«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Coincidencias

17 de agosto de 2015

Estaba hojeando un magnífico libro del British Museum de Londres y me vino de repente a la mente la imagen de esos magníficos frisos y bajo relieves asirios que se ubican en el sótano según se entra a mano izquierda, si es que no ha habido ningún cambio en la distribución de las innumerables joyas que alberga dicha institución, en los que aparte de las cacerías de leones del gran Asurbanipal están representadas todas las conquistas de dicho emperador y sus tácticas militares a la hora de sojuzgar a los pueblos que constituían su imperio.

Desde luego choca la tremenda eficacia de la máquina de guerra asiria y la brutal represión que dichas imágenes ponen de manifiesto. Si a eso unimos lo que conocemos por las crónicas de la época, tanto propias como las de sus desafortunados enemigos, se descubre que dicho pueblo practicaba el terror como una más de sus armas de guerra: infundir tal miedo y desesperación en sus contrincantes que antes de la lucha ya estuvieran derrotados. Las filas interminables de prisioneros, mujeres y niños esclavizados, hombres degollados, ciudades enteras en las cuales sus habitantes habían sido empalados, destrucción sistemática de templos, residencias y palacios todo a mayor gloria de Asur. En última instancia, la aniquilación del contario, no simplemente su derrota.

Tal estrategia tuvo su rédito durante siglos, hasta que tal era el odio que acabaron por generar hacia su pueblo mismo que una alianza de babilonios y persas acabó con ellos. Fue tal la animadversión que no quedó piedra sobre piedra de aquella milenaria cultura.  Es cierto que toda guerra supone crueldad y brutalidad pero también es cierto que ciertos pueblos han dejado un mayor rastro y fama de barbaridades, y el asirio desde luego es uno de ellos.

Viendo el lugar en el que estaba situado dicho reino no pude evitar al leer las últimas noticias de la guerra de Oriente Medio, observar que curiosamente el territorio en que se situaba Asiria coincide casi exactamente con la actual Siria y norte de Irak, justo el territorio en el que el ISIS, Daesh o ejército islámico, está llevando a cabo su brutal guerra de exterminio y conquista con pretensión de formar un califato – un nuevo imperio – que domine mental y físicamente a todos los pueblos de la zona –igual que los asirios.

Es igualmente llamativo cuando se ve a través de los medios de la nueva tecnología, hace dos mil años eran bajo relieves, esas hileras de prisioneros torturados, asesinados, mujeres esclavizadas, niños abducidos, y los que están a punto de ser decapitados en directo por TV,  manifestación de una barbarie cruel, utilizando los más modernos vehículos de comunicación pero  esencialmente similar al de sus antepasados. El propósito sigue siendo aterrorizar a sus adversarios y escandalizar a sus enemigos, para disuadirles de enfrentarse a ellos a riesgo de exponerse a recibir tales represalias.

Es curioso, al menos como punto de partida, cómo el territorio, la geografía y la historia étnica de los pueblos viene a reflejarse y repetirse al cabo de miles de años con una coincidencia en los patrones de conducta, costumbres, tácticas militares y de expansión de unas poblaciones, aparentemente totalmente distintas de carácter,  principios, religiones y filosofías. ¿O es que en el fondo su naturaleza no es tan diferente como aparentan cuando afloran los instintos más brutales y primarios del ser humano? No me refiero a la coincidencia básica de todo ser humano con sus semejantes a lo largo de toda la historia y en todo lugar, sino a peculiaridades específicas que resultan llamativas cuando echamos la vista atrás y comprobamos los comportamientos de poblaciones en un lugar determinado y sus antepasados, al menos teóricos, de ese mismo lugar hace miles de años.

Obviamente no quiere esta reflexión establecer ninguna regla científica ni afirmar una tesis en profundidad sobre el comportamiento humano sino simplemente señalar curiosas coincidencias que me han llamado la atención.

En sí, esa coincidencia no resultaría llamativa ni relevante sobre todo si vemos la evolución de la zona a lo largo de los siglos posteriores y los movimientos poblacionales, donde existen precedentes de califatos más recientes y mucho más importantes, desde el turco hasta el de Damasco y Bagdad. Lo que resulta chocante es las tácticas de conquista y militares empleadas para amedrentar a la población y someter a todos a una disciplina rígida donde no quepan las discrepancias, que en este caso no se imponen en el nombre del dios Asur sino con el Corán en ristre, pero la técnica es muy parecida: El terror.

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