La primera vez que leí del término neosovietismo fue en las páginas del libro ‘La Rusia de Putin’ de Anna Politkosvkaya, periodista de origen ucraniano nacida en Nueva York, de padres diplomáticos ruso-ucranianos (en época de la URSS). El término neosovietismo es alternado dentro del libro con otros usados con frecuencia, como democracia o capitalismo soviéticos, y que le sirvieron a la autora para definir el proceso de traspaso de la antigua URSS a una Rusia putinesca, liderada por Vladimir Putin, antiguo oficial de la KGB, consagrador al fin del neosovietismo.
El neosovietismo nació de una guerra en dos partes, Chechenia I y II, en el libro la periodista inicia su reflexión con el primer anhelo expresado por Putin con la intención de reafirmarse en el poder: «…un impopular director del detestado Servicio Federal de Seguridad (FSB), empezó a hacer declaraciones que el Ejército, que había conocido cierto declive con Yeltsin iba a renacer, y que lo único que necesitaba para ello era una segunda guerra en Chechenia…”. Obtuvo esa guerra, y Putin devino presidente gracias, entre otros factores, al Ejército que votó “como un sólo hombre” a favor de Putin.
Mientras más corruptos y ricos hay en las filas de la cúpula del poder, más pobreza, más apagones, más presos políticos y más división en la sociedad
El libro que la valiente periodista no es el único que escribió, también dedicó parte de su obra a la guerra en Chechenia, y a los desmanes del régimen de Putin, resulta —como saben— sumamente crítico con la corrupción de toda la sociedad rusa, de los oligarcas, a los que en numerosas ocasiones ella denominó “mafia rusa”. Tras la publicación de sus artículos y obra, las amenazas en su contra llovieron. Durante un vuelo en un avión fue envenenada, de lo que se salvó. Al final consiguieron asesinarla, tiroteada frente al ascensor del inmueble en el que vivía, el 7 de octubre del 2006, un año después de que el libro ‘La Rusia de Putin’ fuese publicado en español por Random House Mondadori/Debate; había sido originalmente publicado en inglés por la editorial The Harvill Press, Londres, 2004.
Releyendo ‘La Rusia de Putin’ advierto cierto parecido de la época en que fue escrito con la que está viviendo Cuba desde… pongamos el año 2012 hasta la actualidad, y pondré como ejemplo los asesinatos contra opositores, enmascarados en accidentes (Oswaldo Payá, Premio Sajarov, y Harold Cepero), raras enfermedades tras inyecciones (Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, Miguel Valdés Tamayo, preso político), o bajo golpizas y durante huelgas de hambres (Orlando Zapata Tamayo, que tuvo su antecedente en la figura de otro joven preso político, Pedro Luis Boitel). Una parte del Ejército devenidos hombres de negocios corruptos hasta la médula, en lo que podríamos llamar la “mafia castrista”, y de otro lado, otra parte del Ejército que, en discordancia con Moscú, digo, con La Habana, se siente todavía aferrado a una idea de lealtad de la gran patria socialista rusa, digo, cubana… El parecido es notorio.
O sea, como en aquella época en Moscú, en La Habana, mientras más hoteles se construyen, más se multiplican los asesinatos y extrañas muertes ¿naturales? Ujum, ujum… Mientras más corruptos y ricos hay en las filas de la cúpula del poder, más pobreza, más apagones, más presos políticos y más división en la sociedad, inclusive entre los que siendo miserables en el seno del pueblo de a pie, sin beneficiarse de nada, todavía gritan: “¡Viva Putin!”… No, digo “¡Viva Fidel, viva Raúl, viva Díaz Canel!”, cuando en el caso de Cuba el que probablemente en verdad ostente el poder sea desde hace un tiempo Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro, sobrino de Fidel Castro, formado en la KGB, en Rusia, discípulo de Putin.
Desde el 11-12 de julio del 2021, fechas en las que una gran masa del pueblo cubano se lanzó a las calles a pedir libertad, empezaron a tumbar, a morir, viejos generales, creo que contando al último ya van 19 o más, uno de ellos no era tan viejo, pero su muerte la anunciaron como enfermedad incurable y tuvo derecho a un homenaje póstumo, se trataba del general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, padre de uno de los nietos de Raúl Castro, y no de cualquiera de sus nietos, sino del predilecto.
Dentro del llamado neosovietismo existen numerosas vertientes, en el interior del neokastrismo lo mismo
Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, principal cabecilla de GAESA, grupo empresarial militar del neokastrismo (término acuñado por el blog cubano desde el exilio Los4Gatos en el año 2012), cuya principal función es el de blanqueamiento de capital y el enriquecimiento ilícito y hasta posiblemente “lícito” (ellos cambian las leyes cuando les da la gana) cuando de construcciones hoteleras se trata, había estado al mando del Hotel Saratoga, destruido bajo una sospechosa explosión poco antes de su no menos sospechosa muerte. De modo, que 19 o más generales se vayan del aire mediante la “tafia” tapiñada en sólo un año resulta, como mínimo una cifra alarmante y que debiera corroborar de que esto también rezuma neosovietismo a lo Putin por los cuatro costados.
Dentro del llamado neosovietismo existen numerosas vertientes, en el interior del neokastrismo lo mismo, e incluso, esa variante del “cambio-fraude” (término acuñado por Oswaldo Payá, mucho antes del 2012) se ha quedado chiquita vista por una suerte de esa falsa oposición creada por el propio castrismo, al estilo de Felix Dzerjinski en épocas de Lenin (“debemos crear nuestra propia oposición hasta que la verdadera nos tumbe”) y, frente al nuevo fenómeno, ha decidido recurrir al cambiocasaquismo habitual y oportunismo en grandes períodos de crisis, como recordarán en aquel filme de Bernardo Bertolucci, ‘1900’, realizado en 1978.
Incluso los que hasta hace poco eran considerados de derechas y conservadores inician recién un período de “juntadera” febril y quizá productiva (para ellos) con la más rancia alcurnia socialcomunista de la oposición perteneciente al cambio-fraude leal al castrismo, o sea, neokastrismo puro y duro, amparado y subvencionado políticamente en buena medida desde España por el Gobierno español, y en el arte y la cultura, desde el Partido Popular. Estados Unidos hará el resto, que no es poco.