Ciudadanos, un partido que nació en Cataluña como reacción ante el vacío dejado en esa Comunidad por los dos grandes partidos nacionales, que renunciaron hace tiempo a hacer oposición real al separatismo, ha ido adquiriendo dimensión general española a caballo de la plataforma civil Movimiento Ciudadano. Su progresiva implantación en todo el territorio y la excelente imagen de su líder lo van configurando como el ocupante mayoritario del tercer espacio entre las viejas y agotadas formaciones del bipartidismo y el extremismo colectivista emergente nacido al calor de la crisis. Sin embargo, su crecimiento no se puede prolongar indefinidamente basado en exclusiva en elementos estéticos o en declaraciones genéricas, por bien que suenen. Una fuerza política que aspira a ser determinante en el nuevo mapa parlamentario que surgirá tras las próximas elecciones generales, debe empezar a definir sus propuestas, una vez consolidado su diagnóstico como certero y su principal rostro como probadamente atractivo.
En este contexto, el inicio de la concreción de su programa económico, lanzado con enorme éxito de público en Madrid el pasado martes, ha sido recibido con la lógica expectación y ofrece, en contraste con el desolador panorama de luchas cainitas y de sucesivos escándalos de corrupción que domina hoy el panorama público español, un interesante material para la reflexión y el debate. Si se lee con atención la primera entrega de lo que se ha anunciado como una serie de seis grandes apartados, surge de inmediato la pregunta que se han formulado ya algunos analistas: ¿Ciudadanos nos presenta una opción liberal o socialdemócrata, está Albert Rivera más próximo a la visión keynesiana o a la hayekiana? Este interrogante, que se puede aplicar también a otros políticos europeos del momento – véanse si no las líneas estratégicas adoptadas por Manuel Valls o Mateo Renzi, teóricamente socialistas, o por David Cameron, un decidido defensor sobre el papel de la libertad de mercado -, no admite en la actualidad respuestas inequívocas. Hay puntos en el programa económico de todos ellos que, al igual que sucede con el de Ciudadanos, se corresponden con uno u otro esquema ideológico. Por ejemplo, el contrato único indefinido con indemnización creciente por rescisión es propio de un enfoque liberal, pero si va acompañado de la creación de un fondo de protección ante el despido aportado por la empresa, no cabe duda que adquiere un tinte socialdemócrata. La asignación al propio trabajador en paro de larga duración de los fondos de formación y reciclaje para que él elija libremente entre una oferta variada de cursos proporcionados por la iniciativa privada, acabando así con el monopolio de sindicatos y patronales en esta actividad, es una medida liberalizadora, aunque el control por parte del Estado de los contenidos y la calidad de la docencia incurre en un ponderado intervencionismo. En cuanto al llamado Complemento Salarial Garantizado, por una parte es un claro estímulo a buscar empleo, lo que pone el acento en la responsabilidad individual, pero por otra es una muestra típica de protección social en busca de moderar la desigualdad.
Si se observa la filiación política y la procedencia de las principales figuras de Ciudadanos, empezando por su cabeza de filas, nos encontramos con personas que vienen del PP, otras del PSOE, muchas sin militancia previa y, por supuesto, algunas identificadas con fórmulas económicas claramente “austríacas”, mientras que no faltan las que simpatizan con posiciones más comprometidas con el Estado del Bienestar. Probablemente, en un país tan viciado como el nuestro, en el que se ha acostumbrado a la gente a exigir a la Administración que le garantice toda suerte de derechos y beneficios, olvidando a menudo que la riqueza solo se genera mediante el trabajo, el ahorro y la competitividad, y donde millones de nuestros compatriotas navegan en la más terrible precariedad, lo realista sea, por lo menos de manera transicional hacia una economía verdaderamente apta para salir airosa en un mundo globalizado, un mix equilibrado de libertad e intervencionismo, lo que encaja con el principio de cambio sensato y seguro que Ciudadanos ha alzado como estandarte de su proyecto regenerador.