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La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

El proyecto ecolingüístico del hombre de paz

15 de enero de 2022

La pasada semana, la televisión pública vasca emitió una entrevista en la que un español nacido en Guipúzcoa llamado Jon confesó a la audiencia los complejos que durante su infancia le produjo, hasta el punto de ocultar sus orígenes familiares, ser hijo de una extremeña y un zamorano, es decir, de inmigrantes, según dijo la presentadora, o de maketos, si nos atenemos a la terminología acuñada por Sabino Arana. El testimonio del guipuzcoano, que finalmente logró dominar la que, según el integrista Arana, es la lengua del Paraíso, se cerró con unas palabras de agradecimiento para con sus progenitores, capaces de dar un paso, hacer las maletas para ganarse el pan en las industrializadas Vascongadas, que permitió a Jon ser euskaldún. Transido de eusquerofilia, el entrevistado afirmó que hasta quienes no han aprendido esa lengua o no la hablan, «forman parte del ecosistema del euskera».

La afirmación de Jon, acaso influenciada por los sostenibles y ecológicos tiempos en los que transcurre su vascongada existencia, asume por completo la estrategia, más lingüística que étnica, que impulsa el secesionismo vasco después de orillar el RH en el que hasta hace poco -recordemos a Arzalluz- se apoyaba el delirio araniano. Desactivada la vía terrorista por innecesaria, pues los sostenedores del proyecto político de ETA están plenamente integrados en las instituciones españolas, la estrategia batasuna viró envuelta en veladuras capaces de hacer amable su quehacer para determinados ojos. Tal es la pasión verde de ese mundo, en tiempos representado por un hacha arboricida, que el PNV, después de arrancar al actual Gobierno las llaves de las cárceles, ha anunciado un programa de jardinería para que aquellos que regaron de sangre las calles, salgan a las mismas, previo homenaje público, para ocuparse de arriates y parterres. La medida, que en su momento hará derramar lágrimas de cocodrilo a algún sector del PSOE, pretende llevar a cabo la «resocialización» de los criminales, o lo que es lo mismo, su integración en una estrategia que ya no es etnoligüística sino ecolingüística. 

Cegada por un sectarismo cebado por enormes dosis de propaganda, gran parte de la sociedad española aceptará la liberación de unos terroristas que (…) se convertirán en ejemplares especímenes dentro del ecosistema del euskera

En el desarrollo de esta última parte del proyecto, la que tiene que ver con la implantación, tan forzosa como subvencionada, del eusquera batua que aniquiló las variedades lingüísticas de tan arcaico idioma, se ha volcado últimamente Arnaldo Otegui, viejo miembro de ETA beatificado durante el zapaterato. Como ya hiciera hace más de un siglo Sabino Arana, Otegui se ha vuelto a mirar en el espejo catalanista para tratar de llevar a sus tierras el modelo de inmersión lingüística que tan buenos dividendos políticos ha dado al secesionismo catalán. De este modo, el «hombre de paz», cual hijo pródigo, se reconcilia con su lejano padre, Sabino Arana, que en su juventud aprendió los rudimentos de su hispanofobia en la Barcelona desde la que hoy, gracias a un modelo educativo único en el mundo, se adoctrina a los alumnos por medio de un cuerpo de propagandistas de la causa lazi con mando en aula, ante los cuales resisten de manera heroica y desamparada por el Estado algunas familias que tratan de arañar un exiguo 25% de horas lectivas en español para sus hijos. 

Actualmente, 23 de los 84 presos etarras que se encuentran en las prisiones vascas gozan de un régimen de semilibertad. Pronto se sumarán otros muchos. No es difícil prever que, cegada por un sectarismo cebado por enormes dosis de propaganda, gran parte de la sociedad española aceptará la liberación de unos terroristas que, tras un tiempo dedicado a una vida cercana a la monacal -las actividades redentoras están vinculadas a los economatos, la jardinería y las bibliotecas-, se convertirán en ejemplares especímenes dentro del ecosistema del euskera.

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