«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Checa 2.0

20 de agosto de 2013

Quizá por ser consciente de que las redes sociales no son ni una moda ni una herramienta, sino la forma de comunicarse entre personas del siglo XXI como antaño lo fuera el teléfono, no me sucede lo que a otros compañeros. La turba de tontos 2.0 que vegeta escondida detrás de seudónimo, más conocida como Trolls o Trolles, no me perturba lo más mínimo.La semana pasada decenas de ellos, en lo que se suponía sería un linchamiento 2.0, me dedicaron todo tipo de insultos en Twitter, la red de microblogging por excelencia, cuyo abandono acaba de anunciar Salvador Sostres. Es el matonismo virtual que tanto gusta a la mediocridad. La cosa comenzó alentada por una cuenta de Twitter dedicada a poner en la diana a quien a su creador –un cobarde bajo seudónimo, en este caso @masaenfurecida– le viene en gana. Lo de la inducción como concepto jurídico no debe de sonarle al periodista.La tarde y la noche, que por la mañana duermen la mona, fue toledana. Pero retrató a la perfección el estado moral en que se encuentra la extrema, o no tanto, izquierda. El 80% de los insultos lo fueron de corte sexista. De esos irreproducibles y que destilan un machismo que la izquierda dice despreciar y denuncia siempre que venga del PP, pero cuyos seguidores más radicales practican con fruición, afición y convicción. Sin llegar a lo de Jesús Eguiguren, ese líder del feminista PSOE, que a mí nadie me atizó con un paraguas. El 95% de los participantes en el intento de linchamiento virtual cometió, además, una o varias faltas ortográficas, lo que tiene su mérito teniendo en cuenta que Twitter limita el mensaje a 140 caracteres. Pero nadie quiere derogar el sistema educativo que implementó la LOGSE.Si se ven en mi caso, sigan la máxima establecida por Timothy Campbell: “Don´t feed the troll”. Ignórenlos. Muestren indiferencia. Sólo así se vence al resentido. Podría ahora, al modo y manera de Salvador Sostres, escribir un alegato acerca de en qué “se ha convertido” Twitter. Podría lamentarme porque allí acuda el lumpen moral a aliviar sus complejos y descargar sus frustraciones. Podría decir que la vida “real” es mejor. Pero no.Las redes sociales, qué duro, son fiel reflejo de la sociedad. Con la salvedad de que lo que antes intuíamos decían a nuestras espaldas ahora podemos oírlo. Y sufrirlo. Sucede que, al igual que nos cuesta aceptar que la maldad puede no ser visible a simple vista, la sociedad española está muy enferma. La frustración, el resentimiento, el complejo de Fourier, así como el resto de neurosis tan típicas del antiliberalismo han prendido con fuerza en Twitter, porque antes lo hicieron en la sociedad española. Twitter es la triste realidad.

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