«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Un conflicto y un problema inmersos en un eterno dilema

18 de noviembre de 2015

A nuestra sociedad actual occidental  le disgusta enfrentarse a problemas cuya solución no requiera ir más allá de una aproximación superficial, a ser posible de rápida o de inmediata solución. Es normal, la tecnología informática nos ha viciado la mente, proporcionando respuestas inmediatas a preguntas concretas y definidas, creando una falsa sensación, que queremos trasladar a problemas complejos que afectan en profundidad a la propia naturaleza humana.  Cuando un médico se ocupa de un enfermo, lo primero que pregunta es la edad, lo segundo su estado de salud normal y por último cual es su dolencia concreta en ese momento.

En esta panoplia de conflictos que nos afectan, a raíz de los recientes ataques  de grupos armados islamistas en territorio occidental, cuyo origen está en Oriente Medio, y cuya extensión violenta nos está llegando, nos están planteando el dilema de  cuál es la respuesta adecuada. Para responder a esa pregunta   tendríamos que aproximarnos  con la misma profesionalidad y paciencia que el doctor. ¿Quién es el doctor? La historia y la objetividad, aunque su análisis nos complique la vida, pues no hay soluciones sencillas ni inmediatas si el diagnóstico es el correcto.

Hay que distinguir tres niveles en este eterno conflicto, porque no pensemos que este conflicto viene de ahora,  aquí es donde los superficiales tiran la toalla y nos acusan de remontarnos a un pasado remoto, como si las ideologías y creencias, fueran un fenómeno pasajero encuadrable en un período electoral.

El primer nivel se encuadra bajo el epígrafe de lo que tanto Spengler como Toynbee, denominaban “Cosmovisiones”, es decir formas específicas de entender al mundo, al hombre y su relación con la divinidad, que se corresponden con las civilizaciones respectivas. Es evidente que desde tiempos lejanos la oposición entre la forma de entender el mundo y la sociedad  entre Oriente y Occidente queda patente, desde la primera vez que Darío lanzó sus ejércitos contra la Jonia Helénica. La acción reacción de aquella conquista frustrada desencadenó infinitos conflictos, de avance y retroceso, a favor de unos u otros, cuyo máximo exponente más reciente, es precisamente el Islam como reacción al racionalismo greco-latino.  Es esa tendencia del hombre semita y oriental a poner el acento en Dios como creador del universo y la fe como motor y guía de la sociedad. Islam significa sumisión.  En Occidente se nos puede alegar que también participamos de una religión semítica-oriental que es el judaísmo, pero seamos sinceros, el paso por Roma es evidente y decisivo en la formula final cristiana, los europeos optaron por una interpretación del mundo más racional, incluso en los momentos de mayor religiosidad, Abelardo, San Alberto Magno, Santo Tomás, Erasmo, Lutero… por solo citar algunos,   no son pensables integrados en el Islam, tanto Averroes, como Maimónides el hebreo, como Avicena y la pléyade de pensadores musulmanes de la edad media, eran considerados herejes y fueron perseguidos y expulsados. No hay tolerancia para la herejía. De ahí la centenaria inquina entre Shíes y Suníes dentro del propio Islam. La Biblia Hebrea,  el  Evangelio cristiano, los Hechos, son textos recopilados humanamente e interpretables. No es razón en contra, el que eso a su vez haya generado guerras infinitas entre unos y otros. El Corán, para cualquier musulmán ortodoxo, es un libro dictado por Dios directamente y por tanto no opinable ni interpretable, de ahí su imposible adaptación al paso del tiempo. Una religión que se basa fundamental y casi exclusivamente  en la fe rechaza violentamente cualquier interpretación que lleve a ver las contradicciones evidentes que existen en sus textos, anacronismos e inexactitudes, simplemente no es admisible. La tradición ortodoxa, o hadiths oficiales,  igualmente respetados por ellos, van en el mismo sentido.

Por tanto el primer síntoma de la enfermedad es la edad, este enfrentamiento tiene muchos años, que han pasado por momentos alternativos de preponderancia: desde las conquistas islámicas primeras, hasta las cruzadas, la destrucción de la cristiandad ortodoxa de Bizancio, hasta la  extensión del Imperio Otomano, y su colapso durante los  últimos dos siglos.

Resumiendo: es una visión del mundo en donde se enfrentan la fe y la razón tras el triunfo definitivo de la ilustración en Europa.

El segundo síntoma: la salud concreta del enfermo. Se sigue casi inmediatamente de la anterior situación: el colapso de la civilización islámica, su derrota y retirada prácticamente en todos los frentes: la ocupación militar y el reparto de su territorio efectuado por las potencias occidentales. Del que su máximo exponente es el tratado de Skyes-Picot firmado por Gran Bretaña y Francia durante la primera guerra mundial, del que surgen toda una serie de países artificiales, antes provincias del Imperio Otomano (No Turquía esto es importante)  labrados a base de la conveniencia de ambas potencias.

Rusia anteriormente a su vez había ocupado  toda el Asia Central y el Cáucaso musulmán, llegando  hasta chocar con el Imperio británico en la India “The Great Game” se llamó entonces a ese enfrentamiento.

En resumen, fueron humillados y repartidos, su principio de superioridad religiosa, basado en la fe, se vio aplastado por la ciencia y tecnología, defendidos por Occidente. Surgen movimientos fundamentalistas,  que buscan recuperar los orígenes: en Arabia central, el “Wahabismo” o en otros lugares, como Egipto los “Hermanos musulmanes”, los Salafitas en el norte de África, dispuestos a recuperar la ortodoxia islámica. Grupos que carecen de importancia hasta que se descubre la utilidad del petróleo como columna vertebral del sistema económico occidental y apoyándose en la coyuntura de la guerra fría comienzan a aumentar sus exigencias económicas para la explotación del mismo, consiguiendo así un poderío económico hasta entonces inexistente. Estos fundamentalistas utilizan esos recursos, son creyentes consecuentes, para poco a poco, ir penetrando a la sociedad occidental y radicalizar a sus bases locales para recuperar protagonismo y lanzarle de nuevo un desafío a Occidente.

Veamos ahora el tercer nivel: la dolencia concreta, reconociendo que han sido agredidos, sin complejos, como nosotros lo fuimos por ellos en otros momentos de la historia, cada uno busca la supremacía de su visión del mundo, cada uno interpreta la voluntad de Dios como quiere, y el laicismo también, tiene su propia visión del mundo que no a todo el mundo le convence, ese fue el gran fracaso del intento de redactar una constitución europea (No así en la de EE.UU.) Estos grupos, a los que llamamos terroristas, son los soldados de un ejército desestructurado, (reclutados como todos los infelices que en el mundo fueron reclutados para guerras ignorando las causas a base de  sentimiento y emoción, slogans y consignas)  han aprendido la lección,  dirigidos por mentes en  centros de poder económico importante, dotados de recursos, aprovechando la tecnología y medios modernos y nuestra falta de coherencia ideológica y debilidad, están dispuestos a tomarse la revancha  e intentan destruir a Occidente. Por tanto cualquier medio es bueno para alcanzar sus fines. El componente histórico y religioso, cultural y de agravio es ineludible reconocerlo, lo que no significa aceptarlo.

Contra el primer mal, paciencia y propaganda, solo el conocimiento, la educación, la guerra de ideas, el no abdicar de nuestros principios, el transmitirlos claramente erosionando sus irracionales argumentos poniendo de manifiesto, no es nada difícil por cierto, sus textos que son una serie de incoherencias  filosóficas, científicas y contradictorias en sociedades injustas y subdesarrolladas, de una ineficiencia que les condena a una miseria permanente.

No dar facilidades en nombre de la tolerancia a la propagación de tal ideología, reciprocidad, como mínimo, rechazo de sus principios esenciales, imponiendo en el seno de nuestras sociedades el conformarse a las exigencias ideológicas de nuestra sociedad. Tolerancia 0 con determinadas posturas o propuestas.

Contra el segundo mal, debemos reconocer los errores territoriales cometidos, eso es nuestro negociado, y no permitir que se diriman esos errores  a base de exterminarse entre ellos o masacrando civiles en Occidente. Debemos ser realistas, y aceptar que cada pueblo puede tener una escala de valores diferente,  hay pueblos que prefieren respetar la fuerza de un líder. Intentar imponer la “democracia”, que en realidad no es más que una forma de gobierno, carece de valores concretos, debemos insistir en los valores de Occidente independientemente de la forma de gobierno.

Me sorprende que en estos momentos tanto desde el lado vergonzosamente denominado “moderado” ¡se es o no se es musulmán!  si participan de esa religión defienden esas ideas, no nos engañemos, los que no, como los agnósticos o ateos en Occidente, no lo son, y el occidental “progre” no haya recordado a un hombre de la talla y visión de futuro realista para el mundo musulmán que fue Mustafá Kemal Ataturk. ¡Esa era la solución para esta segunda y primera enfermedad! En la teoría religiosa- político-social de Ataturk se resume lo que habría que hacer para redimir al mundo musulmán de su subdesarrollo. Pero esa revolución la tienen que hacer ellos no nosotros…

Eso desgraciadamente lleva mucho tiempo y apoyo por parte de Occidente, entre otras cosas aislando y marginando en el seno de nuestra propia sociedad, económica y socialmente, a esos déspotas árabes, los auténticos wahabíes fanáticos vestidos de Dior, que gracias a su dinero se pasean por el mundo pisoteando todos los derechos humanos de sus propias poblaciones y las ajenas

El tercer punto, el mal inmediato, tiene una solo solución, rendirlos incondicionalmente. Cuando ya no aguanten más el castigo que se les infrinja, se rendirán como hicieron en el pasado movimientos totalitarios y fanáticos tanto o más poderosos que ellos para no ser exterminados. Eso es una guerra, desgraciadamente, lo demás son acciones de policía, no hay guerra “light”. ¿Se imagina alguien intentando llevar preso a Hitler, Tojo o Stalin,  por incumplir la carta de los derechos humanos? Todo lo que sea evitar esa táctica o estrategia ultima, nos conducirá al desaliento y a la derrota, es un pulso de voluntades y resistencia. Aunque mucho me temo que el “buenísmo” imperante, al menos en Occidente, Rusia tiene menos escrúpulos e Irán ninguno, y la publicidad de los medios haga muy difícil resolver estos dilemas solos. No es cuestión de justicia o moralidad, es defensa de nuestra sociedad frente a una agresión externa. Lo que no  es óbice para reconocer nuestros errores pasados y reconocerle al enemigo cuando la fase agresiva toque a su fin, solo entonces,  sus razones.     

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