Todo lo que nos está imponiendo, de manera más o menos sibilina, el pensamiento woke tiene un aire de trampantojo extraordinario. Porque no hay nada que resista el menor análisis, la mirada con lupa o el examen concienzudo. Bajo el pretexto de una nueva libertad, como si el mayor concepto pergeñado por el ser humano fuera temporal, nos han impuesto una censura que deja en mantillas a aquella que tanto se ha denostado. Las nuevas Pías Damas del Ropero, transmutadas en chiques con pelo verde, camiseta sucia y desgarrada y lengua fuera son tanto o más pacatas que las damas vestidas de negro, con miriñaque y polisón, que Chicho Ibáñez Serrador hacía aparecer tijera en mano, prestas a recortar todo lo que no se acomodase a su moralidad, en el inolvidable “Historias de la frivolidad”.
Son como son porque se han rendido a una ideología que tiene en su más profundo germen el odio a nuestra civilización occidental
Ahora estas nuevas censoras están de guardia todo el día y ay de aquel que ose transgredir con el lenguaje, y ya no digamos con la acción, su procusteano lecho de tópicos, consignas y resentimientos varios y diversos. Servidor espera con ansiedad que lleguen a una edad provecta para verlas convertidas en abuelitas gruñonas, botas Doctor Martens y pechos fláccidos al aire, pintadas de lila y gritando que solas y borrachas quieren llegar al asilo. Que no se me malinterprete. No digo que hagan lo que hacen por la ignorancia que a veces manifiesta la juventud. Son como son porque quieren serlo y porque se han rendido a una ideología que tiene en su más profundo germen el odio a nuestra civilización occidental. Les hago un breve resumen y verán como se entiende rápidamente: vírgenes y santas, no, pero brujas y aquelarres, sí; familia con muchos hijos, no, pero poliamor y abortos, sí; ley, orden y sacrificio, no, pero acatamiento a sus dogmas o botellazo en la nuca, sí; propiedad privada jamás, salvo si es mía, que entonces faltarán guardias para protegerla; héroes y patriotas, no, pero histriones que hacen de su condición sexual un negocio, sí.
Pretenden engañarnos a todos cuando hablan de los que pasan hambre, sin que ellos sepan lo que es tener que levantarse a las cinco de la madrugada para que te paguen una miseria
Es puro camelo, es teatrillo, en el que todos están ofendidísimos con cara de no haber hecho deposición en un mes y de que les deban y no les paguen. Son los nuevos Lazarillos, los nuevos Rinconete y Cortadillo, la nueva encarnación del Licenciado Cabra pero sin la nobleza que poseían los originales salidos de plumas gloriosas. Su picaresca, empero, es la misma. Pretenden engañarnos a todos cuando ponen cara de senador romano y hablan de los que pasan hambre, sin que ellos sepan lo que es tener que levantarse a las cinco de la madrugada para irse a descargar cajas y te paguen una miseria. Reivindican vivienda para todos, pero ellos se instalan rápidamente en lujosas mansiones con servicio, chófer y seguridad. Nos dicen que hay que repartir la riqueza, pero ellos jamás han sido capaces de generar ni un mísero ochavo con su trabajo, su talento o su esfuerzo.
Figuritas de un teatrillo que parece triunfar en Hispanoamérica y que en España ya sabemos cómo funciona. Crean a este pobre escribidor: son unos cuentistas.
