«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster

Contaré de cinco a cero

15 de noviembre de 2013

José Manuel Rebolledo, fiscal anticorrupción de Baleares, subió despacio las escaleras de su casa, sacó las llaves, abrió, dejó caer la cartera, superó el hall, movió la puerta corredera, entró en el salón, se dejó caer en un sillón chester, puso las manos en los antebrazos con las palmas hacia abajo, los pies apoyados en el suelo y dejó la mirada perdida, como ausente. Dos minutos después, su gato Lucas entró en el salón, avanzó con la mirada del depredador y se frotó ronroneando contra las piernas del fiscal anticorrupción que continuó con la mirada perdida sin hacerle caso al minino. Diez segundos después, con aparente indiferencia, pero lleno de resentimiento, el gato abandonó el salón meneando los cuartos traseros.

Tres horas después, Lucas escuchó cómo se abría la puerta, se desperezó y vio a Soledad, la mujer del fiscal Rebolledo, entrar despacio, como con miedo. Ella susurró: “¿José Manuel?”. Nadie contestó. La mujer del fiscal estiró el cuello hasta la puerta de la cocina: “¿José Manuel?”. Ella tragó saliva, abrió la puerta corredera y entró en el salón mordiéndose el labio inferior y haciendo un mohín de nervios con las piernas. “Ay, querido, me acabo de enterar… Que no hay indicios, has dicho, ¿eh? ¿Cómo estás? ¿Quieres algo? ¿Qué te pasa? ¿Por qué no contestas? ¡José Manuel! Haz el favor de mirarme. José Manuel, anda, venga, que seguro que has hecho lo que tenías que hacer; oye, en serio, va, mírame, me estás asustando,
José Man…”.

Justo en ese momento, en la segunda sílaba del segundo nombre del fiscal anticorrupción de Baleares, sonó el teléfono. Rebolledo se levantó como un autómata, descolgó y no dijo nada.

Al otro lado de la línea, una voz metálica susurró: “Concéntrese en mi voz. Concéntrese… Ahora, voy a contar desde cinco hasta cero. Cuando llegue a cero, despertará y no recordará nada de lo que ha pasado. Concéntrese en mi voz. Concéntrese… Cinco, cuatro, tres, dos, uno… cero. He dicho cero. Despierte.
Despierte ahora”.

Se escuchó un clic y la línea quedó en silencio. José Manuel Rebolledo, fiscal anticorrupción de Baleares, parpadeó diez veces muy seguido, miró el auricular y preguntó: “¿Dígame?”. Nadie contestó. Rebolledo insistió: ¿Dígame?”. Silencio. El fiscal puso una mueca de
incredulidad, colgó el teléfono, suspiró y entonces miró
a su mujer: “Pues no era nadie… Querida, hola, oye,
¿has visto a Lucas? Hace días que no le veo”.

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