«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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El gran reemplazo y la ceguera

7 de mayo de 2023

Una de las formas más mezquinas de maltrato es negar la realidad que vive la víctima para que crea que está loca. La agresividad en esa luz de gas, en la negación mediante desprecios y acusaciones de paranoia es esencial para que sienta culpabilidad por su propia percepción de la realidad y sea ella misma la que desdeñe su propio pensamiento. Hacer que crea que está mal ver la realidad que palpan sus ojos. Así se construye un estado de confusión que no permite a la víctima distinguir entre la realidad y la ficción aferrándose a ésta para ser aceptada. Con esa desorientación se transforma en un ser manejable a merced del agresor asumiendo como realidad únicamente lo que le indique éste y descartando lo que perciben sus propios sentidos. La anulación del ser para la sumisión absoluta.

La psicología del maltratador es aplicada como arma política de control de masas. Cuando la realidad y sus consecuencias dañinas son injustificables se niega su propia existencia. Todo problema verdaderamente importante ahora es tapado bajo la denominación de teoría conspirativa de ultraderecha. Según la izquierda cómplice en el poder, hasta la okupación es un invento de la extrema derecha. Supongo que es más cómodo aceptar la mentira para poder seguir sentado en el sofá, narcotizado de intrascendencia mientras llega el final. El hombre absurdo.

Pero una cuestión en la que los medios imponen la etiqueta de «teoría conspiranoica de la ultraderecha» de forma tan abrumadora que resulta violenta es la inmigración y lo que se conoce por Gran reemplazo. Una simple búsqueda en Google es un aviso a navegantes de lo que no pueden hablar y toda duda pertenece a un campo proscrito. En Europa, especialmente en Francia, se denomina Gran reemplazo o Gran sustitución al hecho de que la población blanca será sustituida al reducirse en número y porcentaje, mientras que la población de origen africano o indoamericana se incrementa a gran velocidad a través de la inmigración masiva y su alta tasa de natalidad, a diferencia de la caída de nacimientos en la población originaria europea.

Independientemente de que esta situación se deba a un proceso natural —como afirman algunos— o a una planificación desde las esferas de poder mediante sus políticas de puertas abiertas y subsidios —como afirman otros— es un hecho, un dato objetivo e innegable que los inmigrantes tienen más hijos y que esa situación se incrementa año tras año. Por ejemplo, en el año 2019 el 20% de los nacimientos en España eran de madres inmigrantes. En el año 2021 ya era del 25%. Es cuestión de tiempo. En esto Francia nos lleva dos generaciones de ventaja. Si caminan por cualquier calle de París la sensación poblacional es de ciudad africana con decorados de Luis XIV.

Mencionar esta realidad de forma aséptica no es aceptado en el espacio público de libre-diversidad creado por el progresismo. La posibilidad de que la cultura que conocemos como europea o española sea sustituida por otra mayoría de origen distinto es un hecho que no se nos permite mencionar. En primer lugar habría que resaltar que el Gran reemplazo ya se ha producido en los medios. No hay película, serie, anuncio o exposición de «arte» que no tenga como protagonistas a una persona trans, LGTBI+, no-blancos o alguna mujer diciendo que es mujer. Estoy cansada de la ferocidad de la propaganda, de que todas las reinas victorianas sean ahora subsaharianas en una expropiación cultural con fines de borrado. Cansada de la prohibición social bajo pena de hoguera de denunciar esta sustitución de la realidad por una ficción psiquiátrica. Te obligan a jurar que la tierra es plana para no ser quemado en la plaza pública ¿Quién es aquí el que vive en el plano de la ficción y el miedo?

Pero lo verdaderamente importante del Gran reemplazo no es su realidad numérica, sino las consecuencias en la convivencia y en el cambio en el sentido del voto. La consecuencia principal es crear una mayoría poblacional, de voto identitario exterior y subsidiado. Dos características que no ayudan a enfocar la dirección del país en alcanzar un objetivo común de defensa y prosperidad, sino en la ruina y expolio mientras se favorecen políticas culturales de terceros países.

A partir de las segundas generaciones suelen votar al partido que más ayudas les prometa o que mejor represente su identidad originaria y no los intereses del país en el que han nacido. En Europa, en Francia, en España, los hijos y nietos de inmigrantes han sido criados en el odio a su país de acogida que les ha dado más del que sus padres abandonaron. Con una política actual basada en el desprecio a todo lo que fuimos y somos y con una red de subsidios se ha creado un campo abonado para que sea sustituido por otra cultura. Como sucedió con la religión al expulsar al Cristianismo de la vida pública. Frente al ateísmo va ganando el Islam.

Hay quien pueda pensar que el hecho de que la población europea se transforme mayoritariamente en población de origen africano no representa ningún problema y que debemos abrazar la idea como signo positivo de evolución y diversidad, aunque ésta no sea inclusiva con la cultura de destino. Poco importa si el Gran reemplazo responde o no a un diseño de malvados de Davos para cambiar la población y el voto, para acabar con la cultura, la tradición europea y la familia blanca tradicional, con una agenda que incentiva la inmigración masiva, el aborto, la eutanasia, los animales por encima de tener hijos… Lo realmente importante del Gran reemplazo no es su origen, ni cuestionarnos su realidad, donde quieren confundirnos con su negación mientras el hecho se produce. Lo importante del Gran reemplazo es si son deseables sus consecuencias en la convivencia y la dirección de nuestro destino como comunidad, o si ya hemos abandonado toda idea existencial, todo anhelo de permanencia y de pertenencia a una cultura que quizá ya fue.

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