«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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El regreso de Kennan

25 de marzo de 2022

Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, ha reclamado en las páginas del New York Times “una política de contención inteligente a largo plazo” en relación con Rusia. En 2007, sufrió una serie de ciberataques que bien podrían considerarse un precedente de las guerras híbridas de las que tanto se habla en la actualidad. Los cajeros automáticos dejaron de funcionar. El correo electrónico sufrió caídas del servicio. Los medios de comunicación quedaron bloqueados. Las sospechas sobre la autoría eran inevitables. Hay que decir en honor a la verdad que los estonios aprovecharon la oportunidad para convertirse en un modelo de sociedad digital y situarse en la vanguardia de la guerra cibernética. 

La presidenta del Gobierno estonio ha lanzado, una vez más, la voz de alarma sobre la duración del conflicto con Rusia y ha recuperado una categoría de la Guerra Fría que, en las actuales circunstancias, ha cobrado nueva vida: la contención. 

En 1946, George F. Kennan, a la sazón un funcionario de la embajada de los Estados Unidos de América en Moscú, redactó un informe que ha pasado a la historia con el título de “El telegrama largo”. En sus 20 páginas, Kennan describí el funcionamiento del aparato de poder soviético, sus tensiones, sus conflictos y sus ambiciosos objetivos. Al año siguiente, se publicó en la revista Foreign Affairs un artículo firmado por “X” que recogía sus ideas y proponía en público una “estrategia a largo plazo de contención paciente pero vigilante de las tendencias expansivas rusas”. Algo de esto resuena en la tribuna firmada por la presidenta Kallas. 

Tal vez sea un buen momento para cesar el hostigamiento de Polonia, por ejemplo, o abandonar las políticas que socavan la soberanía de los estados nacionales

Kennan inspiró la Doctrina Truman, que condicionó los primeros años de la Guerra Fría. De ella surgieron iniciativas como el Programa de Recuperación Europea –el célebre Plan Marshall– y la OTAN. El temor a que Europa occidental cayese bajo la influencia de Moscú era comprensible. Los partidos comunistas de Europa Central y Oriental y el Ejército Rojo habían servido a la URSS para someter a Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Albania además de los Estados Bálticos y la parte oriental de Alemania. Los comunistas eran fuertes en Italia y Francia entre otros países. En Grecia, ya habían desatado una guerra civil que se prolongó hasta 1949. Las inversiones económicas, los préstamos y la alianza militar dieron a Europa Occidental una fuerza que impidió una deriva comunista y, por ende, totalitaria. 

Naturalmente, las cosas hoy son algo distintas. La Federación de Rusia no es la URSS, pero sobre todo Europa ya no es el continente arrasado por la guerra. La Unión Europea –y, por supuesto, la OTAN- tienen, pues, la responsabilidad histórica de afrontar esta situación en que se encuentra en continente. Esto implica, en primer lugar, como señala la política estonia, ayudar a Ucrania y mostrar a Rusia que los países de la OTAN están dispuestos a defenderse y, si es preciso, a combatir. Añade que es necesario paralizar la maquinaria de guerra del Kremlin y asistir a los refugiados ucranianos. La contención, pues, supondrá un esfuerzo para los países europeos. 

España debería aumentar el presupuesto dedicado a la defensa nacional con especial énfasis en la protección de la frontera sur

En efecto, exigirá replantearse la política energética, las relaciones económicas con la Federación de Rusia y, más en general, la cohesión dentro de la propia Unión Europea. Si nuestro continente aspira a contener a la Federación de Rusia, habrá que ahondar en lo que une a sus países y sus sociedades, no en lo que los separa. Tal vez sea un buen momento para cesar el hostigamiento de Polonia, por ejemplo, o abandonar las políticas que socavan la soberanía de los estados nacionales. Alemania ha abandonado la deriva pacifista suicida y ha optado por un rearme que, en el caso de las democracias, siempre es una buena noticia. Digámoslo claramente: España debería hacer lo propio y aumentar el presupuesto dedicado a la defensa nacional con especial énfasis en la protección de la frontera sur. 

Fue necesario esperar a la muerte de Stalin para que la Guerra Fría entrase en una nueva etapa que condujo al “deshielo” de Kruschev entre 1956 y 1964 que, no obstante, no significó la libertad para los países de la órbita soviética. La Revolución Húngara, por ejemplo, alentada desde Radio Free Europe, fracasó abandonada por Occidente después de 12 días de resistencia heroica. Lo mismo sucedió con el Octubre Polaco. El propio Kruschev terminó defenestrado por una conjura palaciega.

No sabemos qué sucederá en Rusia, pero parece claro que el conflicto entre Moscú y Occidente va a prolongarse. Es posible que ese esfuerzo de contención sea necesario durante mucho tiempo. España tendrá que prepararse. 

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