«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Crudos y ‘beaujolais nouveau’

11 de septiembre de 2023

Hace poco oí decir a alguien, a quien respeto mucho por sus ideas y acciones en la política, que los políticos a la vieja usanza se han ido extinguiendo. No es menos cierto que políticos, los de antes; cuando todavía la política era representada por sabios, pensadores, e intelectuales en el sentido que le dan al término Ayn Rand y Thomas Sowell, éste cuando se preguntaba «¿qué es la inteligencia?»; según ellos los intelectuales renacidos en Estados Unidos, y que no fueron más que los empresarios dentro del sistema capitalista, el único sistema que ha triunfado en la trayectoria de la humanidad. Ayn Rand fue más lejos, en su libro Para el nuevo intelectual publicado recientemente en España por Planeta en la colección Deusto, subraya que el empresario sería el único nuevo intelectual y el que puede echar adelante un país; el resto, morralla ideológica.

Los políticos mayores —me refiero a la estatura de su inteligencia y moral—, los que todavía nos quedan, saben que la política sólo se hace en un sentido, en el de ir hacia adelante, en una progresión que poco o nada tendría que ver, porque la sobrepasa en concepto, con el progreso como definición marxista leninista. En eso coincidieron conservadores, socialistas, liberales, y hasta reaccionarios de izquierdas, una modalidad de pensamiento libre que los extremistas han ido acorralando hasta hacerla apenas existir. Esos políticos son, por decirlo de manera rápida y fácil, los sabios actuales, en una época donde nadie sabe lo que significa ser un sabio y todos pretenden convertirse en influencers sin tener pajolera idea de nada. 

A estos sabios yo les he llamado los crudos, los que como el buen vino añejado se pueden abrir y catar en cualquier momento, porque el aroma nos anunciará augurios de constancia, de permanencia, de respeto, de obra lograda, junto a un primer sorbo luego de haber removido la copa haciendo del vino una especie de marea púrpura encristalada, que sólo nos puede conducir a la inteligencia, a mejores y más grandes ambiciones. La política en ellos es ambición compartida, es situar a su país en el pedestal que le corresponde.

Es cierto que cada vez observamos no sin estupor que mientras que los políticos actuales de izquierda han ido menguando en credibilidad y en calidad, dado que ahora no son más que pobres esperpentos, suerte de espantapájaros colocados ahí para dar miedo al resto, que ocupan el sitio primordial en el pedestal donde debieron colocar a su país, y para colmo roban… Aunque lo peor no es que roben, lo peor es que roban sin principios, de forma mediocre. Se puede perdonar a un ladrón, pero jamás a un cretino corrupto. No puedo con los lerdos del sinsentido.

Mientras esto sucede, y que da grima tratar de entender cómo la clase política no la conforman ya más los pensadores, los escritores, los intelectuales, ergo los empresarios, sino las larvas tecnócratas, los infames brutos de la peor ralea, los burócratas de pantalones a ras de nalgas; un fenómeno se ha ido produciendo, que yo calificaría como la del Beaujolais Nouveau, ese magnífico tinto de estación de apelación de origen controlado. No soy bebedora, detesto el alcohol, pero un buen beaujolais inextricable y misteriosamente refresca el espíritu y la mente.

El fenómeno de este acto de libación ha ido reviviendo en Francia, como han ido resurgiendo una serie de reconquista, de políticos en el mundo, al que los peores delincuentes del planeta, todos de la izquierda más baja y rancia, han querido rebajar a la bajeza de su podredumbre, como cuando el terrorista Petro llamó facha al economista y candidato a la presidencia de Argentina, Javier Milei. Para los que apoyaron al criminal narcoguerrillero, que ahora ven con ojos retorcidos al versado Milei, no puedo hacer más que mandarlos a la grande merde sin un lozano buche del beaujoulais tan ansiado.

En España han florecido políticos conservadores de gran calibre, los nombres los conocen, todos están en VOX. En Italia gobierna una mujer de una fuerza arrolladora, que no se puede comparar más que con ella misma, no tiene parangón, o sí, es como si Oriana Fallaci fuese su ángel de la guardia. No tiene nombre lo que he disfrutado verla responder al tecnócrata engreído Macron, el presidente más abucheado y chiflado en la historia del país galo, acerca de la posición de Francia en África. Sólo ella podía brindarnos un placer similar al de una abeja reina fortificando su panal.

El problema es que rara vez los pueblos se enteran de lo bueno que tienen y han tenido, casi siempre se entretienen en lo pequeño, van y se tiran de cabeza hacia el lado amargo o desabrido de lo mezquino. Invariablemente, yo tras tantos años desconociendo el sabor de la verdad, prefiero antes de que empiece a escasear de nuevo el buen beaujoulais primor o superior, aunque me tachen de minoría. Y es que, cuándo no he estado en minoría, no conozco más que ese invaluable lugar de morbo y de placer. 

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