Alberto Fernández, el hombre de leyes, el profesor de derecho penal, el hij(astr)o de un juez ―como le gusta repetir― impulsa un juicio político a todos los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina. Las causales serían que le dictaron una medida cautelar en contra en un litigio que mantiene con la ciudad de Buenos Aires por los fondos que le recortara para transferir a la provincia homónima (obviamente, desfinanció a un distrito opositor para favorecer a uno oficialista) y que habría una connivencia ilegal entre Marcelo D´Alessandro, ministro de seguridad de la ciudad de Buenos Aires (ahora licenciado), y un relator del presidente de la Corte.
El profesor de derecho penal, quiso sanear las cloacas de la democracia terminando con la relación entre los servicios secretos y la Justicia federal, sin tener en cuenta que las conversaciones entre el licenciado ministro y el relator de la Corte fueron obtenidas por una maniobra de inteligencia ilegal y no valen como prueba (además de que, como alega D’Alessandro, su contenido podría estar adulterado).
El hombre de leyes olvida también que en el sistema jurídico argentino los magistrados no pueden ser perseguidos por el contenido de sus sentencias.
El valet de Cristina Kirchner no tiene en cuenta que ya es demasiado tarde para complacerla y que una fallida operación contra la Corte Suprema impulsada por un gobierno debilitado, lejos de poner en caja al Poder Judicial como ella pretendía, la expone a riesgos procesales mayores.
El titular del Poder Ejecutivo olvidó mirar por la ventana de su torre de cristal: no tiene presente que está muy lejos de tener el apoyo de las dos terceras partes del Senado y la Cámara de Diputados, que necesitaría para destituir a los cuatro jueces supremos.
¿Qué queda? ¿brillará aquí el hombre político? ¿este paso de danza busca sólo recuperar la autoridad mostrando al electorado la mano de hierro del presidente?
El electorado festejó el mundial de fútbol, se empachó para las navidades y se fue de vacaciones. En la política Argentina nada pasa en enero y, si pasa, a nadie le importa. La atención del electorado está en los días de sol que le permitan aprovechar su alquiler costero, y en los churros que pueda embaular en la playa y bajar con mate o Campari.
Si lo único que podía hacer era llamar la atención, al pelele de Fernández se le olvidó mirar el calendario. Bastante triste, como suelen ser los payasos.
¿No consiguió nada Alberto Fernández con su bromita de juicio a la Corte? Parecería que sí: le ha tirado un salvavidas a la oposición y a los jueces, que venían bastante salpicados por los escandaletes recientes.
El gobierno cerró el año pasado con una actividad legislativa bajísima, con las cámaras del Congreso prácticamente paralizadas. Lo mismo pasó con el Consejo de la Magistratura.
El ministro de economía, Sergio Massa, necesitaba que le aprobaran en las sesiones extraordinarias una serie de leyes que la oposición ―en algunos casos para no quedar manchada como irresponsable y en otros por simple demagogia― se iba a ver forzada a tratar… ahora, pueden adoptar una pose inmaculada de vestales de la república y paralizar el Congreso mientras dure la embestida del kirchnerismo contra la Justicia… y eso han avisado que harán.
Al fin, la única víctima que podemos esperar que tenga el juicio a la Corte es Sergio Massa y también los que sufrimos la destrucción de la economía argentina.