«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.
Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.

El relato

13 de noviembre de 2023

Horas después de la masiva movilización —y van ya unas cuantas— contra el golpe de Estado que ha puesto en marcha el PSOE, los de Ferraz publicaban este domingo un editorial digno de análisis. Un texto que provoca indignación y vergüenza ajena a partes iguales, la misma vergüenza de la que parece carecer el autor de este cuento victimista que es perfecto ejemplo del tan traído y llevado relato. Porque hoy, como saben, lo importante no es el qué, sino el relato, cómo se cuenta ese qué. 

Hay que ser osado para decir, como dice el editorial del PSOE, que «durante más de 140 años los y las militantes del Partido Socialista Obrero Español han defendido la democracia en España». Hay que ser osado, saber muy poca Historia o tener una oportuna amnesia selectiva que permita ignorar el papel de los socialistas en la Segunda República y el inicio de la Guerra Civil. Pero —ay, a veces, la divina casualidad— el mismo autor nos da la pista… A la hora de escribir estas líneas —quizá los señores del PSOE hayan actualizado y corregido ya el texto— el subconsciente traiciona a nuestro amigo editorialista, que continúa su cuento chino con un «no nos amedrentaron ni los goles (sic) de Estado, las dictaduras ni los terroristas». Y eso, exactamente eso, es lo que es esta infame soflama. Un gol más que quieren colocar los socialistas en una portería —la de los medios de comunicación— ancha y permeable como ella sola.

Por situarnos: el secretario general del Partido Socialista —permitámonos obviar lo de obrero y español— acaba de cerrar un pacto de investidura en Bruselas con un señor prófugo de la justicia, ante el que ha vendido la independencia judicial; y que hará que a los que incendiaron Barcelona, asediaron casas cuartel de la Guardia Civil —en las que los niños lloraban—, lesionaron grave y de forma permanente a policías, insultaron a jueces, se declararon insumisos a las normas que regían —hasta entonces— para todos… que a esa gente se le diga ahora que aquí paz y después gloria; que su sanchidad ha decidido que pelillos a la mar; que tampoco fue para tanto y que no hay ofensa a la legalidad que no se pueda olvidar si es a cambio de unos cuantos votitos para seguir en Moncloa. 

A renglón seguido, y no satisfecho con haber entregado en bandeja de plata la separación de poderes en España, el secretario general del Partido Socialista se reúne con los recogenueces peneuvistas para decirles que, total, ¿qué son décadas de solidaridad interterritorial? Si es lo que hace falta para conseguir su voto, aquí la tienen: la gestión de la Seguridad Social para el Gobierno vasco. Y así, sin despeinarse; sin inmutarse; sin sonrojarse, el secretario general del PSOE se carga la caja única y la igualdad entre españoles (también en lo económico, que la igualdad ante la ley se la había entregado antes, como se ha dicho, a los separatistas catalanes). 

El PSOE —es decir, su secretario general y todos los que hoy cierran filas con él— ha protagonizado un gravísimo ataque a la unidad nacional y a la España que conocemos, y tiene sin embargo la muy poca vergüenza de presentarse como víctima y reclamar —volvemos al editorial— la condena de la «violencia» que sufre: «La ultraderecha española, nostálgica del franquismo y alumna aventaja (sic) de los predicamentos que llegan de personajes como Trump o Bolsonaro, ha decidido recorrer el camino de la violencia callejera para lograr sus objetivos políticos». ¿Les indigna tanto como a mí? ¿Han sacudido la cabeza, incrédulos ante el hecho de que los que han enfadado tanto a tantos como para provocar movilizaciones multitudinarias y diarias en la calle en defensa de España sean capaces de decir que los que nos plantamos en la sede de Ferraz estamos recorriendo la violencia callejera para lograr objetivos políticos? 

Lo llaman los amantes de la psicología teoría del espejo: que los que van a amnistiar a delincuentes, golpistas y acusados de terrorismo callejero, acusen a quienes lo denuncian de practicar la violencia callejera. Y sería gracioso si no fuera porque —lo verán nuestros ojos— habrá más de uno y más de dos periodistas y contertulios que compren este relato y empiecen, desde bien tempranito, a reclamar que cese la «violencia callejera» contra los pobres socialistas. Obviarán, en cambio, que la inmensa mayoría de los indignados y concentrados es pacífica. Que la inmensa mayoría condena la violencia —de hecho, se protesta contra el indulto a los violentos— y se manifiesta de forma vehemente, contundente y perfectamente legal y pacífica. Obviarán que el PSOE vuelve a hacer un uso abusivo de las instituciones utilizando al Ministerio del Interior y a la Policía para criminalizar y silenciar a una enorme cantidad de españoles decididos a defender la unidad de su patria y la igualdad frente a quienes han puesto alfombra roja a los enemigos de España. 

El relato socialista está escrito, ahora es responsabilidad de todos impedir que cale. Que sus mentiras no nos hagan dudar ni un momento. Frente a su relato, la realidad: España está amenazada y la amenaza se llama PSOE. 

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