«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.
Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.

El Circo Madrid ha llegado a la ciudad

23 de marzo de 2021

Tenemos poca memoria así que generalmente se nos olvidan frases que, en el summum de su éxito, en el engorilamiento de su vanidad, algunos gobernantes sueltan como quien no quiere la cosa, pero que retratan una forma de vivir. No hay que dejar pasar esas oportunidades de asomarnos a los abismos de su psicología. Freud habría pasado un buen rato con esos patinazos mentales. 

La que nos enseña su cerebro como una naranja abierta por la mitad suele ser la ministra Calvo. No suele fallar. Desde el “les va la vida” para que acudan a la manifestación, pasando por “estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie”, o el menos conocido “Me gusta madrugar para poder pasar más rato en el baño: allí leo el periódico, oigo la radio, oigo música y hablo por teléfono con alcaldes en bragas”, hasta el “he sido cocinera antes de fraila”. 

Otra que tal baila es la ministra Montero “la lista”, no la otra, con su “chiqui, 1.200 millones es muy poco”, o la otra Montero, la no tan lista pero sí más espabilada de “yo creo que a la manifestación del 8M no fue mucha gente por el Covid, tia”.

De repente todo está tan claro como este día de marzo que nos ilumina, les conviene que haya tensión

Son expresiones que se sueltan al bies, como quien no quiere la cosa, que demuestran lo que hay detrás. Como Pedro Sanchez (Mi Persona, el Mister Falcon, Pedro el Guapo) llamando narcisista a Ayuso. En el arte se les llama “pentimentos”, traducción al italiano de la palabra “arrepentimiento”, son esos cuadros que ocultan otros cuadros. Velázquez usaba mucho de ellos. Y salvando las casi insalvables distancias, Zapatero también.

Traigo a colación la famosa frase que se le escapó a Zapatero en aquella entrevista masaje que le hizo Gabilondo, el predicador laico (por diferenciarlo del hermano, que fue predicador católico, famoso por cierto por las collejas que daba a dos manos en el colegio de San Sebastián). Aquel “bien, la campaña va bien, pero… nos conviene que haya tensión” dicho soto voce pero captado por un indiscreto micro de corbata abierto. Bum, ahí está la clave, de repente todo está tan claro como este día de marzo que nos ilumina, les conviene que haya tensión.

Iglesias va frunciendo cada vez más el ceño, abandonando momentáneamente ese perfil de estadista que, pobrecillo, ha querido proyectar

La política debería ser aburrida. A nadie le debería interesar cómo se gestionan los recursos públicos, si se asfalta una calle que nos queda a siete bloques de mi casa, si el hospital de Cáceres tiene más o menos plazas de UVI. No es algo relevante para mi vida. Yo a un político le elijo por tres motivos fundamentales: para que me quite el problema de gestionar lo público, para que proteja la unidad de la comunidad, y para que rinda cuentas de su gestión en tiempo y forma. Punto, nada más. Pero claro, eso exige por parte del político unas capacidades que no parece que tengan en demasía hoy en día. Si el ciudadano toma en cuenta criterios de gestión pura y dura a la hora de votar, la izquierda está perdida. 

Por eso cuando llega la campaña llega el Circo al pueblo. Es una estrategia tan vieja como eficaz. Hay pintadas en Pompeya de campañas electorales edilicias en las que el candidato perdedor insulta al que va por delante para excitar unas emociones irracionales que nada tenían que ver con la creación de más urinarios públicos.

Les propongo un ejercicio sencillo de observación, y ya de paso quizá les ayude a tomarse la campaña de Madrid como un juego y menos en serio. Y puede que se diviertan. Le llamo el Circo Madrid. El juego es el siguiente: en este mes y medio que tenemos por delante fíjense en cómo Pablo Iglesias (el gorila macho alfa, espalda plateada, coleta morada) va frunciendo cada vez más el ceño, abandonando momentáneamente ese perfil de estadista que, pobrecillo, ha querido proyectar estos dos años de inutilidad ministerial. Va a ir cabreándose por fases, indignándose, revolviéndose como el inspector Renault de Casablanca (¡qué escándalo, en este lugar se juega!). Pedirá cárcel para Ayuso, la guillotina para Monasterio, y que se eliminen las imágenes de Chindasvinto, por fascista y heteropatriarcal. En los debates irá como la madre inocente del juicio de Salomón, voz bajita, hombros encogidos, cuello a 45º del eje horizontal, boli en mano, carita compungida y pucheritos Errejón Style (ay, quien le diera esa boquita para poder fruncir los labios como su astado amigo Iñigo).

No le propongo que se tome un chupito por insulto porque me preocupa su hígado y con este virus no estamos para bromas

Para ello contará con la sinpar colaboración del Pequenique más dicharachero de la política, el number one de la crispación, aquel que sólo con abrir esa boquita de piñón, calienta como piojos a media España y hace llorar de risa como bonobos a la otra media. El nunca bien ponderado Pablo Echenique, al que le queda muy bien el papel de represor-víctima tan propio del comunismo populista, y al que se le permiten deslices como el de fomentar la violencia en las calles. Dense un paseo por su twitter y verán cómo parece que le pagan por litro de bilis.

Y mientras ellos agitan ese “‘Árbol de la Crispación”, Gabilondo el fraile, alias Hodor, aparecerá en segundo plano canturreante recogiendo las bellotas de la mala leche derechil, las que van soltando aquellos que no se han dado cuenta todavía de que son parte del juego, y de que las métricas demoscópicas de esta gente son directamente proporcionales a la presión arterial del contrincante. De usted, querido lector. 

El primero que se enfada, pierde. Así que ya sabe, ríase, ríase con fuerza de todos, y aproveche esta primavera y que se acaba el Estado de Alarma. Descojónese con perdón viendo a los monos, a los osos, a los payasos, a los elefantes y a las bailarinas. Sufra con los acróbatas de Ciudadanos, intentando no caer en el abismo . No le propongo que se tome un chupito por insulto porque me preocupa su hígado y con este virus no estamos para bromas, pero sí que intente una cosa: que a medida que se vaya arrugando el ceño de Pablo, amplíe su sonrisa, porque significa que las encuestas le toman por lo que siempre fue, como político, irrelevante, como gestor, inútil, y como estratega, una mediocridad del nivel de Arrimadas la murciana

Créame, si usted se ríe de los payasos, no habrá catálogo de Netflix para el número de horas que va a tener libres el Marqués de Galapagar a partir del 5 de mayo.

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