«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Degollar, para intimidar

28 de agosto de 2014

Ni un solo medio de comunicación occidental ha cambiado de nombre al EI (Estado Islámico) o como “Califato”, no “Califato Terrorista” o simplemente “Decapitadores”. Mientras ellos han convertido sus actos más crueles contra inocentes en espectáculos del terror servidos en vídeos para asustarnos, para intimidarnos.

Estos terroristas se ponen la capucha y sacan el cuchillo para demostrar a Occidente –donde las vacas se matar con descargas eléctricas- que esa capucha les entrega el poder sobre las vidas de los demás. La técnica de las ejecuciones cortando el cuello busca aterrorizar al enemigo, que somos todos.

Degollar sirve para aterrorizar a los propios como en Siria e Irak. Con el cuchillo en la mano se hace una limpieza étnico-religiosa: o te conviertes o cuelgo tu cabeza de una valla. Acabamos de ver como 250 militares sirios de una base en el nordeste morían de la forma más cruel a manos de los terroristas de la bandera negra a los que llaman eufemísticamente “Ei”, no sea que se ofendan

Degollar sirve igual para mandar mensajes a América, como el vídeo en el que perdía la vida James Foley, porque para los bárbaros terroristas, un periodista es también un enemigo. Para ellos, la prueba es que es un infiel, y eso es suficiente. Ante eso, la comunidad internacional permite que se financien los “Decapitadores”, lo hacen vendiendo petróleo de contrabando a sinvergüenzas occidentales sin escrúpulos y con dinero que pasan bajo mano algunos emiratos de esos que financian camisetas de fútbol de primer nivel.

Todo este horror, salvaje, despiadado brutal y repugnante ha tenido lugar desde primeros de año, pero no fue hasta el asesinato de Foley, cuando Obama comenzó a mover el trasero. Y la prueba de que su respuesta no ha funcionado es que los corta cuellos esperan el momento oportuno para volver a degollar a otro periodista, mientras su madre se desgañita pidiendo piedad en las televisiones estadounidenses. ¿Tienen que degollar a algún europeo, para que comprendamos aquí que no podemos no dar la cara en esa pelea contra los bárbaros degollamientos?

Nadie mueve un dedo, incluso los terroristas degolladores cuentan con un aliado de sus planes para intimidarnos: el morbo. ¿Cómo no ver una muerte por degollamiento real? Piensan en Occidente. Y ahí nos cazan porque el video es brutal y atrae y falta la contraparte que recalque –sobre todo a los jóvenes- que eso se le hace a inocentes por tener otro credo religioso, o por ser periodista. Aun  peor en Occidente se consiente que muchos crean que es un montaje de los norteamericanos, o que es la “respuesta justa al sionismo” como a menudo leemos en las redes. Por eso los “Decapitadores” ganan esta batalla; porque aquí falta la voz político-armada que diga: ¡Basta! Al mismo tiempo Occidente debe exigir a los líderes religiosos musulmanes que condenen con coraje y autoridad esa extorsión cuchillo al cuello.

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