Hace escasos días Javier Cercas escribía en un diario del Grupo Prisa su llamamiento a la rebelión. Desencantado con los políticos, por el divorcio actual entre ética y política, y por la consecuente antipolítica, esgrimía algunos de los motivos de su enfado y desazón.
Del alejamiento entre la ética y la política se ha escrito mucho. Sobre la concepción ética de la política disponemos de ríos de tinta. La ética clásica o cristiana hace tiempo que no impregna la acción de demasiadas personas supuestamente consagradas a la cosa pública. Esta concepción, típica de Maquiavelo, del poder justificado por el solo hecho de ser poder sigue estando hoy, por desgracia, vigente, como si no hubiera lugar a la legitimidad del cómo se alcanza o se ejerce el poder. El poder debe valer para servir a los demás y no para servirse a uno mismo. Por eso los corruptos se sirven a sí mismos, abusando de su poder.
El gran romanista Álvaro d’Ors distinguió entre ética, como el orden de conducta socialmente vigente, de la moral, como conciencia personal. Esta distinción sirve porque, sin duda, el descrédito de la actividad política trae una de sus causas en la completa desunión entre una clase política embriagada y ciega de sí misma, que no mira la realidad y las necesidades de los compatriotas, y la ética pública coincidente con una base moral.
Frente al arte de engañar a los hombres, como forma de hacer política, como lo llamó d’Alembert, existen unas formas serias y amables. Así, por ejemplo, el gran Jaime Balmes distinguió entre una mala política, la de las intrigas, los intereses bastardos y la corrupción; y la sana política o la política en grande, la propia de la conveniencia pública, la Razón y el Derecho.
Porque la política es una actividad noble, además de ser necesaria. Es a la vez arte y ciencia. Sirve para gobernar y controlar al Gobierno, para proponer y disponer. Por eso, en política deben caber todos: investigadores e intelectuales, estrategas y seductores, oradores y escritores; técnicos y gente sencilla.
Tener conocencia de que la nobleza de la actividad es una condición necesaria para apreciar la política como el arte de hacer posible lo que es necesario y justo: la política sujeta a la ética y al bien general. Por esta razón Brunetto Latini escribió que es el oficio más noble de La Tierra. Esta forma de ver la política es la que hace que uno la considere como el instrumento para cuidar las cosas, para mejorarlas, y a lo político como el concepto propio del análisis teórico. Por eso, en mi formación política preparamos diagnósticos, presentamos pronósticos y ofrecemos soluciones a la realidad que observamos.
En VOX no nos conformamos con ser un parche de la anti política, o de hacer política de intereses pequeños y partidistas. No es solo un cambio de políticas, sino que queremos hacer política. Una nueva política, que diría el Ortega de 1914: la política de la honradez y del interés nacional.
Porque España es una gran nación. La Historia así lo demuestra, tanto que incluso durante un tiempo escribíamos las mejores páginas de la misma humanidad. Y en el futuro podemos aún mejorar este glorioso pasado. El español, por naturaleza, tiene las mejores cualidades, y la propia España como comunidad unas aptitudes extraordinarias para construir un futuro brillante. Pero para ello necesitamos la ayuda de todos, porque la política tiene relación con los más variados asuntos de la vida.
Los prejuicios que existen sobre la política no se deben ignorar, como escribió Hannah Arendt. El primer prejuicio es la mentira que muchas veces la rodea, y con la cual debemos ser intransigentes. La ética en la política no es un oxímoron, por mucho que algunos quieran enfangar este noble oficio. Por ello, la mentira no debe tener cabida en la política; si la tiene, debe tener consecuencias graves para quien la utiliza.
Pero la política no es sola cosa de políticos. Los partidos políticos son hoy, es verdad, el instrumento fundamental de la participación política. Pero no son los únicos, existen otros. Por eso, todos desde nuestros disímiles quehaceres, unos desde la política activa y otros desde fuera, podemos ayudar a mejorar la Patria y a señalar todo lo que se debe mejorar. Así debemos actuar los que creemos en España y en su porvenir y prosperidad.
Quedarse cruzado de brazos no es una opción. Cuando se observan injusticias y somos testigos de estas, no podemos quedarnos inmóviles. Es necesario reaccionar y trabajar, cuantos más mejor, en la misma dirección: empresarios y trabajadores, funcionarios, periodistas y productores, jóvenes y mayores. Entre todos podemos cambiar las cosas. Porque la política activa sirve, sin duda. Pero para cambiar las cosas necesitamos a todas las fuerzas de la Nación. VOX cuenta con un programa político para reorientar a la Nación y hablar a los españoles como adultos. Es un programa elaborado con seriedad, sin demagogias, ni dogmatismos. Porque lo que queremos es reconstruir una patria unida, fuerte y poderosa, que compita en el mundo y de la que los españoles se sientan orgullosos porque responde a sus necesidades y anhelos.
Es necesario la colaboración de todos por el bien de la sociedad. Cada uno debe contribuir según sus posibilidades para la prosperidad de la nación. Es el remedio para restituir los principios que nos enseñaron nuestros padres y abuelos y para extirpar los males presentes que nos acechan. De ninguna manera es politicismo, simplemente es el recuerdo para participar en la variada acción en favor de nuestros ideales. En el campo más institucional y orgánico de la política, o en el socioeconómico, en el laboral, en el administrativo o el cultural, se puede promover, de manera coordinada con la acción política pura, la defensa de la libertad y de los derechos, del orden público y la justicia, de la paz y la prosperidad, y de la unidad y cohesión de la Nación.
El compromiso político siempre acarrea contratiempos y dificultades. Pero estar en la política, sea de una u otra manera, para trabajar en la dirección correcta, merece cualquier riesgo. Es una tarea de todos. Es un deber de todos los que creemos en libertad, la justicia, la prosperidad y los principios que conforman nuestra identidad. Así que, como escribió Chesterton «si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa».