«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.

Del tirano

7 de noviembre de 2023

«Señor cruel que se ha apoderado de algún reino o tierra por fuerza o por engaño o por traición». Así definía Alfonso X el Sabio al Tirano en sus célebres Siete Partidas (Partida segunda, título I, ley 10). La caracterización no acaba ahí. «Son de tal naturaleza —añade el rey—, que después que se han bien apoderado de la tierra, aman más hacer su provecho, aunque sea en daño de la tierra, que el provecho comunal de todos, porque siempre viven en mala sospecha de perderla». El tirano, en efecto, se define sobre todo por buscar su propio interés particular a cualquier precio e imponer su voluntad por encima de los que le rodean. Esa es la razón de que, a la hora de buscar protección, fíen más «su consejo y la guarda de su cuerpo a los extraños porque le sirven a su voluntad, que en los de la tierra, que les han de hacer servicio por apremio». Alfonso X el Sabio añade que algún tirano puede haber ganado el reino por derecho y con justas razones, pero si después usa mal ese poder y se vuelve arbitrario y egoísta, entonces la gente bien puede llamarle tirano con toda precisión.

Yo no he dicho que esté hablando de Pedro Sánchez. Eso lo ha pensado usted. 

El tirano es, ante todo, una voluntad de poder concentrada en el interés de una sola persona. Nada le detiene, así que perfectamente puede manipular votos en una urna o ganar el poder con mentiras, que nunca sentirá el menor remordimiento. Si la mentira no le incomoda, la traición tampoco. De hecho, para él no es otra cosa que un arte instrumental. Uno tiene el sentido de la traición cuando considera que hay algo más importante que uno mismo; pero si uno piensa que no hay nada más alto que la propia ambición, entonces la traición sólo es un procedimiento. Por lo mismo, no le afectan gran cosa los estragos que su conducta pueda causar: donde otros sienten pena o dolor o arrepentimiento por sus desmanes, el tirano sólo halla vacío e incluso, en casos de excepcional maldad, cierto aroma reconfortante.

Yo no he dicho que esté hablando de Pedro Sánchez. Eso lo ha pensado usted. 

Naturalmente, un tipo así presta la mayor atención a su propia seguridad: no sólo en el despliegue de artificios de poder (aviones, guardaespaldas, vehículos blindados, todo eso), sino también en la creación de una atmósfera de terror entre sus más próximos. Son estratagemas bien conocidas en la Historia: el tirano encarga a un sicario un trabajo indecente; ejecutada la tarea, el tirano prescinde del sicario con la amenaza explícita de que, si acaso se revolviera, su indecencia saldría a la luz. A partir de ese momento, el sicario indecente queda atado de por vida a la voluntad del amo. Es un juego peligroso, ciertamente, pero el tirano, que ante todo lucha por sí mismo, conoce la fórmula de la supervivencia: acogerse a la protección de alguien superior y ajeno al propio círculo, alguien como una potencia extranjera, a la que el tirano venderá cuanto haga falta (mayormente, si es propiedad de sus súbditos) a cambio de protección.

Yo no he dicho que esté hablando de Pedro Sánchez. Eso lo ha pensado usted.

La pintura puede parecer desagradable, pero el tirano, que por dentro es un pozo de inmundicia, por fuera puede ser de lo más seductor. De hecho, ese suele ser un rasgo eminente del tirano, que presta a su imagen exterior una atención extrema, hasta el punto de emplear grandes sumas en mantener una extensa corte de aduladores y turiferarios, arúspices y correveidiles, para que en cualquier rincón del reino haya siempre alguien cantando cuán bello es el príncipe. Con frecuencia, el mismo pueblo que ha sucumbido a los encantos del tirano, aclamándole hasta el delirio, acepta después la humillación de su propio engaño, hundido completamente en la peor de las esclavitudes morales.

Yo no he dicho que esté hablando de Pedro Sánchez. Eso lo ha pensado usted.

Muchos siglos después de Alfonso X el Sabio, John Locke se inclinaba también sobre el perfil del Tirano. «La tiranía —decía el inglés— es un poder que viola lo que es de derecho, y un poder así nadie puede tenerlo legalmente». La tiranía consiste en «hacer uso del poder que se tiene, mas no para el bien de quienes están bajo ese poder, sino para propia ventaja de quien lo ostenta». Y eso ocurre cuando el que gobierna, por mucho derecho que tenga al cargo, «no se guía por la ley, sino por su voluntad propia, y sus mandatos y acciones no están dirigidos a la conservación de las propiedades de su pueblo, sino a satisfacer su propia ambición, venganza, avaricia o cualquier otra pasión irregular».

Yo no he dicho que esté hablando de Pedro Sánchez. Eso lo ha pensado usted.

.
Fondo newsletter