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Barcelona, 1981. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Periodista. Autor del canal de Youtube 'Alonso DM'.
Barcelona, 1981. Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Periodista. Autor del canal de Youtube 'Alonso DM'.

Dos minutos de disidencia en el Parlamento Europeo

23 de noviembre de 2022

«Les voy a contar la verdad, la amarga verdad». Con esta frase empezaba su intervención ante el Pleno de Estrasburgo el profesor Ryszard Legutko, eurodiputado polaco y presidente del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos. «Y la amarga verdad es que el Parlamento Europeo ha hecho mucho daño en Europa». Un murmullo recorrió la sala. No era lo que se esperaba oír en esta sesión. Este martes era un día de celebración –el setenta aniversario de la constitución del Parlamento Europeo– y sus señorías se estaban conmemorando a sí mismas. Tocaba aplaudir, no criticar. ¿Cómo se atrevía un diputado a hablar mal del Parlamento que nos hemos dado?

Un murmullo recorrió la sala. No era lo que se esperaba oír en esta sesión. Tocaba aplaudir, no criticar

Todavía quedaba un minuto y medio de discurso. «El Parlamento ha infectado Europa con un partidismo descarado y la infección se ha vuelto tan contagiosa que se ha extendido a otras instituciones como la Comisión Europea». Las cámaras de televisión empezaban a mostrar los primeros rostros de inquietud e incredulidad entre el público. ¿Qué estaba diciendo aquel hombre? ¡Si esto es la casa de la democracia!

«No hay ni habrá un demos europeo», explicó el profesor. ¿Qué querrá decir eso del demos?, se debió preguntar algún eurodiputado. En estas sesiones se lleva el tuit y la consigna rápida y se huye del debate mínimamente profundo o elaborado. De hecho, sus señorías tienen entre uno y dos minutos de tiempo para hablar, lejos de las largas exposiciones tan habituales en los parlamentos nacionales, donde se permite argumentar, disertar, rebatir y repreguntar. Al fin y al cabo, ésta es la casa de Europa y Europa tiene que hacerse rápido. No hay tiempo para demos.

Legutko siguió. «Este Parlamento ha abandonado la función básica de representar al pueblo. En su lugar, se ha convertido en una máquina de implementar el llamado ‘proyecto europeo’, alejando así a millones de votantes». Más murmullos, pero también aplausos. «El Parlamento se ha convertido en un vehículo de la izquierda para imponer su monopolio con su intolerancia feroz hacia cualquier punto disidente». Caras de incomodidad en las filas del grupo mayoritario, el del Partido Popular Europeo, que en efecto lleva décadas dejando a una izquierda minoritaria campar a sus anchas en todos los órganos políticos e ideológicos del Europarlamento, mientras ellos se piden todas las comisiones que hablan de cuentas, números y gestión.

«Este Parlamento es un casi-parlamento porque rechaza el principio esencial del parlamentarismo, esto es, la rendición de cuentas». Y explicó con brillante ejemplo: «El diputado es elegido por los votantes y debe rendir cuentas ante los votantes que le han elegido. La idea de que diputados españoles, alemanes o franceses que se deben a sus propios electorados puedan dictar algo a la sociedad húngara o a cualquier otra sociedad que no les puede pedir cuentas y no les puede poner o quitar de ahí es simplemente absurda». 

«En resumen», dijo, «el Parlamento representa un demos que no existe, trabaja para un proyecto que ignora la realidad y la ley, esquiva la rendición de cuentas, da la espalda a millones de personas y sirve a los intereses de una orientación política. Y eso es sólo la punta del iceberg. Llámenlo como quieran, pero no democracia. No lo es». Aplausos, abucheos y también algún que otro mareo ante la retahíla de dardos. A tal punto que la presidenta de la Eurocámara, la popular maltesa Roberta Metsola, tuvo que salir al quite explicando que en el Parlamento Europeo sí hay diversidad y la prueba son esos dos minutos de disidencia que se le permitieron al profesor Legutko.

Es verdad que el consenso socialdemócrata lo invade todo y lo decide todo…

Es verdad que el consenso socialdemócrata lo invade todo y lo decide todo: los títulos y el contenido de los debates, los tiempos, las resoluciones, las comisiones, sobre qué gobiernos y fuerzas políticas hay que poner la lupa y sobre cuáles no, o cuándo la presidenta de la institución tiene que ser neutral y cuándo puede replicar una intervención. Pero al menos deja que los demás participen uno o dos minutos para quejarse.

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