido, escandaliza más y tiene mayor reproche social. Y eso nos deja en muy mal lugar a todos.

De la misma forma, sorprende el ataque de nervios de la cúpula del PSOE, empezando por Sánchez, a los que no les da ni frío ni calor ser unos corruptos ideológicos que pactan con delincuentes lo que sea por estar cuatro años más en la poltrona. Es más, lo hacen sonriendo, mintiendo sin el más mínimo pudor y persiguiendo al prófugo de Waterloo hasta satisfacer todas sus demandas. Este asco profundo que producen, no sólo apunta al Gobierno, se dirige también a sus votantes. Sánchez es consciente de que ellos tragan mucho mejor la amnistía envuelta en el azúcar de la convivencia y la progresía, y el coco de que todo vale para que no gobierne la derecha, que el hecho de que se lo hayan llevado crudo durante la pandemia.

En un país normal el Gobierno estaría a dos telediarios de caer, pero olvidamos que hace tiempo que se rompió la baraja. Se han aceptado tantas ilegalidades, como que nos hayan encerrado en nuestras casas porque sí, sin ninguna consecuencia para ellos, que lo más posible es que esto también pase con unos cuantos chivos expiatorios en chirona. Ya les llegará la amnistía, el indulto o lo que sea menester. Y si es estrictamente necesario, si no, allá se pudran.

Por eso, el presidente está dispuesto a que caiga quien caiga. Lo siento por Begoña —asunto de altos vuelos—, porque Sánchez en lo político no se casa con nadie. Intentará lo indecible para seguir en el poder. Si tiene que renovar toda la cúpula del PSOE lo hará, y se presentará ante lo que quede de España como el hombre que no toleró la corrupción. Y créanme, seguirá habiendo millones que lo sigan. Recuerden que Sánchez es conocido como aquel que hace de su necesidad virtud. Muchos de sus votantes se llevarán las manos a la cabeza, pero otra vez se consolarán pensando que por lo menos no gobierna la derecha.

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