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Nahem Reyes (venezolano, 1979). Doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, Certificate of Strategy and Defense Policy of William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies of National Defense University (Washington, D.C.). Analista y Consultor político, especialista en Relaciones Internacionales y, actualmente es Miembro Asociado del Centro de Estudios de América de la Universidad Central de Venezuela.
Nahem Reyes (venezolano, 1979). Doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, Certificate of Strategy and Defense Policy of William J. Perry Center for Hemispheric Defense Studies of National Defense University (Washington, D.C.). Analista y Consultor político, especialista en Relaciones Internacionales y, actualmente es Miembro Asociado del Centro de Estudios de América de la Universidad Central de Venezuela.

El ajedrez geopolítico de Putin

26 de enero de 2022

La actual crisis tiene un origen longevo, tras el lanzamiento de la «doctrina Truman» en 1947 Estados Unidos y la entonces URSS dominaban a sus anchas la política mundial, un periodo que se conoce como «Guerra Fría» y que terminó con el colapso de la URSS en 1989 durante la presidencia de Michael Gorbachov.

Los primeros años que siguen a la caída de la URSS, bajo el gobierno de Boris Yeltsin, la Federación Rusa no desapareció de la arena internacional, en realidad sólo experimentó un notable repliegue marcado por la pérdida de viejos dominios como los países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia), y después Ucrania, Georgia, Chechenia y más de una treintena de Estados que son llamados países «ExURSS», en su mayoría ubicados hacia Europa del Este, el mar Báltico y Asia Menor.

Pero la Rusia de Yeltsin, aunque replegada, seguía siendo un actor clave en la política mundial dado que contaba con un poder nuclear con gran capacidad de daño. Así, representaba una amenaza potencial contra EEUU y el resto del mundo… y era miembro permanente y con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia, por tanto, no dejó a su exrival con las manos totalmente libres frente al tablero mundial.

Gracias a ello, Yeltsin logró obtener unas importantes ayudas financieras que le urgían a la técnicamente quebrada economía rusa. Sus industrias estaban obsoletas y eran improductivas. Necesitaba recursos para insertarse bajo el modelo capitalista, así como también para enfrentar las guerras con sus exaliados vecinos que reclamaban independencia.

El veterano y excomunista Yeltsin, quien gobernó la Federación Rusa desde 1991 hasta 1999, fue seguido por Vladimir Putin quien ha establecido una fuerte hegemonía en el país, incluyendo el breve paréntesis del gobierno títere de Dmitri Medvédev (2008 – 2012). Básicamente, la era de Putin ha sido una suerte de retorno gradual de Rusia con un papel más activo y protagónico en la arena mundial, marcado con un estilo altamente agresivo.

Uno de los primeros hitos de ese proceso de retorno fue la guerra de Georgia, Putin ordenó invadir en 2008 dejando una estela de sangre, destrucción y dolor a su paso, pero no todo quedó allí. También participa activamente en el conflicto sirio apoyando a Bashar al-Asad y llegando a su clímax el 2014 cuando Rusia impávidamente se anexionó Crimea ante una occidente prácticamente inútil. 

Con la anexión de Crimea, Rusia se consolidó… estaba de vuelta y convertida en un actor no solo poderoso, sino protagónico de la geopolítica mundial. Hay que sumar su anclaje en El Caribe, proceso que fue llevado de la mano de Hugo Chávez, quien abrió Venezuela a un estrechamiento de relaciones diplomáticas, comerciales y hasta militares con las compras millonarias de material bélico ruso, tales como aviones Sukhoi, tanques T-90 y miles de fusiles de asalto tipo Kaláshnikov, entre otros. Y el retorno de las relaciones con su viejo socio, el narco-régimen de La Habana. Además, la presencia rusa también creció en Europa al convertirse en el proveedor fundamental de gas de Alemania, con lo que anuló la capacidad de ésta de operar contra sus objetivos geopolíticos (como Ucrania).

Lo que estamos observando hoy no es algo nuevo, se trata de la consolidación de una política exterior rusa que ante el descuido o desatención de Occidente opta por un rol más activo y protagónico que evoca los tiempos de una Rusia gloriosa y poderosa iniciada durante el reinado de Catalina II. Esta reaparición de un Putin desafiante, resulta completamente natural, primero porque es su respuesta al percibir como amenaza a su seguridad que la OTAN llegue muy cerca de su territorio y, en segundo lugar, vale acotar que Rusia ha estado eclipsada por el apogeo de China y envía un meta-mensaje a las potencias rivales.

Toda guerra tiene sus víctimas. Es cierto que es una guerra geopolítica y tendrá un saldo, muy seguramente la muerte de Ucrania como República independiente o la pérdida de sus territorios ubicados al este

En medio de reaparición de Rusia en la geopolítica mundial, Volodímir Zelenski cometió un error capital: creer en su homólogo estadounidense para unirse a la OTAN. Ucrania avanzó en la iniciativa y a finales del año pasado el mandatario ucraniano se encontró con el presidente Joe Biden en la Casa Blanca. Le pidió misiles inteligentes, pero Washington jamás se los envió. Fue este hecho lo que desató la respuesta del Kremlin y el hábil Putin aprovechó para enviar a la frontera con Ucrania un fuerte contingente militar que se estima en más de cien mil hombres, además de los lanza misiles colocados al sur de Bielorrusia. 

Ya en medio de la crisis desatada, Putin lejos de amilanarse elevó la apuesta. En el marco de las conversaciones entre la OTAN y Rusia en Ginebra, Putin amenazó con enviar tropas a Cuba y Venezuela si la OTAN avanzaba en las conversaciones con el gobierno ucraniano. Washington ha calificado de «fanfarronada» la reciente amenaza de Rusia. Después, aprovechándose de otra desastrosa rueda de prensa del presidente Joe Biden en la Casa Blanca el miércoles pasado en la que dijo que «Rusia rendirá cuentas si invade».

Luego de estas declaraciones completamente desafortunadas del presidente Joe Biden, tuvo lugar la reunión cara a cara de cancilleres de Rusia y Estados Unidos en Ginebra, de la cual Antony Blinken salió derrotado. Rusia, en la voz de su canciller Serguéi Lavrov, exigió una respuesta por escrito a todas sus demandas en el plazo de una semana (plazo que vence este viernes). Dentro de las condiciones ya no sólo es la no inclusión de Ucrania en la OTAN, sino la retirada de tropas de la alianza occidental de Bulgaria y Rumania.

Las reuniones entre la OTAN y líderes militares rusos son un diálogo entre sordos, por lo que constituyen un esfuerzo estéril por intentar detener la ocupación de Ucrania por parte de Rusia. Toda guerra tiene sus víctimas. Es cierto que es una guerra geopolítica y tendrá un saldo, muy seguramente la muerte de Ucrania como República independiente o la pérdida de sus territorios ubicados al este, acción que tendrá lugar en el futuro inmediato aprovechando Putin el desconcierto reinante en la Casa Blanca con la Administración Biden y la debilidad de la Unión Europea. A Occidente le resulta menos nocivo que Rusia se anexione Ucrania o parte de ésta que establezca bases militares en pleno corazón de El Caribe, con lo que Putin le asestará un jaque mate.

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