«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Periodista, insiste en que no ha hecho otra cosa en su vida, a pesar de que ha sido profesor universitario (San Pablo-CEU), empresario (del equipo fundador del Grupo Recoletos), asesor de la Conferencia Episcopal (Subcomisión de Familia y Vida), etc. Como periodista lo ha hecho todo en prensa escrita, radio y TV: director del diario Ya, creador de las tertulias políticas radiofónicas, director y presentador de Argumentos en Popular TV y de Alguien tenía que decirlo en Intereconomía TV. Partidario de la vida frente a la muerte, de la luz frente a la tiniebla, de la verdad frente a la mentira, del amor frente al odio, de la alegría frente a la tristeza, Ramón Pi es uno de los periodistas más conocidos de España. Su fama está avalada por una larga trayectoria profesional y por el ejercicio de la profesión periodística desde la coherencia. El periodista está considerado por muchos como uno de los creadores del género de las tertulias políticas radiofónicas. Actualmente desarrolla su actividad profesional en el Grupo Intereconomía.
Periodista, insiste en que no ha hecho otra cosa en su vida, a pesar de que ha sido profesor universitario (San Pablo-CEU), empresario (del equipo fundador del Grupo Recoletos), asesor de la Conferencia Episcopal (Subcomisión de Familia y Vida), etc. Como periodista lo ha hecho todo en prensa escrita, radio y TV: director del diario Ya, creador de las tertulias políticas radiofónicas, director y presentador de Argumentos en Popular TV y de Alguien tenía que decirlo en Intereconomía TV. Partidario de la vida frente a la muerte, de la luz frente a la tiniebla, de la verdad frente a la mentira, del amor frente al odio, de la alegría frente a la tristeza, Ramón Pi es uno de los periodistas más conocidos de España. Su fama está avalada por una larga trayectoria profesional y por el ejercicio de la profesión periodística desde la coherencia. El periodista está considerado por muchos como uno de los creadores del género de las tertulias políticas radiofónicas. Actualmente desarrolla su actividad profesional en el Grupo Intereconomía.

El ‘derecho a decidir’

9 de julio de 2013

La semana pasada se inició en Madrid una serie de encuentros dedicados a reflexionar en voz alta sobre las relaciones entre Cataluña y España (o, para evitar suspicacias, entre las ideas de Cataluña y de España). Se celebrarán alternativamente en Madrid y en Barcelona, y están organizados por la Fundación Diario Madrid y la sección española de la Asociación de Periodistas Europeos: o sea, que el que menea las cerezas, como dicen en Cataluña, es Miguel Ángel Aguilar, que ofició de moderador sólo relativamente moderado, como es su costumbre. Los intervinientes eran en esa ocasión dos historiadores, José Álvarez Junco y Joaquim Coll. Sus parlamentos tuvieron interés, procuraron huir de toda demagogia y traslucieron el esfuerzo por comprender las razones de los independentistas catalanes, probablemente con poco éxito si es que en el público había alguno de ellos. Acaso como fruto de ese esfuerzo, Coll dijo algo que me dejó perplejo: consideró que los separatistas ponían sobre la mesa un argumento potente e irrebatible, que es el derecho a decidir. Y ni Álvarez Junco en el debate, ni nadie en el brevísimo coloquio posterior, sometió a escrutinio tan arriesgada proposición.El famoso derecho a decidir, ¿es tan potente e irrefutable como le parece a Coll, que dio por sentado que nadie puede discutir la existencia de este derecho en una sociedad libre? A mí me parece que, por el contrario, ese es un derecho problemático de arriba abajo. ¿Quién tiene ese derecho? ¿El pueblo de Cataluña? ¿Y quién forma el pueblo de Cataluña? El último precedente de identificación del pueblo de Cataluña se dio en 1978, cuando se comprometió libre y entusiásticamente con una Constitución cuyas reglas de juego deberán observarse para evitar un proceso revolucionario si alguien la quiere reformar. Así es como se funciona en las sociedades libres y civilizadas.Imaginemos que ese obstáculo se superase –no sé cómo–, y que bastase la voluntad del pueblo de Cataluña para decidir. ¿Por qué el pueblo de Tortosa o el de la Vall d’Aran no pueden decidir por sí mismos respecto de Cataluña, y Cataluña sí que puede respecto de España? El planteamiento de los independentistas catalanes, lejos de ser potente e irrebatible, más bien es pueril y sumamente endeble. Pueril, porque sólo los niños (y niños malcriados) cambian las reglas en medio del juego si creen que van perdiendo; y endeble, porque carece del menor fundamento político y legal: es pura palabrería, o algo peor si no se atiene a principios tan inesquivables como el clásico pacta sunt servanda, cuya vulneración llama inevitablemente a una solución de fuerza.Joaquim Coll se rindió antes de librar una batalla tan fácil. Él sabrá por qué.

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