«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.
Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.

Cinco pandemias, ¿y tú?

5 de noviembre de 2020

Al sur de Honduras hay un puente en suspensión que mide trescientos metros y es uno de los emblemas de la nación. Empezó a construirse en los años 30 con dinero estadounidense con la idea de asemejarse al Golden Gate de San Francisco y se terminó 60 años después. Es un monumento de ingeniería, una obra magna del hombre, que soportó firmemente y sin inmutarse el paso del huracán Mitch que devastó todo a su alrededor. Es un puente magnífico, imponente, firme, seguro… y durante años completamente inutil. 

Hágame el lector el favor de buscar en internet “puente sobre el río Choluteca” y rápidamente verá a lo que me refiero. El paso del Mitch por Honduras y Nicaragua dejó más de siete mil muertos y cientos de miles de desplazados, y, de paso, cambió el curso del río que ahora corría en paralelo al puente, no debajo, sino al lado, de tal forma que en la imagen se aprecia una obra que no une nada con nada. Ahí se yergue, esbelto, fuerte, hermoso, y no sirve para nada.

Los personajes más corruptos de la sociedad han encontrado su teatro perfecto de operaciones en la política, de forma que para un hombre honrado se hace difícil moverse entre tanto navajazo

La metáfora no es original, fue tomada por muchos como la máxima expresión del esfuerzo inutil. Podemos prepararnos como sociedad y como personas para dar lo mejor de nosotros mismos en un momento concreto de la historia, y puede no servir de nada, porque la realidad es cambiante. 

Y cada vez lo es más en este tiempo de pandemias. Tuvo que sobrevenir a la humanidad una catástrofe al más puro estilo bíblico como la del covid-19 para que nos diéramos cuenta, y en el lote hemos descubierto agazapadas entre las costuras del siglo otras cuatro pandemias, si cabe más letales que la primera: 

  • Una pandemia política porque en un sistema político en el que hay que competir para obtener el poder, se establece un juego de competencia insana en la que el enfrentamiento es inevitable. Los gobernantes de todo el mundo ya no están al servicio de los gobernados, sino de sus propias agendas y de sí mismos. Ya no miramos todos en una dirección, sino que nos enfrentamos por bloques. La altura moral y ética que se le exige a un político en un modelo así, brilla completamente por su ausencia en la casi totalidad de los países, más bien al contrario, los personajes más corruptos de la sociedad han encontrado su teatro perfecto de operaciones en la política, de forma que para un hombre honrado se hace difícil moverse entre tanto navajazo. Hoy por hoy, meterse en política con intención real de servicio es un deporte de riesgo y se recomienda dejar hecho testamento previamente.
  • Hay una pandemia económica porque los modelos económicos alternativos, capitalismo y comunismo, y sus hijos bastardos, se han demostrado inútiles. El primero porque depende de un consumo que en situaciones de crisis como la actual derrumba el castillo de cartas sobre el que se sostenía. El segundo por todo lo contrario: establece una uniformidad a la baja en la que no está permitido destacar, salvo los que la establecen, y al eliminar los alicientes para el crecimiento personal, desaparece el progreso social. La ruina está asegurada para ambos. De hecho ningún economista es capaz, no ya de predecir, sino de dar una explicación sensata, coherente o lógica a lo que ya pasó.
  • Existe una pandemia cultural, y esta es clarísima. Si la cultura es el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico, entonces estamos de acuerdo en que hoy ya no se estimula el juicio: ¡se orienta y se manipula!. La cultura se pone al servicio de la ideología dominante cuando la función de la misma es precisamente la contraria: retar, hacer pensar, ayudar a encontrar la verdad. Lejos quedan ya aquellos artistas rebeldes y bohemios de todos los tiempos que hacían avanzar el discernimiento humano hacia límites desconocidos, siempre en conflicto: filosofía, literatura, pintura, arquitectura, desafiaban las normas asombrando siempre al inculto, pero a la vez dignificando al inculto, porque eso es lo que nos separa de los animales. ¿Qué hay de digno hoy en el mundo de la cultura, por muy en HD que se presente?. ¡Si la moda hoy es parecer animales o hacernos uno con la pacha mama!.
  • Y hay, como no, una pandemia religiosa. En todas las edades la humanidad ha buscado explicación a su propia existencia, a su propia superioridad ante el mundo material que le rodeaba. En esa explicación estaba implícita la respuesta a la eterna pregunta ¿cómo seré feliz?. Ese misterio necesita respuesta, y la cultura occidental se basa íntegramente en la respuesta a esa pregunta: Jesús de Nazaret. El es la respuesta a la pregunta humana y divina que hoy se les niega a todos. Eliminando la religión en las escuelas, en las calles, en los corazones de la gente, eliminan lo único que nos puede hacer realmente felices. La religión es la respuesta a la búsqueda de la felicidad del hombre, que no se puede encontrar en nada creado por él (tener cosas) o inferior a él (la pacha mama). Y nos la están quitando, nos la están quemando, prohibiendo o ridiculizando.

Puede que haya cambiado el tablero de juego, pero los jugadores somos los mismos. Podrá cambiar la forma, pero siempre seremos iguales que nuestros abuelos y que nuestros nietos

Cinco, no una, cinco pandemias, que han hecho que el río de la historia se desvíe para siempre, mientras nosotros tratamos de cruzar un puente que une dos orillas que ya no existen.

No encuentro una expresión más estúpida que la de la “nueva normalidad”. ¡Estamos en permanente cambio!. Pero mientras todo a nuestro alrededor se mueve, mientras las normas cambian, mientras la tecnología avanza, hay algo que permanece siempre igual: nosotros. Puede que haya cambiado el tablero de juego, pero los jugadores somos los mismos. Podrá cambiar la forma, pero siempre seremos iguales que nuestros abuelos y que nuestros nietos. Y esa es la base de la innovación: que el mundo es esencialmente impredecible, pero sabemos que en el futuro nuestras necesidades serán las mismas. Innovar es dar respuesta a los cambios, incluso anticiparse a los cambios.. pero para servir a los mismos.

Y (hablando de puentes, huracanes e inundaciones) en tiempos del diluvio universal hubo muchos que vieron venir la tormenta, pero sólo Noé construyó el arca y no para él, sino para él, su familia, y la naturaleza que le rodeaba. Él previó, y se puso manos a la obra. Y no pasó a la historia como un visionario, sino como un constructor. 

Esa es la clave de la innovación: tener la actitud y preparación mental y física para actuar y servir al bien común cuando venga la inundación. 

Y mira, ha empezado a chispear.

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