«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

El asco

6 de marzo de 2024

La sensación general en España es la de profunda repugnancia hacia nuestros gobernantes, un asco ilimitado, sin parangón, que nos provoca el vómito constante y diario a todos. Y, por diario, se ha convertido en casi rutinario, lo que es igual a decir que carente de importancia. Estamos tan saciados de bellaquerías que asumimos como parte de nuestro día a día vomitar las excrecencias monstruosas que producen quienes debiendo velar por la nación lo único que hacen es saquearla, trocearla y arrancarle el alma. El relativismo produce tales consecuencias. Cuando todo da un poco igual y desdibujamos la frontera nítida entre aquello que está bien y aquello que está mal, el limbo restante se puebla de monstruos que nos engullen y hacen que perdamos la brújula moral. Así, da igual matar que no hacerlo, robar que ser honrado, violar que respetar el cuerpo del prójimo. Todo es igual y todo da lo mismo porque no hay normas ni límites, todo es subjetivo y dependiente de quien lo mire o analice y tú no eres nadie para oponerte a que un delincuente asesino y violador reciba su justo castigo porque todos somos humanos. Por esa razón tan cambiante, pero siempre a favor de obra del pensamiento woke, hablar de legalizar la pederastia o hacer públicos tus deseos pedófilos se considera «libertad de expresión», mientras que si a alguien se le pasase por la cabeza reclamar la pena de muerte para asesinos y violadores sería lapidado de manera contundente, quedando inhabilitado para volver a hablar en su vida.

La distancia que media entre libertad de expresión y pensamiento y libertad del depravado y del homicida a decir en voz alta cuan orgulloso se siente de sus lacras personales ya no existe. El relativismo woke ha tendido un sólido puente que circula en una única dirección, la suya. Todo lo que no quepa en su esfera, en la que cualquier degeneración moral tiene cabida, es fascista y hay que perseguirlo. Intente usted decir en un medio público que es partidario de la familia, numerosa si puede ser; que es contrario al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, a quienes pretenden acabar con las naciones-estado, a los que sólo admiten un estado totalitario de partido único, a quienes reinterpretan la historia a su gusto e intereses, a los que odian lo católico, a los corruptos zurdos. Le saltaran a la yugular. Cuando alguien dice en una televisión pública ¡en horario de máxima audiencia! que Hernán Cortés fue un asesino, o cuando una conocida marca de aperitivos contrata como imagen a alguien que cuelga en Twitter como le encanta lamer la vagina de su sobrinita pequeña es que se ha roto todo y lo único posible ante el despropósito es vomitar. Vomitar mucho, vomitar hasta sacar de dentro la bilis que produce este imperio de lo anormal. Es un ejercicio saludable aunque me temo que también sea totalmente estéril. Acostumbrados a vivir entre despojos y podredumbre, a este tipo de gente nuestro vómito puede parecerle incluso fragrante. Qué asco.

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