Cuando una tragedia sacude a un país, sus dirigentes se enfrentan con una prueba inesperada con la que deben pelear. Unos cuajan y otros no. El Presidente de la República francesa, François Hollande, el más impopular de los Presidentes-Monarcas que ha tenido Francia, ha sabido ser el demiurgo que saque del “shock” a la sociedad francesa, con la multitud por delante. Millón y medio de ciudadanos –marsellesa en cuello- en Paris y hasta los cuatro millones en todo el “Hexágono” salieron el pasado domingo a la calle. Hollande también usó con mano maestra la diplomacia y lució la solidaridad internacional de prácticamente todos. Francia sale del ataque yihadista, unida, no como nuestro país cuando el 11-M. Y ello a pesar haber segregado de la unidad a Marine Le Pen y su Frente Nacional. Las manifestaciones que sacaron a 4 millones de franceses a la calle tuvieron mucho de “lavadoras de conciencia” como señalaba ayer la presidente del partido ultraderechista que eligen el 20% de los franceses.
Hollande supo ser el que abraza, el que consuela. El líder que preside la marcha y que defiende las libertades. Incluso defendió una cosa imposible: imponer a la vez el “multiculturalismo” que abraza a los musulmanes franceses no radicales (10% de la población y el sustrato electoral del Partido Socialista francés); y a la vez, promover el “rearme” moral e ideológico de Occidente frente al yihadismo, y proponer una revisión de los valores del Islam.
No lo tenía fácil. La operación punto final de los tres terroristas no fue limpia, causó 17 muertos. Hubo demasiados rehenes muertos y heridos; demasiados terroristas no capturados y, lo peor, muchas preguntas sin aclarar. ¿Cómo los hermanos con experiencia yihadista en Yemen y acreditado uso de armas de combate, no eran vigilados más estrechamente?, ¿Porqué los yihadistas franceses abatidos nunca cumplieron sus condenas íntegras por actos terroristas o filo terroristas? ¿Cómo es posible controlar en las afueras de París varios kalasnikov y lanzadores de granadas, amén de explosivos? ¿Cómo siendo objetivo terrorista el semanario Charlie Hebdo, no disponía de medidas de seguridad más severas? De todo ello hay un responsable último, se llama François Hollande. Sin embargo, con la misma cara de charcutero orondo, Hollande lidió con éxito como las operetas amorosas que protagoniza con moto y casco.
El terrorismo impulsó en nuestro país manifestaciones muy importantes desde la llegada de la democracia. La condena del asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA y, aún más, la respuesta a los atentados del 11-M que superó en número a cualquier otra concentración organizada desde 1977. Pero estuvimos solos nuestro Gobierno saliente (el del PP) o el entrante (el del PSOE) no supieron atraer a su favor el delgado equilibrio de líderes políticos que concitó en París el atentado contra Charlie Hebdo. Allí estaban los líderes políticos europeos (Merkel, Cameron, Renzi, Rajoy, Samaras, Junker…), junto altos representantes del Gobierno de Obama con el titular de Exteriores ruso; políticos de Canadá o Australia (atacados por el yihadismo); el presidente turco; los Reyes de Jordania; el presidente palestino Abas, junto al de Israel, Netanyahu; incluso el ucraniano Poroshenko. Eso, Hollande y su Gobierno lo han hecho mucho mejor que nuestros políticos españoles cuando sufrimos el 11-M
Así quedará para la historia que nosotros no tuvimos cortejo solidario, a pesar de que los muertos en los trenes de Atocha eran 192 y los de Charlie Hebdo, solo 12 por mucho que fueran conocidos humoristas de izquierdas. ¿No les parece llamativo?