«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

El buen político

29 de junio de 2022

Vivimos tiempos turbulentos en los que nada es lo que parece y lo que parece, no lo es. Al españolito, que bastante tiene con soportar las crujías de este sistema depredador, le puede resultar harto dificultoso distinguir entre tanto político. El discurso de todos viene siendo como la bóveda celeste, porque parece igual la vea quien la vea. Pero la intención, no. La mayoría de nuestros representantes se limita a ser culiparlantes, léase votar o decir lo que se le ha ordenado desde el partido. Para que luego critiquen el dogma de fe o la obediencia debida. Estos papagayos revestidos de cargo público no tienen capacidad, aunque quisieran, de formular la menor idea porque carecen del espíritu, la cultura y la inteligencia necesaria. ¿Son por eso menos políticos? No. Pero ¿son buenos políticos? Dependerá del rasero por el que los midamos. Si consideramos que la política ha devenido en un modus vivendi para miles de nuestros compatriotas que, sin ella, no podrían cobrar lo que cobran a cambio de tan poco como aportan, es fácil colegir que un buen político será aquel que cobra, calla, obedece y mira hacia otro lado.

Pero queremos hablar del buen político, el que es útil a sus compatriotas, el que viene a servir y no a servirse. Los hay, que nadie toque a somatén. De entrada, para serlo hay que tener un medio decoroso para ganarse la vida fuera de la cosa pública, como definiera Alejandro Lerroux. Si uno pasa a depender del estipendio que le pagan por ser alcalde o diputado, mal vamos. Debe entender que el día de tu nombramiento lleva aparejado el de tu cese, que eres transitorio y que si bien hay pinturas y esculturas eternas, el político no está inventariado en los catálogos de los Uffizi, el Louvre o el Prado.

Nunca se dirá suficiente: el político debe mostrarse ante la gente como su más leal paladín, su defensor acérrimo y hacerlo con obras, no solo con palabras

Así, sabiendo que tu paso es transitorio lo primero es proponerse no mentir. Y mucho menos a uno mismo. La honradez es la mejor política, dijo Benjamín Franklin. Honradez para no ocultar las dificultades, por señalarlas incluso antes de que sean percibidas. Aquel que intenta esconder debajo de las alfombras de la elocuencia la suciedad de los asuntos públicos merece público oprobio de por vida. También el buen político debe saber encontrar soluciones a dichos problemas, quemarse las pestañas leyendo y escribiendo acerca de cómo mejor gobernar, gastar pares y pares de zapatos pisando la calle, hablando con la gente, interesándose por sus problemas. Y hacerlo siempre, no tan solo en elecciones, que es cuando la hipocresía politiquera se manifiesta de manera más impúdica y soez.

Nunca se dirá suficiente: el político debe mostrarse ante la gente como su más leal paladín, su defensor acérrimo y hacerlo con obras, no solo con palabras. Recordando a Calderón, un partido, cualquiera, debiera ser un lugar en el que la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia fuesen timbres de fama, honor y vida.

Y de ascenso.

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