Uno de los misterios de las primeras cortes democráticas, la denominada legislatura constituyente, es el de las razones por las que se dio un desorbitado poder a los sindicatos y a las comunidades autónomas. Traigo a colación ambos ejemplos porque imagino que nuestros padres constituyentes se inspirarían en el modelo alemán donde landers y sindicatos son ejemplares… bastante ejemplares.
En España, ni lo uno ni lo otro. El desmadre y la deslealtad de las comunidades autónomas y la corrupción y el clientelismo de los sindicatos mayoritarios —CCOO y UGT— causan sonrojo.
Una señora política, de mucha importancia hace unos años, contaba muy divertida cómo cada vez que le presentaban a un líder sindical, al saludarle percibía que invariablemente su chaqueta era de cashmere. Y es que la afición a la ropa cara, a los langostinos y demás comilonas, es un síntoma evidente de una forma de hacer que nada aporta al bien común, y sí al provecho personal. En este punto también hay que recordar el caso PSV que casi acaba con la UGT. Pero mucho más grave es que en estos momentos, cuando España está pasando por una situación socio económica catastrófica, los llamados sindicatos mayoritarios estén silenciados bajo una pila de millones que les ha dado el Gobierno.
Reitero el misterio de los constituyentes. La historia de los sindicatos españoles es bastante siniestra, en particular la historia de los que más antigüedad tienen, UGT y CNT, que protagonizaron el terror rojo del verano de 1936. La UGT dominaba por completo al PSOE de la República, tanto en poder como sobre todo en número de afiliados. Y así continuó durante el franquismo. ¿Fue quizás una cesión del PSOE a su entonces hermano mayor en aras de la paz constituyente?
Los sindicatos han sido usados por los partidos de izquierda a su antojo y no tienen credibilidad alguna, como lo demuestra que España tenga la menor tasa de afiliación sindical de nuestro entorno
A la UGT no le aplicaron la memoria histórica de entonces y sus crímenes del verano de 1936 fueron obviados. Tampoco le han aplicado la memoria democrática actual, que podrían por el hecho de que sus cuadros dirigentes se nutrieron de inmediato de los hijos y mandos intermedios del sindicato vertical del Régimen. Incluso en los albores democráticos se les permitió a estos sindicatos alguna que otra huelga revolucionaria para acabar con ciertas empresas como fue el caso de Galerías Preciados.
Pero tampoco es que se hayan lucido mucho durante la democracia. Responden perfectamente a la máxima de los economistas por la que cuanto más se protege el empleo, más paro se crea. Varias décadas después, seguimos con la peor tasa de paro no sólo de la Unión Europea, sino también de la OCDE. Los sindicatos han sido usados por los partidos de izquierda a su antojo y no tienen credibilidad alguna, como lo demuestra que España tenga la menor tasa de afiliación a los sindicatos de los países de nuestro entorno. Una tasa de afiliación sindical que además, no para de menguar porque los españoles no somos tontos y pocas cosas nos gustan menos que un pícaro que encima se las da de bueno.
Pero donde son especialmente potentes es en la administración pública. Y ahí sí que han conseguido algo de lo que pueden jactarse aunque, sin duda, no vaya en beneficio de todos: tenemos la mayor diferencia salarial entre sueldos públicos y privados de nuestro entorno; al alza para los públicos, claro. Esto es particularmente notorio en los puestos bajos y medios. Al mismo oficio, se le paga dos y tres veces más en el sector público que en el privado. Así nos va. El sueño de una gran mayoría de españoles sigue siendo ser funcionario gracias a unos sindicatos, la UGT y CCOO, que no representan a casi nadie.