La analogĆa resulta bastante desgraciada, pues la hermosa Tierra no parece que sea un globo a merced del viento. (La metĆ”fora parece funcionar en inglĆ©s; no en espaƱol). Al menos, no lo es en el sentido de borrarse las diferencias culturales o históricas, resultantes de que la población se organiza en naciones. Esa elemental circunstancia colectiva es compatible con la exigencia, de mucha gente, de valorar, cada vez mĆ”s, la persona y el reconocimiento de las libertades. No solo eso; otro valor, aceptado en muchos paĆses, es la centralidad del cĆrculo Ćntimo: familia, amigos, miembros de asociaciones de toda Ćndole. No es cuestión de reconocer, solo, el impulso gregario a los delincuentes, que llamamos, organizados.
El globalismo parece que alude al hecho cierto de que las naciones se agrupan en bloques polĆticos, sometidos a la hegemonĆa de unos pocos Estados. Hay quien ha soƱado con dar un paso mĆ”s: una especie de hegemonĆa de un gobierno mundial. Sin embargo, tal ensoƱación no se cumple. Es indudable que han existido, siempre, ciertos imperios hegemónicos, a menudo, despóticos, o, por lo menos, imperialistas. Precisamente, en nuestros dĆas, se asiste al canto del cisne de la hegemonĆa norteamericana, o mejor, de los Estados Unidos de AmĆ©rica. Puede que sea sustituida, poco a poco, por el nuevo imperialismo de China, que tendrĆ” que aceptar una interna revolución democrĆ”tica. Lo que no parece avizorarse es una especie de un Estado mundial, una utopĆa literaria, mĆ”s que otra cosa. Sin llegar a tanto, la ideologĆa globalista sueƱa con un mundo sin fronteras nacionales, no solo por razones fiscales o de defensa, sino como una especie de hermandad universal. SueƱos vanos. Lo malo es que esconden un ansia de dominio dispar, por parte de unos pocos privilegiados. El globalismo es la gran manifestación de la desigualdad, que amenaza a nuestro mundo.
Los ingentes movimientos de refugiados y de emigrantes (por lo general, ilegales) afectan a muchos paĆses, sean emisores o receptores
La ideologĆa globalista se presenta como una extraƱa alianza del progresismo, imperante en muchos paĆses, con algunas gigantescas empresas. Tal mixtura existe; sin embargo, sus propósitos chocan con amplias fuerzas en cada nación, en cada espacio cultural, que se resisten a esa dominación. Mientras exista la dialĆ©ctica indicada, no se puede decir que ha triunfado el globalismo. El hombre es un extraƱo animal, cargado de historia y de tradiciones.
Lo anterior no significa la ausencia de problemas, comunes a todo el mundo. No hace falta recordar el terrible impacto de la pandemia del virus chino (ahora, con sus epĆgonos, las cepas, de otros orĆgenes nacionales). Existen āpandemiasā de otro orden, que significan dolencias muy graves. Por ejemplo, es claro que los ingentes movimientos de refugiados y de emigrantes (por lo general, ilegales) afectan a muchos paĆses, sean emisores o receptores. En estos momentos, representan el mayor contingente de la historia. Son causa y consecuencia de mĆŗltiples desarreglos, precisamente, por su alcance internacional. No es el menor la disolución de la identidad nacional o cultural, tan necesaria como el comer. La puede ocasionar la guerra o el hambre, como tĆpicas amenazas apocalĆpticas.
Aunque no lo parezca, el pretendido globalismo acaba siendo un completo desorden
Bien es verdad que se producen, asà mismo, nuevos movimientos de aculturación entre esas huestes desplazadas. Pero, en la sociedad como en la naturaleza, no existen procesos de reacondicionamiento a un nuevo medio sin los correspondientes costes.
En el caso de la humanidad, superada un estadio primitivo de incesante nomadismo, se ha llegado a una estabilización de los habitantes en nĆŗcleos locales y espacios nacionales. Se podrĆa aplicar, en este diferente contexto, la divisa de San AgustĆn. Traduzco con cierta libertad: āNo anheles marchar fuera de ti mismo, quĆ©date en tu sitio, donde reside la verdadā. MĆ”s que la verdad, el sosiego, que produce el hecho de que los vecinos sean de la propia estirpe cultural de uno. Lo cual es compatible con todo tipo de movimientos migratorios, de casamientos mixtos, con tal de que sean ordenados y libres. Aunque no lo parezca, el pretendido globalismo acaba siendo un completo desorden, que, ademĆ”s, beneficia, injustamente, a unos pocos poderosos.