«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Coordinador del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP Madrid), ha colaborado en medios informativos y revistas literarias. Con sus relatos, obtuvo diversos galardones en España e Iberoamérica. Además, escribió el libro 'Tú querías ser Juanito…y yo driblar como Rubio' (Homo Legens, 2018), donde relata historias del fútbol español.
Coordinador del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP Madrid), ha colaborado en medios informativos y revistas literarias. Con sus relatos, obtuvo diversos galardones en España e Iberoamérica. Además, escribió el libro 'Tú querías ser Juanito…y yo driblar como Rubio' (Homo Legens, 2018), donde relata historias del fútbol español.

El misterioso asesinato de Joan Roig

11 de noviembre de 2020

Terrible el enfado exhibido por muchos medios informativos ante la ceremonia con la cual un joven llamado Joan Roig se ha convertido en beato. Tenía sólo diecinueve años y lo mataron de mala manera tres meses después de que estallara la guerra civil del 36.

Con irritación digna de mejor causa, por tierra, mar y aire, los medios pesebreros del establishment progre -o sea, casi todos- se lanzan a criticar la presencia de 588 personas en la barcelonesa catedral de la Sagrada Familia, justo cuando el COVID hace estragos encaramado al poder destructivo de su segunda ola. Terrible irresponsabilidad: casi seis centenares de insensatos.

Después de hacer ímprobos esfuerzos, colocarse una venda, mirar hacia otro lado y silbar cualquier musiquilla, uno podría intentar pasar por ingenuo y creer en la buena fe de estos profesionales del control mental e ideológico, pero se le pasa cuando comprueba que el aforo del recinto asciende a nueve mil personas (dato importante, ¿verdad?) y por tanto los asistentes sólo cubrían el 6,5%. Y encima, debidamente separados. Esto ni se menciona: sería una pena muy grande que verdad tan evidente estropeara una buena noticia, construida además del material que sirve para satisfacer pulsiones obsesivas.

También llama la atención -pero no sorprende- que en pleno éxtasis de Memoria Histórica falseada y retorcida hasta la náusea, ningún medio de la santa progresía se preocupe por investigar, por atar cabos, por identificar y por contar a sus clientes qué pasó con el pacífico e infortunado joven al que una piara de psicópatas borró del mundo cuando casi empezaba a vivir. Ni una pista sobre los verdugos. ¿Habrán sido carlistas enajenados que escuchaban voces y decidieron ejecutar a sus hermanos en la fe? ¿Tal vez resultó víctima de la represión sobrevenida después de que el bando perdedor quedara cautivo y desarmado?

Aburre e irrita volver a asesinatos cometidos hace más de ochenta años (¿se imaginan que en 1978 los titulares periodísticos hablaran de la pérdida de Cuba?), pero existe el deber de hacerlo cuando una vez, y otra, y otra más, los hechos se esconden o falsean con el propósito de tapar las execrables matanzas de los buenos,imponer una visión única de la historia y tapar la boca -¿quién sabe si encarcelar?- al disidente.

Al grano: ni carlistas, ni militares conservadores ansiosos de cubrir los campos con la sangre del proletariado. Si tantos medios se escandalizan y claman justicia ante la presencia de 588 feligreses en una aforo apto para 9000 (tres ceros), es porque a aquel hombre pacífico y bondadoso lo mataron militantes de las Juventudes Libertarias.

Seis disparos al corazón y al cráneo. Antes de apretar el gatillo, uno de esos matarifes confesó “casi” sentirse sobrecogido cuando su víctima perdonó a quienes le habían vejado, insultado y arrancado de los brazos de su madre para quitarle después la vida y abandonarlo en cualquier paraje solitario.

Y no sólo fue Joan Roig Diggle: varios miles más sufrieron un destino parecido sin que les temblara el gesto ni dudaran de que la muerte decorosa engrandece toda una vida. Aquellos sí eran hombres verdaderos, y eso se tiene que saber.

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